Después de la movida de elegir los ministros, el Gobierno técnico de Monti estuvo más de una semana para designar los subsecretarios. Los subsecretarios son una figura legendaria en Italia, un puesto muy deseado para hacer carrera y controlar de verdad el trabajo sucio, y en esta ocasión, con tanta asepsia tecnócrata en el Ejecutivo, la batalla de los partidos por pillar cacho se ha trasladado a la segunda fila. Es ahí donde se han estado pegando para colocar a los suyos con el tradicional sistema de cuotas. Y es en este contexto donde ha pasado algo muy gracioso. Para que vean que, no obstante, la seriedad y pulcritud del nuevo gabinete, las cosas pueden seguir igual.
El otro día van y eligen a un tal Francesco Braga como nuevo subsecretario de Políticas Agrícolas, Alimentarias y Forestales. El ministro, Mario Catania, lo elogia públicamente y dice que aportará “un valor añadido” a su equipo. Este señor, un reputado experto del sector, es un profesor que lleva casi 30 años en una universidad de Canadá y a las cuatro de la mañana recibe un correo electrónico del ministerio en el que le dicen que se ponga en contacto con ellos. Braga, que ha leído los diarios digitales, ya está al corriente y se siente muy honrado. Llama a Roma y le pregunta a una secretaria muy amable si él es el nuevo subsecretario. La señorita le responde: “Hasta hace unos minutos sí. Pero ahora ya no estoy tan segura”.
Resulta que ha cundido la terrible sospecha de que ha habido un lamentable problema de homonimia. Hay por ahí un tal Franco Braga que podría ser en realidad el elegido. Aunque es un tanto raro, porque es un ingeniero experto en construcción preventiva contra movimientos sísmicos. Pero en Italia nunca se sabe. Como suele pasar, nadie se aclara, el señor Braga de Canadá menos que nadie, y se cruzan decenas de llamadas entre jerifaltres y mandados. Al final le llamaron al señor Braga de Canadá del mismísimo Palazzo Chigi, presidencia del Gobierno, para preguntarle a él -insisto, a él- si era el nuevo subsecretario. “Señores, deberían saberlo ustedes”, respondió Braga, que para entonces ya había recibido peticiones de entrevistas y felicitaciones del consorcio del parmigiano. Pero no, está claro que no lo sabían. El martes juraron los 25 nuevos subsecretarios pero el famoso Braga no estaba. Ante la duda era mejor esperar.
Complejas averiguaciones consiguieron aclarar por fin que el bueno era el otro, el de los terremotos. ¿Cómo se ha llegado a esto? Todo empieza con el anterior ministro de Infraestructuras de Berlusconi, Altero Matteoli, que en las negociaciones de reparto de poltronas indicó un subsecretario que tuvo a sus órdenes y le funcionaba muy bien. Era Franco Braga, el ingeniero. Sin embargo, en el pasteleo de adjudicación de cargos el señor de los terremotos acabó lanzado en paracaídas en el ministerio de Agricultura. A la hora de avisarle, como allí no tenían ni idea de que quién era, se pusieron a buscar en Internet y les salió el otro, el de Canadá. Que, todo hay que decirlo, encajaba perfectamente en el perfil de un subsecretario de Agricultura. Cómo iban a pensar que en realidad era el estudioso de los temblores telúricos. Seguramente lo vieron y lo descartaron de inmediato. Con muy buen criterio, pero que no es el parámetro que se suele usar en la política italiana.
En resumen, ahora ya está claro. En el Gobierno dicen que está todo resuelto y Braga jurará su cargo en los próximos días. Es decir, si nadie lo remedia, tendremos a un experto en terremotos como subsecretario de Agricultura.
SOLUCIÓN AL ENIGMA: En la foto, el Braga de la izquierda es el de los terremotos, y el de la derecha, el de Canadá.