Zapatero se equivocó. Lo digo en pasado, sin descartar que en el presente esté de nuevo desacertado, porque parece que últimamente no da ni una. El presidente dijo el otro día que serían las rentas altas las que asumirían el “máximo esfuerzo” de la subida de impuestos. Pero una vez presentados los presupuestos para 2010, la vicepresidente segunda y ministra de Economía, Elena Salgado, admitie que será la “amplísima” clase media “la base de la recaudación fiscal”.
Pues eso. Tal y como aseguran todos los entendidos (que haberlos haylos, aunque luego no vaticinen una nueva crisis) las rentas medias y bajas pagarán casi toda la subida de impuestos, pues de los 10.950 millones adicionales que se recaudarán sólo 430 millones procederán de quienes obtengan réditos de capital superiores a 90.000 euros.
Para este viaje, no necesitábamos alforjas. Porque no hace falta ser un experto para saber que nos iba a tocar la china (el cascarrabias se incluye en la clase media con el permiso de todos los que le leen, aunque no estén de acuerdo). Me barruntaba yo que en esta rifa, para la que ni yo ni nadie había comprado boletos, nos iba a tocar alguno de los premios. (¡Ojalá ocurriera lo mismo con el sorteo de la Primitiva donde me dejo mis buenos euros a final de mes para ver si me jubilo, pero ni por ésas). Y sin tener bola de crista ni huesos mágicos estaba convencido de que la crisis iba a caer sobre mí (y otros miles como yo) sin comerlo ni beberlo.
La ministra Salgado reconoce que la subida de impuestos es una de las medidas “más impopulares” que puede tomar un gobierno. No obstante, pide a los ciudadanos que “entiendan” que es necesario este esfuerzo adicional para afrontar un momento de “extraordinarias dificultades”. Hombre, si se pone así… entenderlo, lo entiendo… lo mismo que cuando a principios de año me congelaron el sueldo apelando a las dificultades por las que iba a atravesar la empresa y para evitar males mayores. Puestos en esa situación, hasta se puede aceptar que nos quiten un poco más de nuestro salario, aunque nos pidan a continuación que trabajemos un poco más cada día.
Y digo yo que uno siempre arrima el hombro, aunque durante los años de bonanza nadie se acordó de lo bien que iba la empresa y que, por tanto, lo lógico hubiera sido que se hubiera repartido algunos de los beneficios entre los empleados. Ahora no solo nos aprietan el cinturón, sino que nuestro nivel de vida se resiente y los salarios menguan y quedarán aún más reducidos, de forma que cuando salgamos de la crisis (porque salir, saldremos algún día) nuestras diferencias con alemanes, franceses e incluso italianos se habrán vuelo a agrandar, ahora que casi les habíamos pillado. Pero estoy convencido que en cuanto las empresas (y el Gobierno) cojan carrerilla y se coloquen de nuevo con beneficios, nos resarcirán con creces por los meses de penurias y nos subirán los sueldos con todos los intereses perdidos. ¿O no?