La polémica está servida. La cárcel de Picassent contrató por Navidad a una ‘stripper’ para animar a los reclusos. Imaginen la escena. “Movimientos provocativos ante un aforo formado por cientos de reclusos con desenfrenada sed de parranda”, como se cuenta hoy en la última de El Correo . Dicen que también estuvo en el mismo aforo el obispo de Valencia. Pero nadie ha aclarado si fue antes o después del ‘stripper’. Si fue después, me imagino que todos estarán perdonados. Si su actuación fue anterior a la de la chica…., estoy viendo cómo la baba se caía de ese centenar de bocas hambrientas.
Fuera bromas. No hay que ser cascarrabias para criticar un espectáculo de estas características en un recinto carcelario. Máxime cuando en el mismo cumplen condena muchos reclusos por delitos sexuales. La cárcel está para reeducar al reo. Para ayudarle a modificar la conducta que le ha llevado hasta allí. Ni Navidad, ni Reyes ni Semana Santa.
La chica asegura que se armó la gorda. Y eso era de imaginar. Daniela, que así se llama la ‘afortunada’, mostró sus excelencias ante un público entregado. Y ese tipo de exhibiciones quizá sea benigno en salas de fiestas o teatros o cabarés al uso. Pero en la cárcel…
El sindicato de prisiones ha puesto el grito en el cielo y ya ha pedido explicaciones a Mercedes Gallizo, directora de Instituciones Penitenciaras. La polémica no ha hecho más que empezar. ¿Pero a que no se imagina el amable lector un espectáculo en Basauri o en Nanclares de Oca donde un grupo de teatro represente una obra que tenga por argumento principal el asesinato, la pedofilia o la violación? Supongo que a todos nos parecería una provocación. (Foto José Marín/Las Provincias)