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El córner

La hora de los valientes

Hay una coincidencia casi general entre aficionados, ex-jugadores, técnicos y periodistas en que, hoy por hoy, el primer rival del Athletic es el miedo. Algunos lo llaman ansiedad, que en el fútbol no sería más que la prisa paralizante que les entra a los equipos cuando se ven incapaces de detener su cuesta abajo. Pero dejémoslo en miedo, en un miedo que, en este caso, sería doble: por un lado, a lo desconocido -los jugadores rojiblancos nunca se habían visto en semejante tesitura, tan cerca de las puertas de Mordor-, y por otro, al futuro, a la posibilidad desoladora de ser los protagonistas del mayor fracaso de la historia del club y cargar, ya para siempre, con ese estigma.

El gran reto del equipo de Javier Clemente no puede ser otro, por tanto, que vencer el miedo. Ha llegado, pues, la hora de los valientes, de los futbolistas con temple y coraje para salir de la trinchera y jugarse el pellejo en campo abierto. Llegados a este punto, surge la pregunta del millón: ¿Los hay? A primera vista, la verdad, no parece que en la actual plantilla del Athletic abunde, precisamente, ese tipo de futbolista capaz de dar lo mejor de sí mismo en la adversidad. Uno sospecha que, más bien, sucede lo contrario y que los que proliferan son los débiles de espíritu, los que tienden por naturaleza a desaparecer, levitar, menguar o escaquearse cuando vienen mal dadas.

Quizás la culpa haya que buscarla, aunque nos duela, en la propia filosofía del club, lastrada por un círculo vicioso irremediable: los buenos jugadores no tienen apenas competencia. Se les exige poco y, en el fondo, se saben insustituibles. Las cosas como son: si un canterano del Athletic, casi todos ellos chavales de vida regalada, sale intrépido y competitivo -argentino, podría decirse- será porque lleva esas virtudes en la sangre, no porque lo propicie el sistema.

De este modo, la lista de jugadores rojiblancos con los que uno se iría al fin del mundo -que cada uno haga la suya- acaba siendo muy corta. ¿De media docena? En la mía no faltaría un futbolista discutido, Tiko, cuya actitud me parece modélica para sobrellevar estos tiempos de zozobra y tratar de encontrar una luz al final del túnel. El navarro es un jugador peculiar. Nadie lo niega. Hizo un año fantástico, pero ya no ha vuelto a alcanzar ese nivel explosivo que le llevó a cañonazos hasta la selección. Desde entonces, su juego ha sido intermitente, ha perdido sus galones de titular fijo y, en varias ocasiones, incluso se ha ganado los pitos del grada. Pero Tiko jamás se esconde. Nunca se rinde ni se arruga. Nunca deja de ofrecerse y de intentarlo. A veces, incluso, con un exceso de emotividad que le perjudica. Pero no estaría mal que su ejemplo cunda en la plantilla. Y es que para recuperar los goles y el buen fútbol -no nos engañemos: la única forma posible de salir de la cola- lo primero es pedir el balón.

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Por Jesús J. Hernández

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noviembre 2005
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