Aunque todos conocemos la famosa lluvia de estrellas de agosto, las Perseidas, la verdad es que tenemos lluvias de estrellas todos los meses, si bien en la mayoría de los casos no suelen ser espectaculares. Pero no siempre es así.
Ya hablaremos en su momento de las Gemínidas, quizá la lluvia anual más espectacular y que se produce en diciembre. Nos ocupan ahora las Leónidas. La de las Leónidas es en realidad la lluvia de estrellas periódica más increíble y alucinante de la que se tiene noticia. Desgraciadamente, el gran espectáculo se hace de rogar. A continuación veremos por qué.
La lluvia de las Leónidas, como el resto de lluvias, está relacionada con un cometa. Los cometas, al acercarse al Sol, se calientan y desprenden el material que conforma sus características colas. Si la Tierra se cruza con posterioridad con esa nube de partículas desprendidas del cometa, estas entran en la atmósfera y se desintegran por fricción, dando lugar a las llamadas estrellas fugaces.
El cometa asociado a la lluvia que nos ocupa es el Cometa Temple-Tuttle, que recibe ese nombre por que lo descubrieron, de manera independiente, Ernst Tempel ee 19 de diciembre de 1865 y Horace Parnell Tuttle el 6 de enero de 1866. Este cometa tiene un periodo orbital de 33 años, lo cual significa que cada 33 años el cometa deja un rastro nuevo de partículas, incrementando considerablemente la siguiente lluvia. De manera espectacular. Veamos, sino, los siguientes ejemplos.
1833, New Orleans
1833, Cataratas del Niágara
1913, Oslo
En realidad, en estos casos no se habla ya de lluvias, sino de tormentas de meteoros (tasa de más de 1000 por hora). Hay noticia de las tormentas de Leonidas al menos desde el 902 de nuestra era, por parte de astrónomos chinos. Humbolt vio la de 1799 desde Venezuela “millares y millares de estrellas fugaces y bólidos de fuego cayeron durante cuatro horas consecutivas”, dejó escrito. Probablemente la de 1833 haya sido la mayor de todas. Según cuenta la wikipedia: “El 13 de noviembre de 1833 la costa oeste de Estados Unidos estuvo iluminada durante más de seis horas debido a las Leónidas. Iniciada poco antes de la medianoche Olmsted, de Boston, dijo que «su número era como la mitad de los copos de nieve que se observan durante una nevada», y contó más de 240.000 meteoros.”. Tuvo que ser realmente impresionante.
No siempre tiene lugar una tormenta cada 33 años, debido a que la influencia de los planetas gigantes del Sistema Solar desplaza la nube de partículas principal, dejándonos sin espectáculo. La última oportunidad de tormenta fue el 18 de noviembre de 1999. En el País Vasco estuvo nublado -para variar- pero un compañero que tiró hacia el sur recuerda aquella noche como una de las inolvidables de su vida. Fue un máximo muy estrecho -breve- pero intenso. Aunque sin llegar a ser una de las grandes tormentas históricas.
Mañana pondremos las previsiones para este año, aunque ya apuntamos que, en Europa, convendrá estar atento a partir de media noche. Las previsiones para América son peores.