Cuando hace poco más de dos meses, un martes 13 de noviembre fatídico, Iraizoz se lesionó comenté aquí que me parecía una de las peores noticias que el Athletic podía recibir a corto plazo. Hoy podríamos reescribirlo incidiendo en que ese tiempo se torna mucho más largo de lo que esperábamos. Ya me advertían entonces los médicos que en este tipo de lesiones había que atender mucho a la evolución del jugador y que no era fácil aventurar cuándo podría volver a jugar. Existen dudas en la masa social rojiblanca sobre si el guardameta del Athletic reapareció el pasado sábado de un modo un tanto precipitado. Esa sensación se acrecentó porque sus molestias fueron evidentes muy pronto y porque el propio portero reclamó el cambio al banquillo desde los primeros minutos del choque contra el Sevilla. Resistió como pudo hasta que Caparrós le hizo sentarse en la banqueta superado el minuto 42. Estaba claro que el portero podía haberse resentido de su lesión y se temía una recaída.
La “rotura del tendón del recto anterior del cuádriceps derecho” que padece es aún más grave que la anterior (pasa del grado I al III, también en jerga médica) y tendrá que ser operado. Algunas fuentes apuntan a que podría perderse lo que resta de temporada, aunque, una vez más, su evolución resultará determinante. Mientras, ahora, sólo queda volcarse en apoyar a nuestro segundo portero y en esa labor toma un protagonismo especialmente valioso el aplauso que recibió Aranzubia el pasado domingo. A día de hoy no quedan más opciones.