En Italia están muy contentos tras los Juegos Olímpicos porque, por un pelo, han quedado por delante de Francia en el medallero. Éste es siempre el objetivo no declarado. Respecto a España fue muy gracioso el día en que los telediarios españoles anunciaron orgullosos que se acababa de alcanzar la cota de 100 medallas olímpicas. Ese mismo día Italia llegó a 500. Sigue habiendo clases.
En medio del caos general, la pasión deportiva de los italianos y la capacidad de dedicación individual contra viento y marea de muchos de ellos, su poder genial de abstracción del entorno, hace que Italia siempre esté allá arriba. Es increíble cómo se cultiva desde la infancia en pequeños clubes de provincias el amor por la esgrima o por la natación. En las disciplinas de equipo van cada vez peor, quizá es un síntoma más.
En fin, terminaron los Juegos, pero la misma noche del dominigo ya se jugó la Supercopa, como en España. Vuelve el fútbol y todo el mundo se queda tranquilo. El descanso estival con este entretenimiento de variedades olímpico ha estado bien, pero se regresa a las cosas serias.
Como prueba de que hay vida después de los Juegos Olímpicos, recordamos hoy aquí al señor de la foto, famoso nadador olímpico italiano. Vean lo que hizo después. Es el señor que sale al final.
En efecto, es él. ¿Qué nostalgia de aquellos mamporros, verdad? Fue campeón italiano y compitió en Helsinki 1952 y Melbourne 1956. Luego empezó a comer millones de calorías al día, como Phelps, pero algo salió mal.