Fui con ilusión a ver la nueva película de Alejandro Amenabar. Había leído críticas realmente buenas, sobre todo desde mi mundo de la astronomía. Para poder verla cometí el sacrilegio de salirme de una charla de Javier Armentia cuando más interesante se estaba poniendo. Sí, Javier, no se si leerás esto, pero fui yo el que, con gran pena, se salió el martes de tu charla en el Kutxaespacio de Donosti. El tiempo escasea y aprovechamos el viaje para oír parte de tu charla y ver ÁGORA.
Cuando iba en el coche, camino del cine, me alegraba pensando que iba a ver una película que en los próximos años pondría a mis alumnos de Astronomía. Suelen ver, todos los años, “Furia de Titanes”, “Apollo 13” y “Contact”. “ÁGORA” jamás la pondré.
No es la película que yo esperaba. Albert Einstein parece que dijo una vez: “Sólo dos cosas son infinitas, el universo y la estupidez humana, y de lo primero no estoy seguro”. De la estupidez humana es precisamente de lo que trata la película. Y muestra que puede llegar a ser realmente infinita. Y lo hace de una manera contundente.
Las cosas claras. Es una buena película. Apropiada para que la ponga mi colega de Filosofía o en clase de Ética. Entré con la idea clara que de salir antes del final (y lo hice). Conociéndolo por el libro “El incendio de Alejandría” (libro muy ameno, de obligada lectura), prefería ahorrármelo. Pero tuve que hacer un esfuerzo para no salirme antes. No habla de Astronomía como yo esperaba. No se ve el esplendor de la biblioteca de Alejandría*. No se ve a Hipatia hablando en el ágora. El horror humano lo invade todo. Lo que puedo reprochar a Amenazar es como está vendiendo la película en los medios (Astronomía por todas partes). No va de eso la película. El año de la Astronomía que estamos celebrando se merecía otro tipo de película.
De la “hipótesis de Hipatia” decir que es simplemente ridícula. Va en la dirección de quienes defienden que si hubiésemos conservado los libros de la biblioteca (no los de la época de Hipatia, sino todos, porque la biblioteca había sido arrasada ya antes) todo hubiera ido más rápido y estaríamos ya, quizá, habitando Marte y viajando a las estrellas. Pero una cosa es eso y otra saltarse 1200 años hasta Kepler. Demasiado. Sí me parece una genialidad recurrir a las cónicas para justificarlo de alguna manera.
Es parte del lenguaje cinematográfico, pero no me gusta el juego de colores. Los malos visten de oscuro (más oscuro cuanto peores son) y con colores claros los buenos. Hipatia es, además, la única mujer que aparece en toda la película.
Es interesante pasarse por la web de ÁGORA y descubrir que muchos de los personajes son reales. También sirve para darse cuenta de que la película no llega a lo que pretende. El actor que da vida a Davo no transmite, ni de lejos, lo que Amenabar apunta sobre el personaje en esa web. El otro enamorado de Hipatia, Orestes, también está muy flojo y dejan bastante coja a la película.
Regresando a la astronomía, me esforcé tratando de reconocer alguna constelación en las ocasiones en que, fugazmente, se muestra el cielo. En vano. No reconocí ninguna, porque, probablemente, no las haya. Desde luego, cuando habla Hipatia de la conjunción de planetas en Acuario, que casi seguro no se corresponde con ninguna realidad histórica, en el cielo no se ve ningún planeta. Son mucho más brillantes que las estrellas de Acuario y hubieran destacado mucho. Podría haber guardado un poco de los 50 millones de presupuesto para poner un cielo más real.
En fin, un desengaño. La película tiene a su favor que muestra, como pocas veces, las barbaridades que se cometían en aquellos tiempos (que por desgracia se siguen cometiendo aún) en toda su crudeza. Pero termino repitiendo que pienso que el Año de la Astronomía se merecía otra película.
* Eso está bien reflejado porque en la época de Hipatia la biblioteca era una sombra de lo que fue.