Llevo un par de semanas inscrito en el foro Club Sur Astronómico. Es fantástico estar en contacto, a través de internet, con compañeros de afición del otro hemisferio. Os recomiendo también que os paséis por la web asociada a este foro, Sur Astronómico, que dirige Enzo de Bernardini.
Entre las historias que han circulado por allí estos últimos días, una preciosa -y triste a la vez-. No nos hemos podido resistir a pedirle permiso para publicarla aquí. Cada vez hay más luces en nuestros pueblos y ciudades y eso nos roba la posibilidad de contemplar uno de los más maravillosos espectáculos: el cielo. Fabian Quattrochi es un aficionado argentino que vive en Tres Lomas a unos 500 km al sur de Buenos Aires. El relato que sigue es un alegato en contra de la contaminación lumínica.
Era una noche típicamente aburrida… de esas que uno se sienta frente a la computadora solo para pasar el rato mientras se toma unos mates, ya que afuera el cielo era terriblemente escaso y poco prometedor, mostrando una especie de manto fino de nubosidad que me sacaron las ganas de mirar con el telescopio.
¡Otra noche desechable! Me dije a mi mismo, ya estoy cansado que siempre me haga esto; 300 noches malas y el resto, a elegir entre las irregulares y las peores.
En esto estaba (o sea refunfuñando), cuando de repente, la pantalla de la PC titiló dos veces y la TV se apagó y encendió de golpe, para luego quedar en total silencio y oscuridad… ¡Un gran apagón en el pueblo! ¡No lo podía creer! Salí corriendo a la calle y sí… ahí estaban todas esas estrellas de hermosos colores brillando como nunca ¡iluminando al pueblo! Era una visión imponente que me dejó boquiabierto.
¡Me sentí feliz! No perdí el tiempo y apunté mis ojos a las fantásticas Nubes de Magallanes, la Mayor había duplicado su tamaño y la barra central… ¡Era visible a simple vista! La Menor, mostró toda su irregularidad con gran belleza, como diciendo… ¿Has visto? Las feas también tenemos nuestro atractivo… Mientras blandía su medalla colgada a un costado de su cuello ¡47 Tucanae!
No sabía qué hacer, si sacar el telescopio o mirar con los prismáticos… ¿Cuánto tiempo de oscuridad tendría? Opté por lo último, y corrí para el fondo de casa. ¡Allí la vista era, por lejos, mucho mejor! Quise ver la galaxia Andrómeda y sí, en segundos la tenía dentro del alcance de mis binoculares. Era una vista realmente hermosa, centro oval, grande y brillante, con un tenue halo de color blancuzco mezclado con un suave tono celeste.
La sorpresa vino cuando bajé los binoculares y ahí estaba. ¡Era observable a simple vista! Como un manchón irregular que no superaba los 10 o 12 grados sobre el horizonte. No lo podía digerir… no me lo hubiera imaginado verla desde un pueblo a más de 500 km de Buenos Aires… Desde ya, estaba fascinado, colmado de alegría, no podía evitar la sonrisa.
Después dije, si ví M31, debo poder con M33… Y, al rato nomás la tenía en el campo visual, era grande, de color gris y algo ovalada pero muy sutílmente, con una estrella muy brillante por arriba. Ya me sentía satisfecho y como estaba cebado, me fuí hasta NGC253 ¡Que belleza! Blanca y con claros atisbos de espiralidad y, luego M77, pequeña y muy concentrada y… me di cuenta que era hora de… ¡sacar el telescopio!
Corrí al galpón, primero saqué la base de 70cm de diámetro, luego el telescopio con su tubo de casi 44cm de diámetro y una altura de 2 metros y, finalmente una mesa, las cartas, oculares y mi inseparable linternita roja. Me traje el equipo de mate desde la casa (por supuesto), y… ¡a disfrutar!
Cuando iluminé mi carta buscadora, noté algo extraño… ¿Seria posible que mi linterna hubiese perdido la tapita color punzó y diera como consecuencia una luz blanca y molesta…?
En la tranquila noche se escuchó un grito de angustia… ¡Como con bronca contenida! Y sí… Se acabó la fiesta… La compañía de luz había arreglado el desperfecto y, las estrellas ya estaban escondidas detrás de su grotesco vestido de luz prestada… Me quedé con la bombilla del mate* pegada a mis labios, balbuceando algunos insultos muy conocidos entre todos los aficionados a la astronomía… ¡Maldita contaminación lumínica…! Maldije a políticos y ambientalistas despreocupados por estos temas y, me fuí… al estilo de la foca del programa “Justo a Tiempo“. La tristeza me invadió velozmente…
Y volví en silencio a la computadora, donde comencé, solo con mi mate y, sin ganas de guardar el equipo.
Fabian Quattrochi, aficionado a la astronomía
Tres Lomas, provincia de Buenos Aires (Argentina)
* El mate es una infusión de yerba con azucar y agua caliente. La yerba, es una planta que se cosecha en Argentina. Eso que sobresale en la imagen es una bombilla que se lleva a la boca. Es una costumbre que viene de los gauchos de la Pampa