Sólo puede atribuirse a la fatalidad que el mejor defensa marque en propia meta en el minuto 91. Si además reparamos en que en el Lluís Companys el Athletic ha recibido goles en los cinco últimos minutos en las dos últimas temporadas, la cosa se presta a acuñar lemas sobre la maldición de Montjuic. En el fútbol caben estas desagradables sorpresas y si no fuera así, no le interesaría a nadie. Un balón que Ocio intentó golpear con el interior se endiabló y acabó en la red de Iraizoz, que volvió a casa con un partido serio. Tuvo trabajo el portero ya que el Athletic se metió en su campo tras el gol de Gabilondo y se limitó a esperar el pitido final. Un paupérrimo balance en ataque ofrecieron los rojiblancos. No bastó. Algo de razón llevaba Valverde cuando recordó en rueda de prensa que, por el número de ocasiones de los periquitos, no era inesperada la remontada, fuera o no con un autogol. Mención aparte merece el gol de Tamudo que volvió a hacer fácil lo difícil con esa clase singular que atesora.

Ahora toca, afortunadamente, jugar para olvidar. Mañana vuelve nuestra Copa y la esperanza anual de no tirarla por la borda. Vendrá bien para no dar demasiadas vueltas al hecho de que volvemos a estar sólo un punto por encima del descenso. Aunque toda la mitad inferior de la tabla esté en un puño.