Con una superioridad manifiesta se ha impuesto hoy el Athletic al Recreativo. Rompe al fin la estadística y se anota su primera victoria en casa, recupera al mejor Etxeberria y sale al fin de esa sequía goleadora que tan preocupados nos tenía. Hubo que esperar hasta la segunda mitad para recibir los frutos de un partido íntegramente bien jugado. Las claras ocasiones de Susaeta, Gabilondo y Aduriz – en mi opinión no es penalti, creo que el portero va al balón- presagiaban una noche de reencuentro entre el Athletic y su paciente afición. Al descanso, con un Recreativo maniatado, sólo faltaba el gol, pero eso, en esta temporada, era un lastre pesado.

En esa segunda parte y en el conjunto de la noche el gran protagonista fue Joseba Etxeberria. El elgoibarrés le perdió el respeto al partido con el primer gol, entrando desde atrás a un magnífico pase de Iraola. Animado por el tanto, el delantero desbordó por las bandas contradiciendo las leyes del paso del tiempo, se aprovechó de su astucia habitual para marcar el segundo e incluso regaló destellos de su calidad en varios recortes que brindó a Aduriz y Susaeta (siempre voluntarioso pero hoy falto de suerte). Ni siquera el posible fuera de juego -falta al portero no hay- podía ensombrecer su gran actuación.

El partido estaba sentenciado. Aún quedaba disfrutar del esperado regreso de Yeste en un cambio previsible y lógico de Caparrós. Valía, además, para que Etxeberria recibiera el agasajo de la afición y hacía correr el reloj. A esa labor poco grata de hacer más breves los minutos debería haberse sumado Iraizoz, que a pesar de su buen juego se equivocó con varios saques demasiado rápidos ya mediada la segunda parte y con una salida casi hasta el córner que denotaba cierto nerviosismo. Aún así, el bloque defensivo jugó a gran nivel y destacó Ustaritz, que suplía al sancionado Amorebieta. Con todo de cara, al fin, el Athletic funcionaba. Yeste quiso sumarse a la fiesta. Sacó una falta nada más entrar en el campo, firmó un taconazo de ensueño que no pudo aprovechar Gabilondo y en el descuento gozó de su ocasión más clara. Poco faltaba ya para que sonara el silbato en un San Mamés que estaba ansioso por aplaudir a su equipo. Y yo, también.