En las próximas horas Alitalia quebrará o seguirá agonizando en manos de una alianza variopinta de 18 empresarios, caso único en el mundo, que la sacará adelante de momento. Eso porque el último ultimátum (tal aliteración en Italia es obligada, siempre hay muchos ultimátums) es mañana, el jueves 18 de septiembre.
Pero en Italia el verbo que más se conjuga es ‘aplazar’ (‘slittare’, resbalar). Todo resbala, todo se mueve, todo se puede aplazar, dejar para otro día, hasta lo más sagrado. Es una buena forma de relativizar la importancia de las cosas. Desde un examen al inicio de la liga o el cierre de los colegios electorales. Alitalia, por ejemplo, lleva afrontando su día decisivo, el de verdad, cada semana de la última década.
El otro día, en el Corriere della Sera, Sergio Rizzo, co-autor del best seller ‘La casta’, libro imprescindible sobre la vida de escándalo y despilfarro de los políticos italianos, hacía un fantástico resumen de los mejores pufos de Alitalia. Un top-ten de la inutilidad y el mamoneo que lo explica todo. Por ejemplo, que para cinco aviones de cargo tenía asignados 135 pilotos. Que instituyó una comisión de ocho personas sólo para decidir los nombres de los aviones. Que, por ejemplo, el ministro de centro-derecha Claudio Scajola, cada vez que ha llegado al cargo en los últimos años -tres veces con Berlusconi- ha abierto una línea de Roma al pueblo donde tiene el colegio electoral. Máximo de pasajeros registrado: 18. Cuando le cesaban, la línea desaparecía. Al volver a la poltrona, reaparecía. O cosas como que Alitalia ha tenido una oficina con 15 empleados en México hasta 1999, pese a que las líneas con ese país se abandonaron… en 1985, y menos mal que lo denunció una revista. Y así hasta el infinito. Los sindicatos también tienen lo suyo, claro. Un día, en un momento de cabreo sindical, la más pequeña de las trece siglas de pilotos consiguió parar 320 vuelos, y eso que sólo tenía cinco afiliados inscritos.
En resumen, Alitalia es uno de los símbolos más afinados de por qué Italia va tan mal. Uno de los entes más ‘fantozzianos’ que existen, y es una última broma del cielo que haya acabado en manos de un comisario extraordinario llamado Fantozzi, como decíamos el otro día. La prensa le está sacando mucho jugo a la homonimia, que ha situado el problema en su justa medida de absurdo. Ya con sólo oír mencionar cada dos por tres ‘Fantozzi’ en las noticias todo el mundo comprende que se trata de la tragicomedia definitiva. Con al menos 3.000 despidos por medio o gente a la que proponen rebajar aún más su sueldo de 1.200 euros. Lo sintetiza la viñeta de Giannelli en el ‘Corriere’ de aquí arriba, que ahora pasaremos a explicar, tras la oportuna visión de una secuencia histórica.
Sinopsis: La viñeta evoca a Fantozzi, nuestro héroe, en una de sus más gloriosas escenas, la más recordada por los italianos. Es la que sigue a una secuencia que ya vimos en su día (capítulo ‘Calcio, esa enfermedad’), durante la Eurocopa, cuando Fantozzi se dispone a ver un Italia-Inglaterra decisivo. Fantozzi ya está preparado ante la tele con todos los complementos: manta de cuadros, tortilla con cebolla, cerveza familiar Peroni helada y eructo libre. En ese momento llama su compañero Filini y le dice que obligan a los empleados a acudir al terrible cine-club de la empresa, dirigido por un pesadísimo ejecutivo apasionado del expresionismo, para ver un filme checoslovaco con subtítulos en alemán. Por un momento hay esperanza, porque la copia no ha llegado, pero anuncian que a cambio proyectarán ‘El acorazado Potemkin’, que ya han visto decenas de veces, obligados, en plúmbeos sábados por la tarde. En todas las sesiones los empleados hacen la pelota e intervienen en el coloquio posterior, pero esta vez la humillación es demasiado. Cuando termina, por primera vez en años el subordinado Fantozzi pide la palabra. Clama en voz alta lo que todos piensan: que ‘El acorazado Potemkin’ es “una cagata pazzesca» (Una cagada bestial). Después apalean al dirigente, destruyen la película y le obligan a ver cine basura italiano. Tras dos días de sublevación, son reducidos por la Policía.
En la viñeta, se alude a la famosa opinión de Fantozzi, aplicada la solución desesperada que se ha buscado a Alitalia. Sólo que le cambian una palabra: en vez de “cagada”, le hacen decir “cordata”, la ‘cordada’ de empresarios que se ha hecho con la compañía.
Puede que el Papa el otro día rezara en Lourdes por Alitalia, con la que hace sus viajes. Si es así, es en este momento la posibilidad más realista de salvación para la compañía.