Hace tiempo que vengo dando vueltas a este asunto porque cada vez son más las cosas que no me gustan del metro de Bilbao. Y cuando hablo con otros compañeros y amigos veo, con cierto alivio, que no sólo me ocurre a mí (uno reconoce que es bastante raro, y ese defecto quizá no lo ve en otros colegas), sino que somos muchos los que creemos que nuestro metro adolece de muchos y ‘graves’ problemas.
No sé si ustedes han visto ese anuncio en el que un niño va diciendo en voz alta las cosas que no le gustan y que los adultos les obligan a hacer. Se trata de la publicidad de un coche y el mensaje con la voz de niño dice algo así:
“No nos gustan las acelgas, no nos gusta cantar… ni bailar; no somos marineros; nos gusta tocar la batería,. No nos gusta vestirnos de flor y no nos gusta escuchar siempre que ser padre es difícil, porque ser hijo… tampoco es fácil”. (pincha aquí si quieres recordar el spost)
Al hilo de este spot publicitario me propongo escribir una lista de las cosas que no me gustan de nuestro metro y que dejo abierta para que se sumen a ella cuantos quieran. A lo mejor completamos un capítulo importante de reivindicaciones que podríamos enviar a los responsables de este transporte para que traten de subsanar algunas deficiencias ahora que están próximos a cumplir los tres lustros de vida y que aún están a tiempo de corregir. No los pongo en orden de importancia, sino como los voy recordando.
No me gusta la mala educación de los viajeros del metro; la gente que ocupa el ancho de las escaleras y que no se arrima a la izquierda, como así lo advierten los iconos colocados estratégicamente en la columna de los pasamanos automáticos (sí por donde corre la cinta negra). No digo ya nada de esos que no esperan a que se desaloje el coche y que entran avasallando y empujando a los que abandonan el tren. Se conoce que se perdieron aquellos mensajes de “antes de entrar, dejen salir”. Y no digamos los que, sin considerar a quienes esperan prudentemente a que abandonen los pasajeros el metro, se precipitan puertas adentro sin respetar el turno de entrada. La ley de la selva se impone.
La misma ley de la selva hace su aparición en el interior de los coches. La escena siempre es similar. La gente se agolpa en la plataforma (los pasillos están libres, por cierto) y en cada parada el mismo espectáculo: los que no bajan se mantienen impertérritos en su sitio y los que van a descender se ven obligados a porfiar y ganar el espacio hasta la salida. Cuestión de cultura o civismo
Capítulo aparte merecen los asientos de las plataformas. ¡Que los supriman, por favor! Ante el mal uso que se hace de ellos (se ocupan aunque el tren vaya vacío, pero cuando va hasta arriba….raya la desesperación), lo mejor es que los hagan desaparecer. El icono señala claramente que los que van sentados ahí deben ponerse de pie en cuanto se vaya ocupando la plataforma. ¡Pero si quieres arroz, Catalina!
Y sin abandonar la plataforma, también eliminaría la barra de sujeción colocada en el centro y, sobre todo, la que tiene tres agarres suplementarios. ¡Esa sí que gusta! Y gusta tanto que los viajeros se reúnen a su alrededor y viajan hasta su destino sin abandonar un centímetro el metálico tesoro. Importa bien poco el agobio en el exceso de ocupación d ela plataforma: entre los que vajan asidos a la famosa barra, los que van sentados en las sillas plegables y los que se colocan a la entrada del pasillo, el resto se ve obligado a sortear los mil obstáculos y se van amontonando, aunque el vacío luzca en los pasillos. Claro que eso sucede porque no hay donde agarrarse si no vas en esa zona (en otros transportes existen correas, barras o sujeciones a la altura de la cabeza de los pasajeros)
Por cierto, parece que han vuelto a reponer los muelles en algunos de los asientos plegables, porque otra vez se producen sacudidas cuando quedan vacíos y el viajero que los desaloja no tiene la prudencia de colocar la mano para evitar el golpe contra el respaldo. Hay veces que suena como si explotara un petardo.
Tampoco nos gusta el sistema de megafonía. ¿Alguna vez han oído un mensaje nítido cuando se ha producido alguna incidencia? No lo he conseguido aún y miren que viajo cuatro veces al día casi desde que se inauguró el 11 del 11 a las 11 de 1995. Pero qué quieren que les diga: fallaba desde el principio y ese pedigrí no parecen estar dispuestos a soltar los responsables del metro. Que se note, que se note.
Eso sí, el ruido en el interior…. ¿Qué me dicen que de esos que llevan los cascos en las orejas (me imagino que no los llevan en las suelas porque ya no hay herreros, pero por lo burros que parecen deberían haber pasado por la fragua) y con el volumen a todo trapo para deleitarnos el viaje con su chuntachuntachun machacador a los que no somos tan afortunados como ellos?. Y además se juntan a primera hora de la mañana, cuando el humor de la jornada que nos espera aún domina nuestra mente. Y si se te ocurre echarles una mirada de reproche… el careto que te ponen es de ‘vete a tomar vientos’. No digo nada si comentas con el vecino de viaje, este se va a quedar sordo.
Tampoco me convencen esas conversaciones a través del móvil que se traen los vecinos de asiento y que, en más de una ocasión, me ruborizan a mí en lugar de a quien la tiene. Donde se exponen sin tapujos situaciones tan personales como una bronca con la pareja, el tejemaneje de la oficina o la discusión por una factura del taller del coche o de la última prenda adquirida a plazos en un comercio muy conocido. ¡Y a mí que me importa, oiga! A mis problemas cotidianos debo añadir las cuitas de los compañeros de viaje. Y eso es un sinvivir.
No me gusta que alguien a mi lado vaya mascando chicle y, no solo haga ruiditos cuando se propone hacer un globo, sino que mastique con la boca abierta chascando la lengua con el paladar constantemente. Y se muestran felices y encantados aún a sabiendas de que van molestando
No me gusta encontrarme el asiento libre con un periódico gratuito arrugado sobre él que ha dejado algún considerado en el sitio que ha ocupado para que otro pueda disfrutar de su lectura. No sé a otros, pero a mí el efecto que me causa es de dejadez y escasez de limpieza. Cuando no lo ves en el suelo porque molestaba en el asiento donde permanecía tirado.
Nos gusta viajar sin agobios. Y bastante tenemos ya con la masificación que sufrimos en horas punta como para que el ecológico de turno decida subir con la bicicleta porque ya va cansado y no es cuestión de seguir pedaleando. Penetra con ella impasible, aunque vaya chocando con las ruedas con todo hijo de vecino. Y es que él tiene tanto derecho como los demás.
También nos disgusta viajar hacinados. ¿Para cuándo estarán todos los convoyes en hora punta con cinco coches? Desde que se inauguró, no para de crecer y, sin embargo, se ha mantenido con convoyes de cuatro coches sin importarles para nada la masificación.
Dejo la lista aquí (de auténtico cascarrabias) a ver si alguien se anima y completa esta larga lista de las cosas que no me gustan del metro de Bilbao. Seguro que hay muchas más cosas. ¡Animo!