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Ángel Lázaro

El cascarrabias

Cerdos en el metro

¡Qué cosas nos depara el ser políticamente correctos! Resulta que Metro Bilbao está a punto de aceptar que los usuarios viajen con sus mascotas y tan solo espera el visto bueno del Gobierno vasco para eliminar la prohibición que impera ahora. Al parecer, la sensibilidad de los mandatarios del metro ha cambiado desde que se inauguró este transporte que el próximo noviembre cumple quince años.

Las recomendaciones del Ararteko y el reglamento Europeo sobre derechos y Obligaciones de los Viajeros del Ferrocarril son los dos argumentos que se esgrimen desde la operadora para permitir la presencia de animales en los coches del suburbano. Al parecer, los viajeros podrán viajar con sus mascotas sin pagar ni un céntimo más, aunque deberán llevarlas en brazos o hacer que permanezcan a sus pies; con correa y bozal. Quedarán al margen del reglamento los animales que sean peligrosos o molestos por su forma, volumen, ruido u olor, así como cualquier especie exótica, reptiles e insectos.

No me digan que no les resulta curiosa esta distinción que al cascarrabias le sume en una profunda confusión. Imagínense ustedes que a alguien le da por criar un cerdo en casa, como animal de compañía. Y que cada poco tiempo se le mima, lava, peina y perfuma haciéndole pasar por todo tipo de controles veterinarios y estéticos. Vamos que, más que un cerdo, podría pasar por un bonito cochoncito, suave y molón. ¿Podría llevarlo en mis brazos por las profundidades de Bilbao en un viaje desde San Ignacio a Bolueta, por ejemplo? ¿Qué documentos precisaría para demostrar que es mi mascota y que con ella paso los mejores momentos del día? ¿Dónde podré alardear de mi cerdo y así congratularme ante las autotridades metropolitanas de su fina y exquisita conducta?

Como ven , la cuestión puede llegar a ser, cuando menos, compleja. Les pongo otro ejemplo; ¿los insectos de los que se habla en el reglamento pueden campar a sus anchas cuando no son de nadie? Es decir, que yo no podría llevarlos; pero si se meten como polizones (y no me digan que no han sufrido alguna picadura molesta en estos años o han visto sobrevolar los coches a moscas, mosquitos y otros animales de esta categoría), uno se tiene que aguantyar y no se puede quejar ante la autoridad competente. Ahora bien, como se vea a alguien que trata de introducir a su mariposa de mil colores en el metro…. zás…. denuncia al canto.

Aún se me ocurre otro problema de difícil superación para los custodios de las normativas del metropolitano. Nos hemos puesto tan exquisitos que a mí el pit-bull que tengo en mi casa me parece un angelito, aunque de vez en cuando se entretenga en jugar con los tobillos y piernas de todo bicho viviente. El angelito se aburre y solo trata de divertirse, pero no muedre en serio. No le catalogo, como a otros vándalos perrunos, en la categoría de peligrosos. Porque a mí me quiere que es una barbaridad. Así que ni corto ni perezoso le llevaré a dar una vueltecita por ahí en plena canícula, con el metro abarrotado de gente, y le haré que se siente a mis pies junto a la barra de la plataforma de cualquiera de los coches. Pero que nadie se queje si el animal se siente ofendido y se lanza a cuatro patas contra el tío (o la tía) que haya osado pisarle el rabo (aunque no lo tenga). Porque no me digan que no está lleno de maleducados nuestro querido metro.

Llevar una pitón o una cría de cocodrilo ya se ve que va a ser imposible. ¿Pero las tarántulas en qué categoría deben incluirse? ¿Dónde se podrá comprobar la lista de animales que sí pueden o no viajar en el metro, aunque vayan acompañados de sus amos?

Ya ven que hay situaciones que los gestores del metropolitano deben resolver cuanto antes, para evitar las discusiones en el andén. Esperemos que, al menos, estos se hallen libres de las deposiciones de nuestras queridas mascotas, porque lo que es la calle y las aceras se encuentran llenas de esos magníficos regalitos que dejan los enamorados de los animales. ¡Qué caramba! también tienen derecho a cargar o mear donde quieran y no pueden ser forzados a hacer sus necesidades donde nosotros queremos. No vaya a ser que la Protectora de Animales nos denuncie por acoso y mobbing perruno.

Por Ángel Lázaro

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