Nada ilusiona más al autor de este blog que haber logrado que unos cuantos italianos hablen bien de su país. Todos los que conoce, los que escucha en la calle a diario, los que escriben en la prensa cada día, saben muy bien cómo están las cosas. A veces se dejan abatir por la amargura.
Claro está, en ocasiones se calientan si es un extranjero quien lo dice, sin todos los preámbulos necesarios, y hacen bien, porque hay extranjeros quejicas, recalcitrantes e inaguantables. Eso sí, los que pueden viven en Roma, o en Florencia, o en Venecia, o en cualquier lado. Porque hay pocos lugares así.
Qué pena Italia, podría ser perfecta, pero sólo es uno de los países más maravillosos del mundo… con algunas cosas que hacen perder la esperanza. Por eso muchos italianos al final hacen las maletas y se van. Con todo el dolor de su corazón, pero se van. España está llena. Por amor, desamor, trabajo, pero también por la falta de futuro, porque es una drama abrir un bar o una tienda, porque no se puede progresar sin enchufes, porque el mérito personal apenas existe, porque alguien con 40 años sólo empieza a ser un joven prometedor y se le mira mal, porque Italia es una gerontocracia en todos los niveles, de la política al Vaticano, de la universidad a la abogacía, porque no funciona nada, porque les fríen a impuestos, porque todo son minúsculos grupos de poder que se aferran a su supervivencia, porque el deber o el interés general son conceptos utópicos…
En pocas ocasiones se ha descrito mejor esto que en ‘La meglio gioventú’ (La mejor juventud, Marco Tullio Giordana, 2003), espléndida película para comprender muchas cosas de la historia reciente italiana.
Sinopsis: Uno de los protagonistas acaba de hacer su examen oral de Medicina (en Italia todos los exámenes son orales, de ahí la superioridad retórica de cualquier ciudadano medio ante cualquier español). Habla el profesor: “Usted habría merecido un 28, un 29, le he puesto un 30 (máxima calificación), porque he aplicado lo que yo llamo el cociente de simpatía. Poca cosa, pero lo que basta para llegar al 30. ¿Alguien tiene algo que decir? Pero yo creo que la simpatía, en el sentido griego del término, compartir el ‘pathos’, el sufrimiento de los demás, es muy importante para un médico. A otros les aplico el coeficiente de antipatía. Les quito dos o tres puntos, la antipatía es lo peor para un médico. Enhorabuena, pero que no se le suba a la cabeza. Todavía tiene dos exámenes conmigo, y estoy siempre a tiempo de destrozarle”.
Al ver a los amigos del joven pregunta quiénes son, y él explica que, como están a punto de irse de vacaciones (también ellos), le han acompañado. Le cuenta lo que estudian, pero el profesor interrumpe: “No me cuente sus biografías, me basta saber que tales elementos harán daño en otro sitio (porque no estudian Medicina)”. “Usted promete, le decía, y probablemente me equivoco, pero quiero darle un consejo. ¿Usted tiene alguna ambición? Entonces váyase. Deje Italia, ahora que está a tiempo. Cualquier cosa que decida hacer, vaya a estudiar a Londres, a París, a América, pero deje este país. Italia es un país a destruir, un lugar bello e inútil, destinado a morir”.
El joven interrumpe: “Entonces, según usted, ¿dentro de poco va haber una especie de apocalipsis?”. Ojalá lo hubiera, al menos estaríamos todos obligados a reconstruir, en cambio aquí todo permanece inmóvil, igual, en manos de los dinosaurios.. Hágame caso, váyase”. “¿Entonces, profesor, usted por qué se queda?”. ¿Cómo que por qué? Yo, querido, soy uno de los dinosaurios a destruir”.
FIN
…Para el futuro, el autor de este blog debe precisar que no es de ningún sitio en particular, porque ha vivido en varios, y es inmune a los exabruptos topográficos o a las competiciones de a ver qué país o municipio es mejor que otro. De hecho, ahora se considera casi romano. Dicho esto, anima encarecidamente a seguir con los comentarios críticos sobre España, País Vasco o Peñaranda de Bracamonte, pero ruega evitar revanchismos o pataleos. Un poco de tranquilidad y alegría, por favor. La mayoría de los que ha leído hasta ahora le han hecho gracia e incluso los puede compartir. También él tiene sus diferencias con Telefónica, Renfe, Iberia, las conversaciones a gritos, la hosquedad ibérica, el provincialismo enconado y no sabe cuántas cosas más. Los italianos que vivan desde hace años habrán podido ver cómo está empeorando…
Y ahora yo también me voy, pero de vacaciones.
Vuelvo enseguida.
Que ustedes lo pasen bien.