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Ángel Lázaro

El cascarrabias

Pitada al himno

Una falta de educación o una falta de civismo. Pero no delito. El sentido común ya había dictado sentencia, pero hay quien se empeña en hacer la convivencia más difícil de lo que ya es. Y así no hay forma de entenderse y de hacer entender a otros que, al menos, por cortesía o civismo deben respetar el himno. Y en esta caso, la verdad, el palo no es la mejor doctrina.

El tribunal ha avalado lo que el sentido común decía. La Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional ha archivado la querella por supuestos ultrajes a España por la pitada al himno nacional durante la pasada final de la Copa del Rey al estimar que no constituye delito. El tribunal considera, como ya hiciera el juez Santiago Pedraz, que los hechos ocurridos el pasado 13 de mayo en el estadio de Mestalla cuando el Rey accedió al palco y sonó el himno “no son ejemplo ni de educación ni de civismo”, pero que “no se está en presencia de una conducta injuriosa en los términos descritos en el Código Penal para con el Jefe del Estado”. La pitada que realizaron las aficiones del Athletic de Bilbao y del Barcelona tampoco constituye, en opinión de los magistrados, un delito de ultrajes a España o uno de “apología del odio nacional”.

Recordarán que la Fundación para la Defensa de la Nación Española (DENAES), de la que es patrono el magistrado de la sala penal del Tribunal Supremo Adolfo Prego, presentó una querella porque consideró más que vejatorio y humillante, una afrenta al monarca que se pitara su presencia mientras sonaba el himno nacional.

Puestos a sentirse ofendidos, hay quien siente también (además de vergüenza ajena) cierta repulsa cada vez que la multitud que acude a los estadios tararea el himno de España como si tuviera una letra de bebé que rompe hablar (el chunta, chunta, ta chunta chunta, chuta, etc..). Y de ahí la memez aquella del comité olímpico que se puso a pensar que, a lo mejor era bueno dotarle de una letra, y montaron el concurso fallido de marras. Pues bien, ni una cosa ni otra. Los himnos se escuchan en silencio y con respeto; o se cantan cuando tienen una letra que acompañe a la música, mientras los ‘contrarios’ respetan con educada cortesía la marcha musical. Porque en definitiva, eso es lo que propone el himno: respeto hacia una música que simboliza un país o una nación. Pero no vayamos, por favor, más allá.

Los aficionados vascos y catalanes que silbaron (mayoritariamente) el himno son culpables por incívicos, no por independentistas. Llegará el momento en que todos respeten la melodía de marras, pero no a base de tachar como delincuente a aquellos que, hoy por hoy, se desgañitan en silbarla en señal de reprobación. No merece la pena.

Por Ángel Lázaro

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