Como quizá algunos ya se hayan perdido vamos a tener un momento de actualización. El mes apocalíptico vaticano, que comenzó con la dimisión de Benedicto XVI el 11 de febrero, se ha ido superponiendo con el mes apocalíptico italiano, que quedó definitivamente inaugurado el 24 y 25 de febrero, cuando fueron las elecciones y todo quedó patas arriba.
El mes apocalíptico vaticano parece ya ventilado y aquello ya está como la seda. Naturalmente, a Francisco ya empiezan a ponerle a parir en algunos corrillos. Se veía venir. En el sector vaticanista, donde hay muchos más papistas que el Papa, hay periodistas indignados con este hombre, por populista, peronista, simplón y no sé cuántas cosas más que le dicen. Ven peligrar los cimientos de la fe. Entre los tradicionalistas y fachorros llevan un mes apocalíptico particular, porque si ya les pareció mal que Ratzinger dimitiera que ahora salga un sudaca rojillo, o eso creen ellos, les tiene en un sin vivir. Encima hoy ha dicho que no piensa pisar el apartamento papal, que se queda en el hotelito de Santa Marta, a mezclarse con el personal en el desayuno.
En el apartado de egos alterados debemos reseñar dos casos de llamar a la ambulancia. Uno es el visir de los vaticanistas, el espesísimo Vittorio Messori. Probablemente no les sonará, pero es normal, hay que estar metido en el mundillo, no dejen que él les confunda. Si acaso síganle la corriente sin llevarle la contraria: estamos todos preocupados porque crece la sensación de que se ha vuelto definitivamente majara. Con la dimisión se cascó dos páginas en el Corriere della Sera, la mitad para explicar cómo se enteró de la noticia mientras vivía apartado del mundanal ruido en un convento aislado por la nieve. Pero peor fue cuando salió el Papa. Al día siguiente se marcó otro ladrillo con este asombroso titular, más o menos: “Yo ya lo había adivinado, he sido el único, pero no dije nada y se lo confié a un amigo a modo de notario para que ahora diga que yo ya lo había dicho”. Un delirio, oigan. En el periódico que anunciaba la elección del Papa, para Messori la noticia era él mismo. Se baraja la idea de dedicar el obelisco de San Pietro al ego de Messori, si modestamente nos hiciera este honor.
El otro caso grave es el de Magdi Allam, un egipcio pesado que hace unos años se hizo con la etiqueta de intelectual árabe de referencia en Italia, reforzado por el hecho de que era muy cañero con el Islam. En 2003 llegaron a nombrarle vicedirector del ‘Corriere della Sera’. Aún me estoy riendo de su agudo análisis al día siguiente de los atentados del 11-M en Madrid: desvelaba en primera página que había 80 terroristas vascos en Irak entrenándose con Al Qaida, o algo así. Parece que iban en cuadrilla de potes por Basora. Pero no pasó nada, Allam pasaba por eminencia. Su momento de gloria fue cuando anunció a bombo y platillo que se convertía al cristianismo. Hace ahora exactamente cinco años. Le bautizó el mismísimo Benedicto XVI en la vigilia del domingo de Pascua. No le bastaba el párroco de su pueblo, no. Pero también fue un puntazo para la Iglesia, presumiendo de conversiones.
Sin embargo a partir de entonces desapareció, porque empezó a ser casi lefebvriano y a ver comandos integristas hasta debajo de la cama. Se lanzó a la política y fundó un partido para defender las raíces cristianas de Europa, y eso que acababa de llegar al club. Sabiamente colocado en una lista democristiana, salió de eurodiputado y allí sigue, dejado de la mano de Dios, como los demás. También se presentó a las últimas elecciones con nulos resultados. Encima ahora llega un nuevo Papa y vuelve a poner de moda la Iglesia. ¿Qué hacer? ¿Cómo llamar la atención en este nuevo escenario? ¿Ustedes qué harían? Nada, nada: si ahora todos entran Magdi Allam se sale, se baja en marcha. Acaba de anunciar que abandona la Iglesia católica. Estamos todos con un disgusto tremendo.
Dice que la “papolatría que ha inflamado la euforia” por Francisco ha sido la gota que ha colmado el vaso. Al pobre ya le parecía fatal que la Iglesia imponga “comportamientos en conflicto con la naturaleza humana”, como la abstinencia sexual fuera del matrimonio. Pero hombre de Dios, ¿es que no le habían dado antes un folleto? Si eso lo sabe cualquiera, es mundialmente conocido y, por ejemplo, se lo podía haber explicado su mujer. Por eso no se entendían las prisas por entrar. Sin embargo lo que le ha hartado ha sido eso de Francisco de tener buen rollo con el Islam y todavía más lo de defender a los inmigrantes, “sobre todo a los ilegales”. Concluye que Benedicto XVI decía una cosa, denunciando la “dictadura del relativismo”, y luego este Papa dice otra. Ha descubierto que la Iglesia va cambiando con los tiempos y zanja amargado: “La verdad es que la Iglesia es fisiológicamente relativista”. Ay amigo, qué te habías creído.
En cuanto al mes apocalíptico italiano digamos que hemos entrado con firmeza en el segundo mes y nos dirigimos confiados hacia el tercero, a la espera de la parida genial del último minuto que coloque todo en su sitio por arte de magia.
Estamos a día 26, un mes después de las elecciones, y seguimos sin Gobierno y sin tener ni idea de lo que va a pasar. De momento Bersani, como líder del partido más votado, tiene la misión de explorar posibles alianzas, porque le faltan 40 escaños en el Senado para tener una mayoría. Ahí anda, explorando. Lleva desde el viernes y no terminará hasta el jueves. Ya saben, le peor son las prisas.
La situación viene a ser esta:
-Berlusconi quiere aliarse con Bersani para enredarle y seguir enredando él. Se entretiene haciendo mítines masivos con viaje organizado donde te ponen el autobús y el bocadillo.
-Bersani no quiere ni ver a Berlusconi y le gustaría enredar a Grillo, para quitarle los votos que le ha robado.
-Grillo no quiere saber nada de ninguno de los dos, pero le encantaría que Bersani y Berlusconi se unieran, para hundirlos definitivamente y arrasar en las próximas elecciones.
-Monti -¿lo recuerdan?- en cualquier caso no pinta nada.
De todos modos el mejor resumen de la situación lo hizo el propio Bersani nada más empezar a explorar: “Hace falta un milagro”. Metidos como estamos en estos increíbles días apocalípticos, yo desde luego no lo descarto. Pero es más que posible que el milagro le descarte a él.
Lo mejor de todo es que, aunque quieran, no se pueden convocar elecciones: el presidente de la República lo tiene prohibido en los últimos seis meses de su mandato. Así que primero tienen que elegir al nuevo, porque han intentado engañar a Napolitano para que siga otros siete años -total, solo tiene 87 años- y ha dicho que ni loco. Es decir, se están mezclando las negociaciones de una cosa con la otra. Ya se lo imaginarán, es lo de siempre: tú me dejas poner a este aquí y yo te coloco a este otro más allá, pero por favor acuérdate de enchufar a este en el otro lado porque me sirve para que me metan a aquel en este otro sitio.
El tiempo, no obstante, no corre a favor de Beppe Grillo y sus chicos. No sé si se han fijado en la foto que he puesto al principio, pero ya solo visualmente ver gente joven es una revolución para el Parlamento. Pero no paran de ponerles trampas, porque acaban de llegar y son unos pardillos. Además la prensa les tiene muchas ganas. Un día les pillan comiendo en el restaurante del Parlamento, símbolo supremo de la Casta que dijeron que nunca jamás pisarían:
Fue la revista ‘Chi’, de Berlusconi. Los pobres han dicho que no lo sabían y no lo volverán a hacer. Y ayer sorprendieron al portavoz durmiendo en el escaño, como un político de toda la vida:
Entretanto, en la vida real, una turba de pasajeros cabreadísimos de la tragicómica línea Roma-Viterbo, calvario diario de quienes acuden a trabajar a la capital convertidos en sardinas en lata, y en latas oxidadas, tomó ayer las vías en una estación a las siete de la mañana. Fue tras el enésimo retraso del tren y ver que, cuando por fin llegó uno, estaba lleno a rebosar y no se podía entrar. La gente bloqueó las puertas para que no se cerraran y fue necesaria la intervención de las fuerzas del orden. Desesperados, decidieron sentarse en las vías para protestar. Por este motivo el tren que venía detrás, con otro cargamento de seres humanos enlatados, se quedó parado una hora mientras esperaba a ver quién ganaba, si la policía o la gente. Registró, a su vez, escenas de pánico y conatos de asfixia entre los pasajeros encerrados dentro.
En el apartado de incidencias judiciales, lo de siempre: al final de un largo, complejo y extravagante proceso el Supremo anula un juicio y ordena repetirlo. Pasa bastante, pero no siempre hay por medio una chica estadounidense mona. Sí, hablamos de la tal Amanda Knox. Así que los medios de Estados Unidos le dan mucha bola y todos los demás como borregos detrás, venga copiarse unos a otros sin saber por qué en esta apasionante era digital. Del otro acusado italiano nadie habla, porque tiene pinta de soso y no queda bien en las fotos. De la víctima, Meredith Kercher, mucho menos. Si Amanda Knox fuera fea o incluso del montón no estaríamos hablando de ella. Mucho menos si fuera, qué sé yo, eslovena. Fíjense además que ayer se ilustraba la noticia con fotos de ella desesperada, que son de hace año y medio. La chica viva tan pancha en Estados Unidos, y supongo que aunque la condenen no volverá por aquí ni loca. No es una heroína como los dos paracas de la India. Pero de eso hablamos otro día que me da la risa.