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Manu Arregi Biziola

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El nuevo anillo de Saturno, la verdadera historia

Hay veces en que la ciencia se transmite muy mal. Un claro ejemplo lo tenemos en la noticia reciente del descubrimiento de un nuevo anillo en Saturno. Todos los medios se hicieron eco de ello, pero lo que destacaban era las colosales dimensiones del anillo. Eso sí, nadie mostraba el anillo, sino un dibujo hecho en ordenador. ¿Es que no había imágenes del anillo?

La noticia no atrajo en absoluto nuestra atención. Un nuevo anillo en Saturno. Bien. Sin más. Pero cuando buscábamos datos sobre el resultado del impacto sobre la Luna, descubrimos, por casualidad, que la historia del descubrimiento del nuevo anillo de Saturno es realmente interesante. En internet está contada, en algunos sitios, mejor que en las ediciones impresas de los periódicos.

Los anillos y los satélites de Saturno dan mucho juego y hay tema para escribir un libro al respecto. Espero que algún día lo haga Esteban Esteban, director del Aula de Astronomía de Durango, que en sus charlas cuenta historias de lo más entretenidas sobre el tema.

Había un misterio en torno a Japetus, uno de los satélites de Saturno. Resulta que tiene una cara manchada, como podéis apreciar en la foto tomada por la sonda Cassini. El responsable ha sido localizado, Phoebe, otro extraño satélite de Saturno. Extraño porque parece ser una especie de cometa capturado por el planeta de los anillos. Como otros cometas, Phoebe desprende material, que da lugar a eso que en los medios se ha llamado nuevo anillo de Saturno. Que poco tiene por tanto que ver con el resto de los anillos. Este nuevo “anillo” esta inclinado respecto a los otros 27º, como la órbita de Phoebe. Lógico. Hay al menos otro anillo de Saturno, llamado E, producido por materiales desprendidos de otro satélite, Enceladus, pero están en plano con el resto. Aquí tenéis un esquema de los anillos principales, E incluido. Y una fantástica foto de la Cassini de Enceladus (el punto negro) y la materia que va soltando.

Su forma, además, es diferente. Los anillos de Saturno los podemos describir como un disco relativamente plano con diferentes discontinuidades provocadas por los satélites. No nos compliquemos (ya dijimos que el tema daba para un libro), dejémoslo en disco plano. Este que produce Phoebe tiene forma de tubo curvo. Un donut, vamos. O lo que realmente conocemos nosotros como anillo. Todo esto se puede entender bastante bien en el siguiente esquema. El material que desprende Phoebe cae en Japetus porque el donut es realmente grande. Y de densidad bajísima. Por eso no se ha visto hasta ahora. De hecho, si nos encontráramos dentro de el, pensaríamos que allí no hay nada.

¿Por qué los periódicos no publicaron foto del nuevo anillo? Porque lo ha “visto” el satélite Spizer, de la NASA, que trabaja en el infrarrojo. El ojo humano es sensible a unas frecuencias de luz que llamamos espectro visible. Pero la luz tiene muchísimas más frecuencias que son empleadas en el estudio del universo. Supongamos que empezamos a calentar un trozo de hierro. Si lo calentamos mucho, llega un momento en que lo vemos rojizo. Pero aun antes de emitir luz roja, el trozo de hierro ya estaba emitiendo luz, infrarroja, que no veíamos. Todos hemos visto en la tele imágenes nocturnas en color extraño, verdoso, por ejemplo. Están tomadas por cámaras que graban en infrarrojo* y, para que nosotros las veamos, se reproducen en falso color. Al cabo de unos días, la NASA ha publicado ya alguna de las imágenes que tienen. La imagen es la del recuadro y, salvo para los expertos, no resulta nada espectacular.

Desgraciadamente el Spizer está al final de su vida útil y poco más puede hacer ya. Pero esta primavera fue lanzado el nuevo telescopio Herschel, que continuará su labor.

Resumiendo, aunque formalmente sea cierto que se ha descubierto un nuevo anillo en Saturno, para nosotros lo realmente interesante es que parece ser que se ha descubierto al culpable de manchar la cara a Japetus, Phoebe. Y como lo hace.

* Quizá parezca complicado, pero no lo es tanto. De hecho todas nuestras cámaras digitales tienen un filtro infrarrojo para evitar que se plasme en la imagen. Y luego van los astrofotógrafos y lo quitan, para captar así más luz.

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