Qué miedo da este Athletic. Estremece ver a este equipo, encoge el alma de los que llevan el corazón a franjas rojas y blancas. Qué poco ofrece. Ayer, en Vigo, demostró su falta de ideas en los primeros dos tercios del partido. Transmitió una imagen de equipo vencido y sólo despertó en el minuto 62 con la expulsión de Pablo García. El uruguayo cambió el partido con una agresión tan estúpida como incomprensible. Resucitó entonces el Athletic porque el Celta, que tampoco venía haciendo un buen partido, se derrumbó con diez. A duras penas los gallegos aguantaron el acoso de los de Mané y salvaron un punto y la diferencia de goles. Suficiente para ellos y un mal resultado para el Athletic.
El fútbol volvió a negarle el gol a Sarriegi, que tiene la suerte de espaldas, en un descuento de infarto. Poco antes Aranzubia había salvado una clara ocasión. Demasiado abierto seguía el partido para haber sobre el campo un equipo de la zona baja que jugaba con diez. Los frecuentes cambios de posición que sufrieron varios jugadores rojiblancos y la prueba fallida con Dañobeitia no ayudaron a que el Athletic se centrara, aunque no sirven de excusa. De hecho, ya no hay excusas que valgan. Sólo queda confiar en un mínimo rebrote de juego – no digo ya un buen partido sino trenzar dos jugadas, enlazar cuatro pases seguidos- que permita al Athletic dar la sorpresa en casa frente al Osasuna. Sí, la sorpresa. En estos tiempos, impensables hace años, soñamos con ganar a nuestros vecinos.