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Íñigo Domínguez

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El típico mes apocalíptico (8)

    Seguramente ya vieron ayer la primera fumata negra, rozando el delito de atentado ecológico. Como nunca se distingue el color y están hartos de bromas este año deben de haber echado un neumático y un litro de gasolina. O los dossieres de Vatileaks, un tocho de 300 páginas.

   Esta semana habrá Papa, salvo sorpresa, y por fin podremos dejar hasta dentro de unos años este ejercicio tan inútil de hacer listas de papables y resumir biografías aburrídismas de tipos que de de nuevo volverán a ser olvidados para el resto de sus vidas.

   Enseguida sabremos si hemos estado viviendo una ficción de carreras de caballos con candidatos que en realidad nunca lo fueron. La prensa italiana siempre ‘tifa’ (apuesta) por uno, esta vez por Scola como en 2005 por Tettamanzi, a quien daban por prácticamente seguro y que luego sacó la friolera de dos votos, según las reconstrucciones unánimemente aceptadas. Así que no hay que fiarse.

    De todos modos, cuando me asomo fuera de la burbuja en la que vivo desde hace un mes siguiendo estos neuróticos acontecimientos, me doy cuenta de que a amigos y familiares en general todo este lío les importa un pimiento. Basta que les digan al final quién es el Papa y qué tal pinta, y si va a haber un Gobierno y a cargo de qué sinvergüenza.

   Pero tranquilidad, salga el Papa que salga todo irá bien, la fe se amolda rápidamente a lo que sea, basta reconducirla sabiamente. ¿Juan Pablo II agonizaba sin poder andar, moverse, gesticular, ni hablar? Qué grandioso ejemplo de sufrimiento y aceptación de la vejez y la muerte, lo fácil sería abandonar. ¿Benedicto XVI dimite? Qué extraordinario ejemplo de humildad, libertad y valentía, lo fácil sería seguir. ¿Que el próximo se tira en parapente de la ventana del apartamento papal en el Ángelus? Qué magnífico ejemplo de vitalidad y arrojo para los fieles y sobre todopara los  jóvenes. Y en este plan. Es decir, se torerará con lo que salga. Recuerden en 2005 la impresión inicial de ver a Ratzinger vestido de Papa. Al día siguiente ya parecía normal. Todo es que te nombren, lo demás llega por añadidura.

   Elegir al guía espiritual de 1.100 millones de personas es un embolado peliaugudo para resolverlo en un par de días. Pero bien mirado, es mejor lo de ahora, elegir uno rápido. Piensen en los cónclaves que duraban meses o un par de años. Aquello era como Gran Hermano pero encima sin jacuzzi y, evidentemente, con la convivencia todos acabarían odiándose, como un gran familia en condiciones. Convivir con un centenar de desconocidos puede ser divertido dos o tres días, luego uno empieza con las manías y a sacarles defectos, se hacen corrillos, circulan maledicencias, se ponen motes, se ve cómo comen, si bajan despeinados a desayunar, esas cosas de los hoteles.

   Hablando de hoteles. Hay un factor que nadie considera: es la primera vez que hay posibilidades de un cónclave un poco más largo con un alojamiento aceptable. La residencia donde viven los cardenales, construida por Juan Pablo II, se estrenó por primera vez para un cónclave en 2005, pero todo estaba cantado y eligieron Papa en 24 horas. Esta vez las incomodidades y la mala comida no serán un motivo para ponerse las pilas, porque antes eran, y cómo, una motivación nada desdedeñable para encontrar un Papa cuanto antes y largarse de allí. Esto es lo que dijo el cardenal Siri, eterno papable y curtido en tres cónclaves: “El cónclave no durará más de tres días, después del tercero ya no se puede más de vivir en esas condiciones, a lo mejor se coge una silla y la haces Papa, con tal de salir”.

   Antes se organizaban catres y camastros por los alrededores de la Sixtina, en habitáculos y pasillos. En el primer cónclave de 1978, en agosto y con un clásico bochorno romano, un cardenal desesperado llegó a romper un ventanuco con una silla, violando la sacra clausura, para que entrara un poco de aire y poder respirar. Ahora por fin tienen habitaciones individuales con baño y un comedor como se debe. Si en un momento de lucidez, después de tanto estrés y el latazo de los papables se lo toman como unas pequeñas vacaciones, aislados del mundo, para reflexionar bien por dónde tirar con la Iglesia ¿por qué no estar allí relajados diez días hablando en serio de sus cosas, conociéndose un poco y aprovechando la ocasión única de pasar horas viendo la Capilla Sixtina y encima sentado, no de pie como todo el mundo? Eso sería un cónclave moderno, bien hecho y sin prisas.

   No hay que desestimar la sugestión espiritual de una obra maestra de la historia del arte. Si las reuniones fueran en una sala de juntas con cartapacios sería algo muy distinto. En esos momentos los cardenales están con la sensibilidad a flor de piel, atentos a cualquier señal o inspiración, y todo puede volverse curiosamente irracional.

   Naturalmente, en el clima apocalíptico y sobrenatural de esta cita, regresan las profecías tremebundas y ya andan circulando por ahí las majaradas del famoso Malaquías, Que lo sepan: este Papa será el último y luego se acaba el mundo, así que ¿para qué darle tantas vueltas? Total, vale cualquiera. Que pongan uno maya, para redondear.

   En la misa de ayer antes del cónclave habló el triste de Sodano. Solo le falta estar acariciando un gato como el malo de James Bond, Fue abrir la boca para pontificar sobre lo que debe hacer el nuevo Papa y retumbó en la basílica un trueno colosal.

   En línea con el caos total de este mes tan original, el viernes se forma el nuevo Parlamento, más o menos en coincidencia con la elección del nuevo Papa, y aquello va a ser la guerra. Se prepara la apoteosis final.

   Entretanto Berlusconi alega que le duelen los ojos -el pobre al menos se libraría de ver ayer el partido del Milan con el Barcelona- para no ir a sus juicios y el tribunal le manda una inspección a ver si es verdad. Y dicen que no. Es como cuando falsificabas en el colegio los justificantes.

   Manifestación de su partido en los tribunales contra la “caza al hombre”. “Quieren que acabe como Craxi”, se queja él. Hombre, tampoco es eso, se podría mejorar porque Craxi se escapó a Túnez. Están las Antillas o la Polinesia.

  Gran aprensión en Roma porque toda esta movida del Papa puede fastidiar el partido del domingo, Roma-Parma. Si la primera misa del nuevo Papa es ese día habría que aplazar el partido. Uno no gana para disgustos.

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