Este fin de semana ha comenzado ‘la stagione’, el campeonato de fútbol. Como siempre, ha estado marcada por dos fenómenos habituales e iniciáticos, para dar ambiente. Uno es algo que cada año parece que va a suceder pero al final se arregla, y otro es algo que todas las temporadas se espera que no pase y al final siempre ocurre. Estamos hablando de los derechos televisivos y de los ultras.
Respecto a lo primero la semana de la víspera estuvo llena de aciagos auspicios. La RAI no estaba dispuesta a pagar mucho, porque se ha gastado todo en los Juegos Olímpicos, y la Liga dijo que este año no había fútbol, no sólo en la tele en los canales en abierto, ni siquiera en la radio. Páginas y páginas nostálgicas de violín sobre el fin del ‘calcio’ radiado, remembranzas de aquellas tardes mágicas con el transistor, repaso de los programas míticos de la historia de la televisión, fotos en blanco y negro,… El último día, por la tarde, se firmó el acuerdo como siempre y santas pascuas.
Lo segundo es menos alegre, pero no es una sorpresa. Una horda de ‘tifosi’ del Nápoles, que jugaba con la Roma en la capital, se apoderó de un tren para ir a ver el partido a las nueve de la mañana. Eran unos 1500 y al final, con la intervención del ‘questore’ de Nápoles, una especie de delegado del Gobierno, se optó por regalarles el tren, que salió con más de tres horas de retraso. Llegaron sólo a la segunda parte, pero más o menos les podía dar igual. Durante el viaje se dedicaron a destrozar el tren, con daños por 500.000 euros y cuatro empleados heridos. Unos 250 pasajeros normales, se subraya el ‘normales’ porque ellos sí tenían billete, se quedaron en tierra. Para volver fue peor. Tras dos horas encerrados en el Olímpico, hasta que se vació el estadio, fueron escoltados en autobuses por la Policía a la estación Termini. Allí, en medio de una guerrilla urbana, se hicieron con parte de los andenes. Para entendernos es como si una turba de ultras invadiera media estación de Atocha a las ocho de la tarde del domingo, con los viajeros huyendo entre petardos y botes de humo. Ah, el partido terminó 1-1.
Para recordar lo bueno de Nápoles, no esos energúmenos, y el fútbol de transistor puede valer esta escena de ‘Scusate il ritardo’, de Massimo Troisi, sublime ser humano. En España es apenas conocido por su último papel, en ‘El cartero de Pablo Neruda’, pero como decíamos otro día, gran parte de su encanto se pierde con el doblaje. Troisi, como Totó o Sordi es una buena razón para aprender italiano, aunque eso no garantiza que siempre se le entienda…
Sinopsis: Clásica conversación abstracta de sentimientos en la cama. Ella le reprocha que no le dice nunca que le gusta hacer el amor con ella. “¿Qué significa? Si lo hacemos quiere decir que me gusta, no?” “No”, replica ella. “¿Cómo que no? ¿Me has visto que me dé martillazos en la mano, o me corte la oreja? No, pues porque no me gusta. Algunas cosas se ven solas, si uno entiende, entiende….”. Momento de silencio incómodo y él enciende la radio. Ella, entretanto, sigue en plan monólogo: “Es inútil, no hay nada que hacer, somos demasiado diferentes. No sé si no entiendes o es que no eres capaz de entender”. Pero la radio se impone: “¡El Nápoles está perdiendo con el Cesena! ¡En Nápoles! ¡Hemos gastado todo ese dineral para hacer el equipo…! Si seguimos así acabamos en segunda…”. Ella se pone de morros: “Déjame en paz. Es igual, no entiendes”. “Cómo que no entiendo, no soy tonto, si me lo explicas…¿Qué te pasa?”, insiste él. “¿Qué que pasa? ¡¡Pasa que el Nápoles está perdiendo con el Cesena!!”. “Ah, ¿eso? Ya, ya lo sé, así es la vida, pero no te preocupes, es sólo el primer tiempo, verás como empatan…”.