Siempre hay alguien que se empeña en empañar la fiesta. Siempre tiene que haber un energúmeno; siempre hay un individuo que se ampara en la masa para soltar su mala baba. Pero cada vez que un suceso de este tipo amenaza con manchar la historia rojiblanca, la afición mantiene un comportamiento modélico y ejemplar. Y así lo demostró ayer señalando al culpable. No es la primera vez que el público reacciona indignado y desaprueba la conducta del agresor. La mejor afición del mundo, lo volvió a demostrar ayer.
Como dice El Correo hoy, fue un ejemplo de civismo. Los aficionados rojiblancos no dudaron un instante en entregar a la Policía al individuo que golpeó a Dani Alves con una botella. Ocurrió al poco de empezar la segunda parte. El lateral brasileño del Barcelona se disponía a ejecutar un saque de banda cuando un objeto le impactó en la cabeza. Alves se agarró la nuca y se desplomó al suelo con gestos ostensibles de dolor.
La botella fue lanzada desde la grada, desde uno de los sectores en los que se agruparon los hinchas bilbaínos. Se produjeron instantes de confusión. Aunque conocían la zona desde la que había sido arrojado el recipiente, los policías no sabían exactamente quién había sido el responsable de la agresión al futbolista.
Lo descubrieron gracias a la colaboración de los seguidores del Athletic que se encontraban en esa parte del graderío. «Al margen del que me ha pegado, las dos aficiones han dado un ejemplo de deportividad», reconoció el propio Alves.
Después de todo, les queda el orgullo. Me hago eco de cómo Javier Muñoz lo expresa magníficamente en su información de hoy. “Ese orgullo que los padres inculcan a sus hijos desde que aprenden a andar. Ayer no cabían excusas: había que enfundarse la camiseta yd eclararse forofo: todos somos Athletic, un caso único en el fútbol mundial”. Y un ergúmeno no puede tirar por la borda lo que tantos años ha costado crear. ¿Algo que objetar?