Los curas guipuzcoanos están que trinan. Vamos como cada quisque cuando le anuncian que el nuevo jefe que les va a mandar tiene fama de hueso y de pensamiento un tanto conservador. Así que no se han tomado con espíritu deportivo el nombramiento de José Ignacio Munilla como obispo de la diócesis donostiarra. Supongo que por aquello de la obediencia debida (uno de los votos que nunca deben faltar en un buen sacerdote) aceptarán (no de buen grado) el mando del nuevo pastor.
En un gesto sin precedentes en los anales de la historia moderna de la Iglesia en España, el 77% de los curas de la diócesis de Guipúzcoa (y 11 de sus 14 arciprestes) han querido mostrar públicamente su «disconformidad» con el nombramiento de Munilla. «En modo alguno es la persona idónea para desempeñar el cargo de obispo y pastor de nuestra diócesis», aseguran tajantes en un escrito remitido a las agencias de prensa.
No parece demasiado normal, sin embargo, que los curas ‘rebeldes’ hayan optado por esta fórmula. Por cierto, los mismos curas (la falta de vocaciones hace imposible la incorporación de otros sacerdotes) a los que jamás se les ha visto un gesto de misericordia con las víctimas cuando Setién se negaba a oficiar funerales por los asesinados por ETA para no crispar y dividir más a la sociedad donostiarra. Sacerdotes que nunca plasmaron por escrito su protesta contra los crímenes de la banda terrorista y el trato cruel que se daba a sus familiares a los que la Iglesia donostiarra no solo no amparada, sino repudiaba.
Ahora sin embargo se rebelan contra la decisión del Papa, su guía y máximo pastor, al que reprenden por la designación de Munilla. Una designación que les ha causado «dolor y profunda inquietud» y con la que no comulgan ni en el fondo ni en la forma. No se les ha tenido en cuenta ni se ha respetado «el sentir de nuestra iglesia diocesana y sus organismo pastorales», aseguran en el comunicado avalado por 131 firmas.
Los sacerdotes guipuzcoanos perciben el nombramiento de Munilla como «una iniciativa destinada a variar su rumbo». «Conocemos de cerca la trayectoria pastoral de José Ignacio Munilla como presbítero, profundamente marcada por la desafección y la falta de comunión con las líneas diocesanas», aseguran en su escrito. Con esta rebelión de sotanas se intenta defender “la línea pastoral” que se ha mantenido hasta ahora en la diócesis. «Una línea pastoral y un estilo eclesial en fidelidad al espíritu del Concilio Vaticano II».
Dicho en román paladino y sin tantos remilgos (al fin y al cabo uno de los privilegios que tiene un cascarrabias es expresar crudamente lo que piensa), que los curas tienen miedo a que el nuevo obispo acabe con la ideología nacionalista con la que comulga la mayor parte del clero y se someta claramente a los mandatos de la Conferencia Episcopal Española. Ya que en este organismo se han impuesto las tesis más conservadoras y la defensa de posiciones menos aperturistas; y pierden peso los obispos nacionalistas vascos y catalanes que en otro tiempo se distinguían por la defensa de sus territorios terrenales. ¡Dios mío, cómo está el patio!