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Íñigo Domínguez

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Parque Jurásico

Escribo estas líneas movido, y amedrentado, por las sacudidas telúricas que producen los pasos de los dinosaurios en el Parlamento italiano. Ya sabrán que muchos están al borde de la extinción -momentánea, no nos hagamos ilusiones-, pendientes del resultado de la votación de confianza de mañana en la Cámara de Diputados sobre el Tiranosaurus Rex. Berlusconi, para entendernos. Si pierde, habrá elecciones, pero no creo. Hoy ha echado un discurso conmovedor, capaz incluso de tener despierto al morlock Umberto Bossi, aunque le ha costado:

Un récord: doce bostezos en 19 minutos de discurso. Memorable su declaración posterior: «El discurso de Berlusconi me ha convencido». No se rían, lo dice en serio. Los bostezos pueden despistar, pero es que tiene su propio código de lenguaje, un poco troglodita, como ya hemos contado.

Hoy queríamos fijarnos en otro especimen particular. Quizá sepan ya que a Berlusconi le ha salido una especie de conspiración interna, una corriente regeneradora que pide un cambio. Por eso en esta semana se ha tambaleado. ¿Pero qué se creían? Es lógico que en el partido del amor haya almas puras. Sí, sería conmovedor si esta exigencia de limpieza y aire fresco no viniera de quien viene, el velociraptor patoso Claudio Scajola. Este dinosaurio lleva 31 años en política y empezó como alcalde de su pueblo, Imperia, fruto de la natural evolución de su especie, con padre y hermano de la DC (Democracia Cristiana). Al año ya estaba en el trullo. Se tiró tres meses por un presunto abuso de poder en un escándalo de comisiones de un casino. Luego fue absuelto, pero no porque no pidiera el dinero, sino porque no era para él, era para el partido. Pero esto es el pleistoceno, lo bueno es cuando desemboca en Forza Italia como coordinador. Vamos, uno de los cerebros. Su momento estelar llega en 2002, cuando era ministro de Interior y dice, charlando con los periodistas, que Marco Biagi, asesor del Gobierno que acababa de ser asesinado por las Nuevas Brigadas Rojas, era «un rompepelotas que sólo quería renovar su contrato». Tuvo que dimitir.

Un bochorno, deshonor y metedura de pata de tales características acaban con la carrera de cualquiera. Seguramente pensarán que Scajola se retiró a su pueblo o a un convento, pero no. En Italia esto son medallas, hombre. Es la auténtica supervivencia del más fuerte. Se escondió un poquito y al año ya era otra vez ministro, como si nada. Era una de esas carteras inservibles, Ministerio para la Actuación del Programa, pero total es lo mismo. Un par de añitos y ya ascendió a ministro de Actividades Productivas. Hasta volver por sus fueros en 2008 como ministro de Desarrollo Económico. Una vez llegado a lo más alto estaba en una posición inmejorable para volverse a despeñar de nuevo. Porque ¿saben lo mejor? Tuvo que volver a dimitir, caso único en la democracia italiana y posiblemente en la mundial. Casi superó el ridículo de la vez anterior.

Se trata del caso del famoso pisazo con vistas al Coliseo. Aparece en el escándalo de Protección Civil, una banda de empresarios mangantes que obtenían contratos y adjudicaciones millonarias a base de untar a varios políticos. En este tinglado salió a la luz que habían pagado 900.000 euros -en 80 cheques de 12.500- por un apartamento para Scajola. Nuestro especimen no se vino abajo y replicó que esa casa la había pagado por 600.000 euros çeñ solito. Claro que era un piso de 250 metros cuadrados con una terraza delante del Coliseo. Es decir, que con ese dinero en Roma, que es carísima, no se compraba ni los rodapiés del apartamento. Estaba claro que pagó sólo una parte y el resto se la regalaron. Pillado contra la pared, es aquí donde soltó otra frase memorable en una rueda de prensa sin preguntas: dijo que el apartamento se lo habían pagado «sin que yo lo supiera». En italiano: «A la mia insaputa». Así que ándense con cuidado porque en cuanto se distraigan puede haber una banda de mafiosos que les pague la hipoteca de la casa, y a ver cómo salen de esa. El pobre, que hasta presumió de casa en una revista del corazón,  pensaba que había hecho un negocio redondo pero acabó por dimitir. Era mayo de 2010, hace nada.

Hubo bromas muy buenas al respecto, como esta pancarta que alguien colocó debajo del edificio: “¿Buscas casa? ¡Pregunta a Scajola!”.

El rastro de este dinosaurio es difícil de seguir, pero hay un sistema que no falla: cada vez que ha llegado a ministro en los últimos años Alitalia abría una línea aéra de Roma a su pueblo, Imperia, donde tiene el colegio electoral. Ha alcanzado picos de afluencia de hasta 18 pasajeros, no se crean. Luego, cuando dimitía, la línea desaparecía hasta el próximo nombramiento.

También en el pueblo de sus amores se localiza su última tropelía. Allí es donde tiene un casoplón de 29 habitaciones con vistas al mar y hace dos años decidió construir un campo de fútbol, con vestuarios y todo, para las pachangas con los amigotes. Lo que pasa es que lo hizo sin permiso del ayuntamiento. Total ¿para qué? si la empresa constructora era de Gianfranco Gaggero, teniente de alcalde y asesor de Obras Públicas de Imperia. Luego pagó una multa de 4.000 euros y a correr, que es un sistema mucho más rápido.

Bien, hasta aquí el carrerón de Scajola. Ha pasado poco más de un año desde que dimitió por segunda vez por el piso del Coliseo y no se ha cambiado de identidad de la vergüenza, no. Aquí emerge ahora de líder de un pelotón de iluminados, 40 nada menos, y corta el bacalao. Y este es el gurú de la regeneración del partido de Berlusconi.

Le acompaña como guía espiritual en la renovación moral otro diplodocus político de grandes dimensiones, Giuseppe Pisanu. El carbono 14 data su presencia en el Parlamento ya en 1972. Hasta hoy. Recientes excavaciones han localizado el molde de su trasero, bien marcado en un escaño, bajo estratos de polvo de once legislaturas. Podría haberse fosilizado en una poltrona, pero se ha ido amoldando como una ameba proteica al paso de los tiempos. Es decir, acabó con Berlusconi. A primera vista parece un tipo serio, y lo es, porque le han salpicado cosas muy serias, como el caso Calvi y la quiebra del Banco Ambrosiano. Sin embargo tiene un lado enternecedor. En 2005 le pillaron una llamada a Luciano Moggi, el director general de la Juventus y que mangoneaba todo el Calcio, en el escándalo de los partidos amañados del Calcio. Pisanu se movió para que Moggi salvara al equipo de su pueblo, el Torres Sassari, en Cerdeña, que pasaba penalidades en tercera división. En ese momento era ministro de Interior, había sustituido a Scajola tras su dimisión.

Ah, Pisanu también es de origen democristiano. Están en todas partes y reaparecen cíclicamente, como las glaciaciones. Ahora vuelven a la carga como fuerza purificadora porque hace tres semanas la Iglesia italiana retiró la bendición a Berlusconi, con varios años de retraso. Ya se sabe, son los tiempos geológicos de la Iglesia.

Es muy deprimente, pero aquí en Italia no pasa el tiempo:

 

Sinopsis: El gran Marcello Mastroainni presenta un debate informativo con los últimos cuatro administradores de Nápoles. Todos se llaman igual, pero niegan ser parientes. Aunque uno le llama al otro papá. Abre el debate así: «Una de las ciudades más queridas por los italianos, Nápoles, sufre décadas de mal gobierno, graves déficits en los balances municipales, el número de parados supera el de habitantes, calles hundidas, edificios en ruinas, el centro histórico invadido por las ratas… ¿Cómo hemos llegado a esto?».

Es lo último inteligible que se oye. Responden todos con discursos huecos de frases hechas y topicazos, pero coinciden en exaltar lo bella que es Nápoles.

Luego le pasan las llamadas de los espectadores, pero están llenas de insultos. Y eso que no han transcrito las peores, añade la secretaria. Por cierto -esto es muy actual-, uno le intenta tocar el culo.

Mastroianni decide resumir todas las ideas él mismo: «¿Cómo es posible que Nápoles haya estado por tantos años en manos de estos cuatro apestosos que han explotado la ciudad ocupando todos los puestos clave, cómo es posible que estos cuatro tragones hayan conseguido ignorar el crecimiento civil de la población y la lección democrática de otras ciudades, que especialmente en el norte se han dado administraciones distintas?».

Las respuestas son igual de esperpénticas, y degeneran en un comilona literal de la propia ciudad. El Estado y el ciudadano como botín.

FIN

Nápoles como metáfora extrema de Italia. La película, ‘Signore e signori buonanotte’, de varios directores, es de 1976. Por entonces nuestros especímenes de hoy eran unos pipiolos de dinosaurio, culebreando entre los mayores, abriéndose paso en la lucha por la vida y la subsistencia. Hoy ya son grandes y siguen la inercia de la estirpe desde lo más alto de la cadena de los depredadores. Seguimos en el jurásico. Monstruoso.

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