Uno de los máximos exponentes de la Democracia Cristiana italiana, Giulio Andreotti, realizó una magnífica clasificación de los políticos de su país que con el tiempo ha pasado a ser una máxima de la Política: “En la vida hay amigos íntimos, amigos, conocidos, adversarios, enemigos, enemigos mortales y compañeros de partido”. Y precisamente de lo último es de lo que más se debe estar acordando en estas últimas horas el lehendakari Patxi López.
Los peneuvistas se han apuntado un gran tanto al cerrar el acuerdo con el PSOE sobre el traspaso de las políticas activas de empleo. Los negociadores han mantenido en las últimas horas un incesante cruce de palabras (hasta por facebook) para pulir los últimos flecos, «de carácter técnico pero muy importantes». Como dice hoy Olatz Barriuso en una magnífica crónica sobre las negociaciones, el tanto completo pasa por “impedir que el lehendakari pueda escenificar cierto margen de maniobra para decidir sobre un acuerdo que el PNV exige que vaya directamente de la mesa de negociación a la comisión mixta. En ese supuesto, López se limitaría a estampar su rúbrica en un traspaso cocinado exclusivamente entre los jeltzales y el PSOE. Y los peneuvistas podrían insistir en dibujar al presidente vasco como un convidado de piedra”. Y es que no hay más.
Los compañeros de partido son en ocasiones incómodos compañeros de viaje. Y así debe sentirlo Patxi López, aun consciente de que Rodríguez Zapatero no tiene otra salida si quiere sacar adelante los presupuestos y salvar su segunda legislatura. Los peneuvistas han sacado un gran rédito de sus seis escaños. No sólo van a presentarse como salvadores del Gobierno socialista, sino además como impulsores y desbloqueadores de un nuevo traspaso de competencias en Euskadi. Igualmente van a utilizar este escenario como un arma casi mortal contra el Ejecutivo vasco, al que han dejado tocado.
Habrá que esperar hasta media mañana del jueves para comprobar el estado de Patxi López. Pero no hay que ser clarividente para pensar que tiene que estar dolido con su secretario general, que le ha sacrificado para mantener el sillón de La Moncloa. Y es que Rodríguez Zapatero se ha salvado por un escaso margen de maniobra.
Urkullu y sus compañeros de Sabin Etxea han sabido sacar partido de la debilidad del Gobierno (de ambos) y han jugado bien sus cartas dejándose querer. La jugada está clara. Dicen que la política hace extraños compañeros de cama. Y no es la primera vez que el PNV realiza maniobras cuando menos extrañas. Lo hizo en la época de Aznar (aún resuenan las palabras elogiosas de Arzalluz, glorificando al hoy dirigente de la FAES) y también apoyó a González en su última etapa. Y ahora rescata a Rodríguez Zapatero.
El PNV cotiza al alza y vende caro su apoyo en Madrid. Y una de sus condiciones es dejar en evidencia a Patxi López, que debe aguantar el tipo y ver la forma en que sale de ésta con el mínimo daño posible. Habrá que estar atentos a su discurso y, sobre todo, comprobar su estado anímico. Pero hoy más que nunca se acordará de la máxima acuñada por Andreotti.