A Berlusconi le encanta ir a la Casa Blanca y proclamar a la más mínima ocasión su amor por América (aquí, como los estadounidenses, casi nadie dice Estados Unidos). En la Casa Blanca la zona cerebral de Berlusconi destinada a la adulación y el peloteo dispara su actividad. Siempre lo hace, y así puede afirmar su perfecta sintonía con Putin o Bush simultáneamente y, si se diera el caso, podría hacerlo con Israel e Irán en el mismo día y sin perder la sonrisa. Así son los negocios, el marketing y las relaciones públicas. Luego hace lo que le da la gana, y eso debe de ser la política. Pero en esta ocasión se superó, porque sabe que Bush se larga y, total, le sale gratis.
La pasión por Estados Unidos y lo anglófono es nacional, desde la liberación aliada. En Italia se aprende casi más inglés que italiano, de la contaminación lingüística del idioma, y el Columbus Day es una debilidad de los políticos italianos. El Columbus Day es, por si no está claro, el 12 de octubre. Quinto centenario y lo que se quiera, pero Italia con su insuperable habilidad comercial ha vendido, prácticamente, que ellos descubrieron América, y eso que no es seguro que Colón (Colombo) fuera genovés. De hecho, en los actos del 12 de octubre en Estados Unidos ondea la bandera italiana y hay representación oficial italiana. Si se le une la negligencia y el complejo provinciano de los españoles para vender lo suyo el resultado es muy comprensible.
Total, que Berlusconi se fue para allá tan contento. El binomio Berlusconi-Bush siempre ha dado frutos espléndidos, una especie de guiñol pero en carne y hueso. Como dúo cómico es insuperable. Esta vez no ha sido menos. Veamos algunos momentos:
Bush: «Tengo con Berlusconi una relación excelente y un genuino respeto. Aprecio su amistad y su sabiduría. Es un hombre sincero, capaz de palabras leales y claras, capaz de mantener la palabra dada y me gusta su optimismo sin límites».
Berlusconi: «He encontrado en ti un hombre de grandes ideales y grandes principios. No he encontrado nunca el cálculo del político, sino siempre la sinceridad y la espontaneidad de una persona que cree profundamente en todo lo que hace. La Historia te definirá como un gran, grandísimo presidente, más de lo que en Europa están dispuestos a reconocer, un hombre que ha combatido por sus propios principios, que no ha cedido nunca a los intereses de parte, un idealista».
La verdad, es desolador que después de tantos años de amistad se conozcan tan poco. Luego siguieron:
Berlusconi: «Yo estoy siempre de la parte de Estados Unidos, antes incluso de saber de qué parte están los Estados Unidos» (…) «Juntos para derrotar el terrorismo, las fuerzas del Bien contra el Reino del Mal»
Bush: «He visto lo que le dijiste a Ahmadinejad, estás más a la derecha que yo…» (se refiere a una reciente comparación con Hitler)
Naturalmente, Berlusconi contó su batallita de todos los años, de cuando -según dice él- su padre le llevó a visitar las tumbas del desembarco aliado en Anzio cuando era un niño.
No faltó el análisis de la crisis financiera:
Berlusconi: «George, la verdad es que la crisis la habéis empezado vosotros, es culpa vuestra».
Bush: «Lo sabemos, la responsabilidad es de la codicia de muchos ejecutivos que no sienten la nación»
Berlusconi: «La economía real es sólida, evitemos que se resienta de la crisis. Desde luego yo no haré políticas socialistas»
Bush: «Tienes razón, yo tampoco pasaré a la historia como un presidente socialista»
Y esto es todo amigos.
Lástima que terminooó el festivaaal de hoy…
Qué mejor que recordar una escena legendaria, que ahora me sorprende que no haya salido antes. Es, claro está, “Un americano a Roma” (1954, Steno), símbolo absoluto de la pasión italiana por Estados Unidos.
Sinopsis: Sordi, en el papel del mítico Nando Mericoni, está obsesionado con parecer americano y hace todo lo que se le ocurre para parecerlo, copiándolo de lo que ve en las películas. Hasta chapurrea una especie de inglés con palabras que le suenan. Pero llega el momento de la cena. “Maccarone (apelativo despectivo de los italianos), esto es de carreteros. Yo soy americano, como mermelada, yogurt, leche, mostaza, cosas sanas, sustanciosas… Así vencen a los apaches, no beben vino tinto, beben leche, por eso no se emborrachan, los americanos son fuertes, no puedes combatir con ellos…”. Empieza a comer, mirando a los macarrones con desprecio: “Yo te destruyo, maccarone, qué me miras con esa cara intrépida, pareces un gusano”. Pero lo que se mete en la boca es un asco. Entonces, pensándolo mejor, dice la frase que ha quedado para la posteridad: “Maccarone, m’hai provocato e io ti distruggo adesso, io me te magno” (Maccarone, me has provocado y yo te destruyo, te como). Y se come el plato de pasta.