No me gusta juzgar prematuramente a nadie y menos a un gobierno que dispone de cuatro años para completar su gestión. Pero parece que estos días todo el mundo se ha lanzado a puntuar al gabinete de López y su primer año al frente del Ejecutivo vasco. No voy a redundar en lo que otros han comentado ya y tampoco voy a puntuar uno por uno a los consejeros, cosa que ya han hecho los analistas de este periódico (lo que no es tan fácil como a primera vista puede parecer). Como buen cascarrabias, esta entrada es algo más visceral y menos racional.
Y ya que nombro las vísceras, quizá también toque las narices de algunos de los trols que alimentan este blog y a los que estoy tremendamente agradecido por la atención que me dispensan. Ya saben que hay quien asegura que un blog no es nada hasta que no tiene un par (o dos) de trols que alimentan sus comentarios.
Este primer año de López tiene más aspectos negativos que positivos. Porque este gobierno ha dedicado quizá excesivo tiempo a hacer olvidar a los ejecutivos nacionalistas y a desmarcarse de la política que han seguido sus predecesores. Y lo que quizá parezca lógico en primera instancia, ha fagocitado el día a día del gabinete de López. El lehendakari y sus consejeros han estado más pendientes de marcar su territorio y algo menos de gobernar y dedicar su atención preferente a los asuntos de sus departamentos. Es decir, ha habido mucha política y poca gestión.
Cierto es que los socialistas han utilizado demasiado tiempo en distinguir su gabinete, desmarcarse de su antecesor y remarcar el nuevo rumbo de Euskadi. Y es de justicia reconocer que ninguno de los cataclismos con los que amenazaban los jeltzales se han llegado a producir. El país sigue en su sitio, el diapasón político ha disminuido y el punto de atención no se centra exclusivamente sobre el terrorismo. Eppur si muove.
Un año ha pasado desde que López prometió su cargo, al que accedió con el apoyo de los votos del PP. Y que en ciertas facetas se ha visto controlado, cuando menos, por esos votos populares como de vez en cuando le suele recordar el líder del PP vasco, Antonio Basagoiti. Y, sin embargo, el lehendakari también ha sabido sacudirse de ese marcaje y llegar a establecer puntos de contacto con el presidente del EBB, Iñigo Urkullu. Dicho más claramente. Acuerdo con el PP, pero sin olvidar que al otro lado está el PNV con el que también se hace necesario pactar ciertos temas. Ese es quizá el gran avance de López: ha roto con la mecánica de nacionalistas y constitucionalistas que, en las anteriores legislaturas, dificultaban y tensaban la vida política.
El debe de este primer año se localiza en la gestión, a la que el gabinete López no ha podido dedicarse por completo, empeñado como estaba en marcar distancias con sus antecesores y tratando de encontrar su propio espacio ante el control del PP. Es por eso que estos próximos meses van a resultar vitales para la continuidad en el próximo Ejecutivo. Los departamentos vascos van a tener que esforzarse en afrontar los problemas del país y dar soluciones prácticas para su resolución.
Pero este primer año ha demostrado, con la fuerza de los hechos, que no es necesario que gobiernen los de siempre para que el país siga funcionando. Y que la alternancia en Euskadi (como en Cataluña antes) es necesaria para oxigenar la política. Esperemos que una vez superada esta primera etapa, los ciudadanos vascos seamos testigos de ver cómo se superan las dificultades económicas, se mantiene a Euskadi en los primeros puestos de la economía española y se afrontan con éxito los retos que reclaman los nuevos proyectos de infraestructura.