El Athletic saltó ayer al césped del Camp Nou y allí mantuvo una lucha igualada que sólo duró 22 minutos. Tras el gol de Amorebieta en propia puerta (sólo achacable a la mala suerte), los de Mané desaparecieron. El Barça escenificó un reencuentro con su fútbol y consigo mismo. Además, lo adornó con gestos que la afición blaugrana necesitaba: el abrazo de Eto’o a Rijkaard (nada creíble pero aún así necesario) y el gol del camerunés en su estadio. Les faltó para que su fiesta fuera completa que marcara también Ronaldinho, nada acertado ayer de cara a puerta, y al que buscaban con insistencia sus compañeros.

Fueron tres goles pero pudieron ser más. La defensa rojiblanca se vio claramente superada por la catalana. Casas no estuvo fino, Amorebieta por momentos disparatado, ni siquiera Expósito, que se está consagrando como un buen lateral, supo aguantar los envites del Barça. En defensa, sólo cabe destacar la actuación de Aranzubia, sin cuyos guantes la goleada habría sido un hecho irrefutable. En ataque, el balance es aún más descorazonador: la única ocasión clara es un remate picado de Urzaiz a los 30 minutos de la primera parte.

No amenazó el Athletic con la remontada en ningún momento y eso disparó la fiesta del Barça, necesitado de un partido así. Eto’o buscó la foto apoyado tras marcar en el banderín del córner y Ronaldinho se tomó con humor las acusaciones recientes de que está perdiendo la forma y ganando peso. Hasta a Laporta se le escapaba, en el palco, la sonrisa. Y el Athletic, allí, más como un testigo mudo que como un rival.

Volvemos al descenso, que no por conocido es menos doloroso, y abordamos dos choques contra rivales de nuestra mitad de tabla: el Nástic y el Celta. Nos hace falta un partido como el que ayer bordó el Barcelona.