El Partido Demócrata (PD) de Walter Veltroni, teórica oposición en Italia, no da una. Su gran iniciativa del año ha sido convocar en junio una gran manifestación contra el Gobierno en… octubre. Sí, han leído bien. La convocaron antes de las vacaciones de verano, pero será este sábado. Hay rumores de que pensaron hacerla en 2011, pero en un ataque de realismo decidieron hacerla ya mismo, a los cuatro meses. Este es el concepto del tiempo en Italia.
No se puede decir que no han tenido tardes para preparar el acto, pero resulta que el PD no está mejor en cuanto al concepto del espacio. Estos días se ríe mucho con el cartel de la manifestación (aquí a la izquierda). La prensa de derechas (Il Giornale, Libero), tuvo la agudeza de ponerse a mirar con lupa la foto del cartel y descubrió, oh maldición, que era una foto de una audiencia del Papa en San Pedro. Hay hasta monjas y una bandera de Portugal.
A esto se le puede sacar mucha punta, claro. Bromas aparte, que a cualquiera se le ocurren, lo cierto es que, como todo lo que se escapa de forma inconsciente, el cartel tiene algo de verdad. La única oposición eficaz en este momento en Italia es la Iglesia y sus ramificaciones. La principal revista católica, ‘Famiglia cristiana’, semanario que tira tres millones de ejemplares y uno de los más vendidos de Italia, y el diario de la Conferencia Episcopal, ‘Avvenire’, le han dado mucha caña al Gobierno con las leyes sobre inmigración ilegal, el famoso censo de los gitanos que luego se ha quedado en nada y otros temas. Como se la dieron en su día al Gobierno de Prodi. Bloquearon un proyecto para legalizar las parejas de hecho que ya de por sí era tímido como él solo, para ver si colaba, pero ni por esas. Los católicos infiltrados en el centro-izquierda hundieron el plan.
La Iglesia es el único partido verdaderamente trasversal en Italia, junto con las afiliaciones futbolísticas (en el Parlamento hay clubes romanistas, juventinos,… con políticos de todo signo). Es decir, es el único poder capaz de dominar tanto a la izquierda como a la derecha. A decir verdad, es difícil saber, desde el punto de vista cristiano, qué es más peligroso: los comunistas, que los pobres ya no asustan a nadie, o un elemento como Berlusconi, que da bastante miedo.
Pero es la izquierda la que sin duda lo tiene peor. Como ilustra magistralmente este capítulo de ‘I nuovi mostri’ (‘Los nuevos monstruos’, 1977, Mario Monicelli, Dino Risi y Ettore Scola). Esta película es una continuación de ‘I mostri’, de Risi, y sigue la misma fórmula de capítulos, aunque con dos directores más. No obstante la acumulación de talento, el resultado no es muy afortunado, aunque se salvan algunos episodios y momentos. El mejor, en mi humilde opinión, es éste, firmado por Dino Risi y llamado ‘Tantum ergo’.
Sinopsis: Un cardenal (inmenso Vittorio Gassman) queda tirado en un barrio de las afueras de Roma al pincharse la rueda de su cochazo. Junto a su fiel asistente, ven una iglesia y van a pedir ayuda. Es una iglesia con un cura obrero, rojillo, la Iglesia progre de los sesenta. El sacerdote tiene una asamblea con los fieles para resolver los problemas del barrio, que es una jaula de grillos, para variar. Los vecinos proponen ir al ayuntamiento y armarla. El cura trata de explicarles las vías democráticas y pacíficas, nombrar una comisión… Hasta que un niño ve “uno vestido de rojo”, el cardenal. “¿Cómo te llamas, hijo?”, le pregunta al cura. “Ah, si, ya he oído hablar de ti…”. El cardenal pregunta si puede sentarse a escuchar. El debate continúa, con las clásicas llamadas a montar una bronca y liarse a palos con la Policía. Un desmadre. “¡Hace un año, un año que intento haceros razonar!”, se desespera el cura, que propone votar, pero a los feligreses lo de votar democráticamente ya no les convence.
Invitado a hablar, el cardenal habla con verbo florido, vauya que si habla: “Es con verdadera mortificación y profundo dolor que tomo la palabra. Mortificación porque llego a vuestra comunidad por un banal incidente mecánico, y no empujado por mi ansia pastoral, como sería mi deber, y dolor al constatar el profundo malestar de vuestra vida cotidiana… Un malestar que puede llevar a la estúpida , ciega e inútil violencia. He oído a uno de vosotros decir (imita el dialecto romano): vamos, ocupamos, pegamos…” Tras el bofetón, dice: “Sí, he usado la violencia, pero ¿he cambiado quizá tu ánimo, te he convencido? No, sólo he incrementado tu rencor”. Luego se dirige al atril y habla de la parroquia, acusada de “haber descuidado los valores del espíritu, privilegiado en modo excesivo las instancias sociales, mejorar las condiciones materiales”. Cita a los santos que han cultivado la pobreza. “Nosostros no somos santos, somos imperfectos, pero ¿cómo no podriáis ser imperfectos, vosotros que perseguís otra felicidad, sobre la tierra?”. “¡No, la justicia!”, interviene el cura, que ya le ve venir. “¿Qué justicia, la justicia de un cura que no siente el deber de llevar su sagrada túnica? No, la justicia de Dios”, replica monseñor, que recuerda las bienaventuranzas sobre los mansos… “¿Pero cuándo lo ha dicho?”, impreca el cura. “Lo ha dicho, lo ha dicho ¿no has visto al película de Zefirelli?…”, le cortan los fieles, que le dicen que se calle. “No hagas tu tesoro en la tierra, sino en el cielo”, sigue el cardenal. “Qué bien habla, tendrían que hacerlo papa”, susurran los fieles. Ya lanzado, su eminencia dice que es un día de alegría, por el feliz encuentro, y ordena encencer las luces, tocar las campanas, el órgano (“Parece Navidad”, dicen los fieles admirados), “…la voz de esperanza del órgano, de mansedumbre, de obediencia,…”. Con los fieles enardecidos, el chófer comunica que el coche está listo y el cardenal se las pira.
Ahora que me doy cuenta, casi no se ha hablado en este blog del Vaticano. Debe de ser porque este Papa no hace nada, pero también supongo que lo he evitado inconscientemente para evitar líos, porque es uno de esos temas con los que te insultan. Bueno, pues queda pendiente para mañana.