Que Julen Guerrero forma parte de la historia del Athletic y está, por méritos propios, en sus altares deportivos es francamente irrebatible. Es un icono, a la medida de lo que los tiempos permiten a este Athletic, de jóvenes y mayores. Esa es mi opinión y creo que la dejé clara cuando anunció su marcha entre lágrimas.
Desde entonces, el ex capitán rojiblanco ha lleva una controvertida andadura. Primero, tomó partido con firmeza por Juan Carlos Erkoreka en las elecciones del Athletic en un gesto que algunos consideraron que podría restarle algo de esa universalidad que requieren los mitos. Cuando Fernando García Macua llegó a la directiva, comenzó una negociación que se mantiene hasta el momento. Al parecer, el presidente rojiblanco se negaba a que el contrato del ex jugador obligara a que desempeñase su labor en tres puestos de máxima responsabilidad como técnico en la cantera del Athletic. Macua, más tarde, puntualizó que el debate se centraba en la cuantía económica y recordó que no haría contratos indefinidos, como el que tenía Julen. Podría trabajar en la cantera pero firmaría por cuatro años. También ha trascendido que Julen tampoco aceptó trabajar como ‘embajador’ del Athletic.
Ayer, a través de página web, Julen Guerrero estalló. Su declaración era la de un hombre dolido y tenía tintes precipitados, como de arranque de ira. Hoy dan cuenta de ella casi todos los medios de comunicación. Siente que se le falta al respeto, que se empuja al olvido su leyenda. Sin embargo, esta última batalla tiene mucho de lid extradeportiva y su reconocimiento no parece estar en juego. El texto de Julen (léase aquí la versión íntegra) parece quedarse a medio camino, no acaba de especificar la raíz de su airada protesta. Quizá debería exponer sus motivos, y hacerlo de un modo más concreto y sosegado.