Como continuación de un capítulo anterior, y por dejar constancia de que algo se mueve por ahí abajo en Italia, el sábado hubo movida en el partido Bulgaria-Italia. Se trata de ultras, efectivamente, y alguno pensará que, bueno, que es normal, que en el fútbol ya se sabe y que en Italia más todavía. Pero escuchen a Gigi Riva: “Es la primera vez que la selección vive una noche así, y lo dice uno que viste de ‘azzurro’ desde 1963”.
La noche así fue una agradable velada de brazos con el saludo romano, gritos de “¡Duce, duce!” y otros coros, incluido el momento del himno nacional. Luego, peleas, quema de bandera y enfrentamientos varios. Cruces célticas, esvásticas, el repertorio clásico.
Más reconfortante aún la reacción de Domenico Mazzilli, director del Observatorio del ministerio de Interior para prevenir la violencia en los estadios: “En Bulgaria eso no es delito, y yo no soy sociólogo”. Fin del expediente.
Peor la papeleta del ministro de Defensa, Ignazio La Russa (Alianza Nacional, post-fascista). Ha condenado enérgicamente lo ocurrido, pero su ex-colega Francesco Storace, que rompió con el partido precisamente por traicionar las esencias originales, ha tenido el mal gusto de intervenir: “Lo que cantaban era lo mismo que La Russa cantaba de joven”. Los cinco ‘tifosi’ detenidos también son jóvenes, entre 27 y 29 años, como entonces La Russa. A lo mejor un día también ellos serán ministros. En realidad este grupo sigue a la selección desde 2003, pero sólo ahora se han venido arriba, quién sabe por qué.
Una situación verdaderamente entretenida.
Una vez jaleados, los chicos pueden ser difíciles de controlar, hasta llegan a superar a sus maestros. Veáse lo que le ocurre al protagonista de ‘Il federale’ (Luciano Salce, 1961), una película muy interesante por diversas razones. Es uno de los primeros filmes italianos que afrontó el fascismo desde el punto de vista de un fascista, aunque fue muy polémico porque le humanizaba bastante y la guerra era aún reciente. El cine italiano de la era dorada ha tenido esta formidable capacidad de analisis. También fue la primera película en la que Tognazzi, hasta entonces encasillado en la comedia y la televisión cómica, pudo ensancharse como actor. Y además es el debut de dos grandes nombres del cine italiano: Stefania Sandrelli y Ennio Morricone, que firma su primera banda sonora. Para terminar, sólo reseñar que Salce, un tanto olvidado, es director de un puñado de buenas comedias y, todos en pie, de los dos primeros capítulos de la saga de Fantozzi.
Sinopsis: El soldado Primo Arcovazzi (Tognazzi) es enviado a capturar a un profesor antifascista y llevarlo a Roma. Son los últimos días de la guerra y el caos es general. Tras detenerlo, ambos emprenden el viaje a la capital, lleno de peripecias. De paso, comienzan a fraguar cierta inconfesable amistad. Tras una de estas desgracias, Tognazzi pierde su uniforme, pero llegan a una Casa del Fascio en un pueblo y entran a pedir ayuda. Sin embargo aparecen dos chavales muy bien aleccionados. Les toman por espías. Tognazzi le asegura que es un soldado fascista y que lleva un prisionero a Roma. Hasta interviene el profesor para testimoniar a su favor: “Os aseguro que es un pez gordo del partido, y con buenas esperanzas de convertirse en Federale”. Pero nada. Deciden interrogarlo a ver si es verdad, con preguntas del manual del fascista ejemplar, en plan catequesis y con la retórica de la época. Por ejemplo, “¿Cuáles son los motivos que nos dan la certeza de la segura victoria?” “Primero, combatimos por una causa justa. Segundo, tenemos armas y voluntad…” Etcétera. Pero hay una pregunta cuya respuesta ha olvidado. Se la tiene que soplar su amigo el prisionero. Entonces los chicos le dan el visto bueno. Cuando uno de ellos le va a dar la mano, Tognazzi le reprende, porque estrechar la mano fue abolido el 23 de junio de 1938. Como el dar de usted, los anglicismos y otras reformas del lenguaje. Cuando se van, los chicos se quejan de que el tándem que se llevan es del partido. “El partido soy yo”, replica Tognazzi. Saludo final: “Vincere! Vinceremo!”. Recuerda el “Hasta la victoria siempre” que todavía hoy se usa en Cuba. Qué cosas.