Tolerancia cero contra la agresión a la mujer. En una comparecencia inédita y solemne, el presidente de la República francesa, Nicolas Sarkozy, delante de los diputados y senadores reunidos en Versalles, ha anunciado hoy que el Parlamento francés discutirá la prohibición del niqab (traje que sólo permite llevar descubiertos los ojos) y del burka por parte de las mujeres musulmanas en las calles francesas. Y, por si quedaba alguna duda, Sarkozy adelantó su opinión sobre esta forma de vestir: “No es un signo religioso. Es un signo de sometimiento de las mujeres. Por eso, no es bienvenida en el territorio de la República”.
Es la primera vez, desde 1848, que el jefe del Estado francés comparece de esta forma ante los parlamentarios en un país celoso de su repartición de poderes. Pero la importancia que el mandatario francés da a sus gestos le ha llevado a solemnizar de esta forma su alegato. Porque, en definitiva, Sarkozy ha dicho en público lo que muchos otros hombres dicen en privado: el burka es contrario a la “idea sobre la dignidad de la mujer” . El mandatario francés asegura en su proclama que la polémica sobre este tipo de vestimentas no suponen un problema religioso, como proclaman algunos prohombres musulmanes, sino que estamos ante “un problema de libertad y de dignidad de las mujeres”.
La valentía del presidente francés es digna de encomio porque en Francia la fuerza que tiene la comunidad musulmana es considerable. El gesto puede traer incluso consecuencias, como ya ha sucedido en alguna ocasión,cuando nuestros vecinos intentaron evitar en la escuela el velo que tapa la cabeza de las jóvenes. La reacción de los más integristas no se hizo esperar y se produjeron altercados en los suburbios de las principales ciudades francesas
¿Seguirán otros países occidentales el camino emprendido de Sarkozy? ¿Zapatero emulará a su homólogo francés? Son muchas las voces que se han alzado en nuestro país que reclaman de los musulmanes que conviven con nosotros que se adapten a las costumbres españolas y no al revés. No es fácil resolver el problema. Las prohibiciones no solucionan un posible conflicto. Pero es evidente que, si alguien está desprotegido, el Estado debe garantizar su seguridad. Y son las mujeres que viven con musulmanes quienes afrontan los mayores riesgos.
Estoy con Sarkozy en que el uso obligatorio de este tipo de prendas es denigrante para la mujer. Y que nuestras calles no deberían poblarse de rostros protegidos por un velo bajo el que, en ocasiones, se esconde una actitud intolerante de los varones. Igual que se ha acabado por ley con otras costumbres (como la ablación, por ejemplo), puede y debe combatirse el uso intolerante del niqab y del burka. Al menos, cuando éstos se imponen frente a la voluntad de las mujeres que los deben llevar.