Visto lo visto, este país no tiene solución. Casi dos décadas nos ha costado enterrar la guerra de las banderas en las fiestas de las tres capitales vascas y ahora nos metemos en otra. El PNV organizará el próximo 4 de julio una marcha montañera con ikurriñas al monte Gorbea, en protesta por la colocación el pasado día 17 de dos banderas españolas en la torre metálica de la cruz que corona esta cima, durante unas maniobras del Ejército de Tierra. La marcha montañera se ha concebido como un “homenaje a la ikurriña” y ha instado a los montañeros vascos a acudir ese día hasta a la cumbre del Gorbea portando ikurriñas.
Las fotografías publicadas estos días en los medios de comunicación han hecho saltar las alarmas en las filas nacionalistas. Cual reconquista de los espacios prohibidos, se lanzan ahora a lavar ‘la ofensa’ militar, después del atrevimiento de uno sus mandos quedecidió colocar la enseña española en la cruz sagrada del Gorbea. Y el ‘sacrilegio’ debe ser prontamente reparado y sacralizada la cruz metálica de nuestra cima más alta (hablo de Euskadi sur, por supuesto) con la bandera vasca.
La desazón que ha provocado en el PNV este gesto de los militares ha llevado al Grupo Parlamentario de los jeltzales a plantear tres preguntas en el Congreso pidiendo explicaciones por escrito de la ministra de Defensa, Carme Chacón, por haber “engalanado” la emblemática Cruz.
La conquista del Everest en la expedición Tximist de los años 80 se celebró con la colocación de la ikurriña en el punto más alto de la cumbre. Y no creo que las autoridades nepalíes (o las chinas si la gesta tocó la cara china que no me he ocupado de mirarlo) se rasgaran las vestiduras por hollar el pico asiático con la bandera vasca. No digo que subir al Everest y al Gorbea tenga el mismo mérito (sé de algún malpensado que ya estaba mesándose los cabellos por haber osado a poner este ejemplo), pero sí que el acto de colocar una bandera parece una costumbre o un gesto nada inhabitual en este tipo de actividades deportivas.
Cuando el cascarrabias era joven y subía al monte, la mochila reglamentaria no incluía enseña alguna; más bien había sido cargada con el tuperware correspondiente, algún jersey de abrigo y el chubasquero de emergencia que por esas alturas el riesgo es evidente.
¿Qué quieren que les diga? Personalmente, me parece que los militares han hecho una auténtica tontería envolviendo la cruz en la bandera, pero que alguien se rasgue las vestiduras por este gesto, aún es más insensato. No creo que la iniciativa inicial fuera una provocación, como así lo han considerado en el mundo abertzale, y tampoco me parece acertada la indignación nacionalista. Pero me temo que estamos abocados a una guerra de banderas. ¡Qué cruz!