No importa el gremio; da igual el lugar; apenas tiene relevancia el número de afectados. Sea lo que sea, lo paga el consumidor, el cliente o el usuario, como ustedes prefieran. El último exponente, la huelga que mantienen los trabajadores de los Ferrocarriles de la Generalitat que han castigado sin transporte público a los barceloneses durante las horas punta. Algo similar a lo que hicieron sus compañeros del metro de Madrid durante la protesta que protagonizaron a comienzos del verano.
En todas las huelgas, los consumidores somos rehenes de los piquetes. Y es necesario que se pongan coto a esas prácticas. No sé por qué seguimos poniendo paños calientes y denominamos piquetes informativos a los que coaccionan, agreden, destruyen bienes públicos e incluso se enfrentan a la Policìa para impedir el funcionamiento de los transportes. No me opongo a la huelga, un derecho consagrado por la Constitución, pero no admito la coacción. El mismo derecho tienen los pasajeros a percibir el servicio por el dinero que han pagado. Lo contrario, es la anarquía. Y quien destruye debe pagar.
Es preciso poner coto a esto; pero sin dilación. Y si hay que tomar medidas drásticas, tómenlas, señores políticos. Cambien la ley, si es preciso, y parece que ya es hora de que se modifique la ley que regula la huelga. Hasta que no haya despidos fulminantes por este tipo de acciones, no se podrán impedir los piquetes. ¿Se imaginan ustedes una huelga de cirujanos, pongamos por caso, con los piquetes boicoteando las operaciones? Saqueo a los bancos de sangre, destrucción del material quirúrgico, quema de fármacos y medicinas curativas…. En esta hipérbole impensable, estaríamos todos de acuerdo en que estas prácticas serían salvajes. ¿Por qué entonces no se respeta el derecho de los que no están en huelga?
Y no hay fronteras. Todos hacen lo mismo. Lo que hoy han provocado los trabajadores de los ferrocarriles catalanes, lo hicieron los empleados del metro en Madrid. Con consecuencias parecidas, caos, confusión, cabreo del personal y miles de horas de trabajo perdidas. No parece que este país esté en condiciones de seguir malgastando talentos y talantes.
Espero equivocarme. Pero el día 29 habrá mucha gente decidida a que triunfe la huelga general. Que lo hagan con la palabra y que dejen en paz los bienes públicos. Respetemos su derecho a no trabajar, para castigar al Gobierno de Zapatero, pero que dejen en paz y no quiebren las herramientas que van a utilizar quienes se oponen a este paro.