No sé ustedes, pero a mi la palabreja de marras se me ha quedado grabada en el cerebro (cada día el disco duro es menos permeable a los nuevos términos) entre otras cosas por los sucesos acaecidos en enero del pasado año. Ciclogénesis explosiva, un fenómeno meteorológico extraño pero que ya se ha registrado en España en anteriores ocasiones, y con el que nos amenazan los meteorólogos para este fin de semana. La cuestión es que una profunda borrasca que nace en el Atlántico y que se desplazará hacia el Cantábrico nos va a sacudir de lleno a finales de este mes. Vientos de entre 90 y 130 kilómetros por hora y un temporal marítimo con olas de seis metros serán las consecuencias más visibles de este nuevo temporal. Y es que esto es un sinvivir.
Los expertos en meteorología aseguran que la borrasca se está empezando a formar ahora y, debido a una serie de factores diversos que concurrirán a la vez, se convertirá en una ‘ciclogénesis explosiva’, es decir una borrasca con un ciclo de vida muy corto, de entre 24 y 36 horas, “pero muy intensa y con vientos muy fuertes”. La borrasca, que ahora se está formando en Madeira, “rozará” las islas occidentales de Canarias, y se irá “reforzando” en su camino hacia la península, de tal forma que se prevé que aparecerá mañana por la noche en Canarias y durará hasta primeras horas del domingo 28 de febrero.
Hace poco más de un año (24 y 25 de enero ) se produjo una situación similar en el norte de la Península y en 1998 otra ciclogénesis explosiva en el Cantábrico dio lugar a una tempestad que provocó el hundimiento del pesquero Marero, del País Vasco, y la muerte de sus ocho tripulantes. Según los expertos, los efectos de este fenómeno pueden ser devastadores y similares a los de un ciclón tropical aunque no se trate de un ciclón propiamente dicho.
Sólo espero que en esta ocasión la alarma no nos coja despistados y que todos los servicios se pongan a la tarea. Que se prevean con tiempo para actuar los planes que proceden llevar a cabo y que, de esta forma, el fenómeno no provoque los cortes de luz y las angustias que eso lleva en la población.
Espero que las alarmas que conllevan este tipo de fenómenos estén menos dirigidas a acongojar a la población que a poner las pilas a los servicios de emergencia, porque de ser al revés, mal vamos. No nos vale que nos avisen de lo que nos puede pasar, porque se supone que las emergencias están para evitar los problemas. Y si se sabe con antelación que se pueden producir, habrá que poner los efectivos suficientes para contemplar las posibles deficiencias en los servicios más sensibles.
Estáis avisados, no es un cartel de aviso que nos puedan poner a los ciudadanos. No se trata de ponerse la venda antes de que llegue la herida. Sino de evitar precisamente que resultemos afectados. Si el fenómeno desborda todas las previsiones, afrontaremos las consecuencias; pero que no sea por falta de medios y por reflejos. La advertencia está sobre la mesa.