Reclamaba en mi último post más minutos para Iñaki Muñoz. Ayer los tuvo y acordaremos que los aprovechó. He de admitir que la primera parte del Athletic, habida cuenta de cómo viene jugando y de quién era el rival, me encantó. La posición más adelantada de Yeste -allí donde se siente más cómodo- concitó más peligro en torno al área periquita que la mayoría de los partidos en que jugamos con dos delanteros natos. Además del mencionado Muñoz, Susaeta también realizó un gran partido que tuvo el premio de un gol que vale su peso en oro. Garmendia sustituyó a Gabilondo y mejoró el rendimiento del equipo. La pequeña revolución copera de Caparrós logró que jugadores como Javi Martínez, algo flojo últimamente, se afanara cuando salió en recordar al técnico su buen hacer. Doblemente positivo. En una primera mitad luminosa, repleta de ataques rojiblancos, sólo encontramos la sombra habitual de la falta de gol, escenificada en la jugada al borde del descanso en que Yeste lanza una vaselina por encima del larguero.

Mención aparte merece -ya es costumbre, en San Mamés- Teixeira Vitienes. Tras obviar un penalti sobre Aduriz en la primera mitad, se aplicó en señalar faltas disparatadas. En el balance de sus numerosos errores, el Athletic salió claramente perjudicado. No sirve de excusa para el resultado pero tampoco sobra recordarlo.

La segunda parte fue otra historia. Es de sicólogo lo que le sucede al Athletic cuando recibe un gol. Tras el marcado por Jonathan Soriano, que aprovechaba un error de un desafortunado Aranzubia, el equipo de Caparrós perdió la coordinación y pareció que cayeran sobre él los viejos fantasmas ligueros. Afortunadamente el gol de Susaeta reabría la eliminatoria a la esperanza. Valverde puso entonces en juego a ese Atila del Espanyol llamado Tamudo, que había estado reservando, y a De la Peña. Eran momentos en que parecía que el Athletic podía hacerse con el partido y nadie como Valverde conoce esa sensación en San Mamés. Con toda la carne en el asador, Athletic y Espanyol se citaron para la próxima semana. El empate a uno tiene una curiosa vertiente positiva: obliga a los de Caparrós a salir a marcar en Montjuic, sin que valgan especulaciones de ningún tipo. No faltará emoción dentro de siete días.