Supongo que Fernando Lamikiz, como todos los niños de Busturia, quería jugar en el Athletic. Pero cuando a los sueños no les acompaña la habilidad de hacerse amigo del balón, hay que buscar la puerta de atrás. Lamikiz la encontró un soleado 10 de septiembre en la presidencia del Athletic. Le fotografiaron durante horas radiante de felicidad en las escalinatas del señorial palacio de Ibaigane. Dos años después, al presidente rojiblanco se le ha borrado el entusiasmo de la cara y sólo vivió un rebrote en el palco de Riazor, la otra tarde, cuando el Athletic se salvó de la quema por el canto de un duro. Dicen que esta temporada ha perdido diez kilos. No lo dudo, creo que lo ha pasado mal. Pero a un presidente, además de pasión por el Athletic (que se le da por supuesta), lo que se le pide es gestión. Y ahí empiezan las dudas.
Comenzó la temporada coqueteando con el forofismo, algo que pronto se volvió en su contra “¿Por qué no puede el Athletic acabar la Liga donde está ahora?”, se preguntó tras la primera jornada, aquel espejismo vestido de 3-0 a la Real. Arrastraba aún las maneras de una buena campaña en la que la nave, entonces dirigida por Valverde, se había estado jugando los cuartos -nunca mejor dicho- en la UEFA y se había plantado a dos fatídicos penaltis de la final de Copa. Eran tiempos felices en los que el presidente aparecía con regularidad en los medios. Y ese es, sin duda, uno de sus errores más aparentes. Cuando vinieron mal dadas, y su proyecto Mendilibar se fue al cuerno en diez partidos, fichó a quien más balones fuera podía sacarle y volvió a la retaguardia cambiando su carácter dicharachero por el de un hombre esquivo con los medios. Cuando peor lo estaba pasando el equipo, a quien más se echó en falta fue precisamente a su presidente.
En su ‘debe’ tiene otras. El famoso caso Zubiaurre, un patinazo de nivel cinco, que puede salirle muy caro al club y que puede haber truncado la carrera deportiva de un joven de 23 años que lleva un año en el dique seco. La relación con Osasuna, excentricidades de Patxi Izco a parte, tampoco atraviesa sus mejores momentos.
Tampoco es un orgullo ser el autor de aquella estéril polémica sobre la Intertoto. La oferta que le presentó a Valverde. La célebre frase de que “perder en Austria es un fracaso”. La renovación por dos años de Javi González (por cierto, ¿dónde está ahora?) contra la opinión del técnico. Todo aquello acabó desembocando en la salida del de Viandar de la Vera. En conjunto, fue un error de principiante. Intentar arreglar lo que funciona.
En su haber, seamos justos, también hay aciertos. La renovación de la mayoría de los jugadores, el fichaje de Aritz Aduriz y el nuevo contrato de televisión firmado, entre otros. Dieciocho millones de euros son una buena cifra. El anterior contrato era de once. Eso sí, en el anterior no había competencia y no quedaba otra que firmar con Audiovisual Sport.
La última de Lamikiz la está haciendo, en mi humilde opinión, estos días. ¿A qué espera para aclarar si Clemente sigue o no la siguiente temporada? ¿A que acabe la temporada? ¿Para qué si no hay nada en juego?
Esta semana -por increíble que parezca es lunes y no sabemos si se juega el viernes o el sábado- Lamikiz se enfrenta -quizá por primera vez- a la opinión de los socios del Athletic. De la afición, de los que a empujones han metido -casi estábamos fuera, yo lo vi- al equipo en Primera. Y creo que la pitada está garantizada. Será la primera vez en que San Mamés dicte sentencia superada la etapa en que cerró filas y se conjuró para salvar al equipo de un modo generoso y paternal.
Este ‘post’ se titula ‘A petición popular, Lamikiz’ ya que lo escribo, en parte, porque lo reclamaron los que dejaron su opinión en el anterior. No quedaba otra. Más de 80 comentarios mandan. Huelga decir que 40.000 aficionados también mandan. A contar pañuelos.