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Ángel Lázaro

El cascarrabias

El muro de la vergüenza de Euskadi

Algunos creerán que es un asunto menor. Al menos, por el tratamiento que se da en los medios podía parecerlo. Pero el cascarrabias cree que no es un tema baladí. Agentes de la Ertzaintza han retirado a primera hora de esta tarde los carteles con fotografías de varios presos de la banda terrorista ETA instalados en una verja de una céntrica plaza de la localidad guipuzcoana de Mondragón, tras recibir esta mañana una orden de la Fiscalía de la Audiencia Nacional. La decisión de la fiscalía se ha adoptado al considerar que las fotos constituyen un delito de enaltecimiento del terrorismo y humillación de las víctimas y ha abierto una investigación por este asunto.

No sé si es casualidad, pero hace una semana larga, durante el homenaje que el PSE rindió a Isiaís Carrasco, Patxi López aseguraba que si él salía elegido lehendakari acabaría con “el muro de la vergüenza” de Mondragón donde se exponen las fotos de una decena de presos de ETA. Y ahora interviene la Ertzaintza, que cumple rauda la orden de la Audiencia Nacional.

No puedo por menos de preguntarme -quizá me podáis ayudar en la respuesta- si es necesario que intervenga la Fiscalía para retirar esas fotos. Quizá durante años nos hayamos acostumbrado -nosotros, la Ertzaintza y quienes dirigen el cuerpo policial vasco- a ver los rostros de los presos en las paredes de los comercios, en los bares y en las plazas principales de nuestros pueblos.

Quizá estemos vacunados contra el horror que deben de sentir miles de personas que viven en los pueblos de la Euskadi profunda ante semejante exposición. La parafernalia batasuna se ha impuesto durante años con total impunidad. Es evidente que a nadie se le ocurre poner la foto de Hitler o de Pinochet en la plaza de Errentería, por poner un ejemplo. O la del violador del Ensanche en los bares de San Cugat reclamando, además, su excarcelación. Sin embargo, nadie ha cuestionado que se expongan los rostros de convictos etarras, con varios crímenes acumulados a sus espaldas. Más al contrario, se les recuerda como héroes y se les rinden homenajes populares en cuanto recobran la libertad.

Muros de la vergüenza que quizá nunca debieran de haberse consentido -mejor no quitarlos para no provocar, se decía en una vana esperanza de conciliación-; paredes de la ignominia, expositores de los atentados de ETA. Sin ningún pudor.

Por Ángel Lázaro

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marzo 2009
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