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Manu Arregi Biziola

El navegante

Un paseo astronómico-científico por Londres – Los museos

El fin de semana pasado estuvimos de fugaz escapada en Londres. Y, como en todos mis viajes, además de la visita de rigor a los lugares de interés general, tratamos de visitar los lugares de interés científico-astronómico. La verdad es que las guías no ayudan demasiado en este particular. La sensación, después de haber estado allí, es que se debe, en parte, a la poca importancia que le dan los propios londinenses a lo que tienen.

Science Museum

Comenzamos la escapada el jueves y la visita el viernes, el mejor día, porque el fin de semana llega la invasión turística. Lo primero que hicimos fue visitar el Museo de Ciencia y el Museo de Historia Natural, a pie desde el hotel, que teníamos cerca de Victoria Station. No son excesivamente grandes las distancias en Londres, pero tampoco se puede decir que quede cerca. Lo que sucede es que nos encanta callejear y conocer así de paso la ciudad.

Como lo nuestro no tiene remedio, lo primero que visitamos es la tienda, en busca de cachivaches que sorprendan. Ligera decepción. Lamentablemente las tiendas de los museos de Ciencia se parecen cada vez más a las jugueterías. Y me parece fatal que engañen a la gente con productos como My Mistery UFO. La cosa tiene truco y eso que te hacen creer que vuela, lo hace gracias a un hilo. Ya les vale.

Por lo demás, el museo no es de los que nos gustan a nosotros, esos de tocar y trastear, sino de los de mirar objetos dentro de una vitrina. Lo más destacable de lo que vimos, la parte de historia de la aviación, con varios aviones del tipo del de los hermanos Wright. Y en la parte dedicada al espacio, el modulo del Apollo X en el que los astronautas de aquella misión Thomas Stafford, John Watts y Eugene Cernan, regresaron a la Tierra tras orbitar la Luna. Chulo, pero después de haber visto hace unos años el del Apollo XI en el Smithsoniam de Washintong, no impresiona.

También hay, en la misma sala, una reproducción del modulo Eagle, el que alunizó. La sensación que da es de fragilidad. Leo a posteriori en El beso de la Luna. que también se encuentran en este museo, al menos en 2006 cuando lo visitó Paco Bellido, el espejos primario de uno de los telescopios de William Herschel y “el espejo del famoso telescopio del tercer Earl of Rosse, durante 50 años, a mediados del siglo XIX, fue el espejo más grande del mundo”. Si siguen allí, la verdad es que no los localizamos.

Algo envidiable de los museos londinenses, que ya pudiéramos imitar aquí, es que la entrada es gratuita. Solo se paga para entrar en las salas IMAX y planetarios que hay en ellos. Algo que, por falta de tiempo, no pudimos hacer.

Museo de Historia Natural

Justo al lado del Science Museum esta el Museo de Historia Natural. Mucho que ver también, aunque solo visitamos lo que más nos atrae: los dinosaurios. Nada más entrar, el imponente esqueleto de un enorme diplodocus. Y una buena colección de fósiles lo acompañan. Visita breve, pero, como es gratis, nos lo podemos permitir.

National Gallery

Pateada hasta el centro para visitar la National Gallery. Visitamos, básicamente, los cuatro o cinco cuadros más famosos. Aunque hemos de reconocer que casi todo el rato lo pasamos delante del siguiente cuadro.

Se trata de Los embajadores de Hans Holbein. La obra es famosa por la calavera anamórfica a los pies de los dos caballeros. Es sencilla de ver colocándose en la parte derecha del cuadro y viéndolo de lado. En la pantalla del ordenador, lo mismo. ¿Véis la calavera? Pero ese cuadro tiene muchísimo más y es de obligada visita para cualquier aficionado a la Astronomía. Si queréis saber por qué, leed este post de La Aldea Irreductible.

De camino a la National hemos pasado por delante de los famosos almacenes Harrods y de la Royal Academy of Arts. En esta, se anuncia una exposición itinerante de Van Gogh. En la propaganda de mano solo aparecen un par de cuadros y algunas cartas. Mi mujer, que entra, se encontrará dentro con algunos de los más conocidos cuadros de Vincent, que han venido, temporalmente, desde Ámsterdam. Sorprende lo mal que lo anuncian. Esta exposición es de pago, eso sí. Y cuando se paga, se paga de verdad. 12 libras, casi 14 euros al cambio.

Royal Institution – Museo Faraday

Como no sabía que era una exposición tan buena, aproveché el rato para irme yo al cercano Museo Faraday. A escasos 300 metros de la Royal Academy en Albemarle Street. El sorpresón del viaje. Fui con la idea de ver el laboratorio de mi admirado Faraday… y me encontré de bruces con la sede de la Royal Institution (RI) –no confundir con la Royal Society, anterior a la RI-. La Royal Institution podríamos decir que fue la cuna de la divulgación científica a través de sus famosas y concurridas conferencias. Sigue en la misma sede desde fundación, este edificio de la calle Albemarle que veis aquí al lado. Tal y como era antes y tal y como está ahora.

Como en el resto de los museos, la entrada es libre y uno de pasea por allí como Pedro por su casa. Más en este caso, porque poca gente visita esto que las guías y mapas anuncian como Museo Faraday. El museo está en el sótano y en el hay una reproducción del laboratorio de Faraday, que no estaba aquí, y varios de sus cachivaches eléctricos. Aquello es un templo para un profesor de Física como yo. Seguimos paseando, visitamos la biblioteca, en la que nos gustaría poder pasar un día entero, y, de pronto, nos encontramos con la sala de conferencias. El lugar nos resulta familiar. Hemos deseado estar aquí cientos de veces. Pero en los buenos tiempos. En el siglo XIX, cuando, en las conferencias, Faraday y otros hacían experimentos en directo, ante el asombro de los ciudadanos. En esta sala Humphry Davy, reveló por primera vez el sodio, Michael Faraday enunció su teoría de campos del electromagnetismo, JJ Thomson anunció la existencia de la partícula fundamental más tarde se llamó el electrón … ¡Pero como es posible que este lugar no se anuncie en las guías!

A destacar también las Conferencias de Navidad para niños, que se siguen celebrando y son retransmitidas por televisión. ¿Nos imaginamos a nuestras maravillosas televisiones poniendo algo así?

Desgraciadamente, la explosión de una subestación eléctrica destruyó la sala en 1927. La reconstrucción se hizo de manera minuciosa, pues se trataba de conservar su extraordinaria acústica. De hecho, al entrar allí su forma recuerda de inmediato a los anfiteatros romanos.

Abandonamos el lugar plenos, lamentando únicamente no haber podido comprar en la tienda una camiseta o algún recuerdo similar de la RI. Les falla el marketing a estos ingleses.

Reunión con mi mujer en Picadilly Strett. Ella contenta con Van Gogh, yo más con la visita a la RI. Rematamos la jornada con la visita obligada al British Museum. Pasamos por las cuatro cosas fundamentales, gratis, una vez más, con la Piedra Rosetta al frente (en la foto). Dejamos el lugar con la sensación de pena de no poder ver obras como el friso del Partenón en su emplazamiento original y de pensar en lo vacío que quedaría el BM si los ingleses devolvieran todo lo que se trajeron.

Terminamos la larga jornada tomando unas pintas con un amigo de toda la vida que vive desde hace años en Brighton y trabaja en Londres. Muy concurridos y animados los pubs. Como explica mi amigo, es viernes, fin de mes, y la gente acaba de cobrar. ¡Si es que en todas partes somos parecidos!

Mañana la segunda parte.

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