El Real Madrid no ha perdido el campeonato de liga; lo ha ganado el Barça. Parece una obviedad, pero no lo es, al menos si me conceden el beneficio de la duda y siguen leyendo esta entrada buscando algún argumento que dé sentido al título de la entrada. Lo dicho: no ha perdido el equipo merengue, sino que el torneo se lo han vuelto a llevar los culés por segundo año consecutivo.

La Liga ha acabado y el conjunto de Pellegrini se ha quedado en blanco; tan en blanco como su equipación; tan en blanco como el año pasado donde quedó también en evidencia ante los seis entorchados de su adversario más temible. El técnico chileno se ha visto impotente para reconducir la costosa maquinaria que Florentino Pérez puso a su servicio. Y el récord de puntos alcanzados a final de temporada (96 del Madrid por 99 del Barça), no es suficiente argumento para mantenerle en en el banquillo. Ha fallado en las citas importantes. Ha sido incapaz de hacer valer su estrategia en la Copa (apeado por un modesto Alcorcón), la Champions (un vulgar Lyon le eliminó de la competición) o la Liga (el Barça se llevó la victoria en casa y a domicilio). Y ahora, viene el castigo. Su continuidad parece muy improbable para la próxima temporada, aunque esgrima el récord de puntos como aval para mantenerse en el cargo.

La imagen más notoria de la derrota se significaba en el rosto (y la actuación) de Cristiano Ronaldo. El ‘fabuloso CR9’, bautizado así por la Prensa madrileña y convertido en el tótem merengue de Florentino, dejó una impresión más bien pobre. Desdibujado y difuminado en La Rosaleda, el delantero portugués estuvo lejos de sus últimas actuaciones, desmotivado y convencido de que el milagro era imposible. Porque el Barça había ganado todo lo que debía ganar y dependía de sí mismo para conquistas la Liga.

La resignación de la plantilla merengue era evidente. Y en sus rostros se dibujaba la amargura de la derrota. Después de tantas jornadas persiguiendo a un fantasma y frustrado el sueño de alcanzar a los culés, el ánimo de los jugadores de Pellegrini se vino abajo estrepitosamente, hasta el punto de que ni tan siquiera pudieron ganar al Málaga. Por cierto, el ‘villarato’ apareció en La Rosaleda cuando Undiano se tragó un clamoroso penalti que bien podría haber significado el 2-0 y provocar mayor sonrojo en las filas blancas.

Los tres segundos de Guti, esos fatídicos momentos donde sale a relucir lo peor del díscolo jugador, aparecieron cuando todo parecía perdido. Se encaró ante un linier, y se enfrentó a su delegado Chendo cuando éste le reprochó su conducta. Nunca se ha caracterizado por su buen Norte, pero la derrota en Málaga sacó a relucir el monstruo que le devora y lleva dentro.

Los jugadores desaparecieron de inmediato del campo y se refugiaron en el vestuario visitante, a pasar el mal trago de la victoria de su gran adversario y olvidar cuanto antes que han vuelto a quedarse en blanco. Y, sobre todo, que un equipo no se hace a base de talonario. Cierto es que el Real Madrid fichó a varios de los mejores jugadores del mundo para iniciar la temporada, pero la chequera no asegura formar un equipo con garantías de éxito. Y Florebtino ha caído dos veces en su misma trampa.

Ahora, la Prensa madrileña invoca el nombre de Mourinho para ocupar el banquillo merengue. El único que ha sabido derrotar a los hombres de Guardiola, aunque sea a base de negar el fútbol, es el candidato idóneo para acabar con la bicha. Y aunque solo sea por eso, alimentarán de nuevo los sueños merengues sin importar para nada la esencia del juego. Mientras, el Barça aspira a seguir enamorando con los jugadores de la cantera. Esos magníficos bajitos que tienen aún en sus botas y en su cabeza mucho fútbol por delante. Y que encima encadilan a la afición.