Sólo unos apuntes del culebrón para actualizarlo y que no decaiga. Me temo que tenemos muchas entregas por delante.
La junta del Parlamento que debía autorizar el registro de la casa del ‘ragionere’ de Berlusconi, Giuseppe Spinelli, lo ha denegado. No es que a estas alturas la Policía vaya a descubrir allí nada, seguro que no quedan ni los post-it, pero es un trámite interesante. El pleno de la Cámara de Diputados debe aprobar el jueves esta decisión y nuestro hombre tiene sólo tres escaños de ventaja, a ver qué pasa. Pero al margen de esto no se puede dejar pasar la argumentación de la dichosa junta. El partido de Berlusconi, el PDL (Pueblo de las Libertades, también conocido de forma profética como Partido del Amor), ha razonado que:
-El 27 de mayo de 2010, el día que Berlusconi llamó a una comisaría de Milán para que soltaran a ‘Ruby’, detenida por robar en una casa, y metió la famosa trola de que era sobrina de Mubarak, «actuó en defensa de los intereses del Estado».
-¿Por qué? Pues benditos de Dios, porque «actuó convencido de que se debía evitar una crisis internacional». Concretamente con Egipto y su presidente, o quizá en breve ex-presidente, Hosni Mubarak. Aunque quizá debe recordarse que de ese modo casi la crea, pues la prensa egipcia contó lo ocurrido en noviembre y hubo un comunicado oficial de indignación de Mubarak (chico de la foto, al teléfono en pijama).
Es algo raro de comprender para nosotros, comunes mortales ajenos a la alta política. A Berlusconi no le llamó para avisarle de que Ruby estaba en comisaría ni la embajada egipcia, ni los padres o la prima de la sobrina de Mubarak, ni el ministerio de Asuntos Exteriores. La información confidencial de este inminente altercado internacional provino de Michelle Conceiçao, una brasileña del mundo de la prostitución milanesa. Que tenía el móvil directo del primer ministro. A lo mejor era una espía estilo Mata Hari. ¡Cómo son los intrincados caminos de la diplomacia!
Pero démosle un voto de confianza a Berlusconi: imaginemos que nos creemos que creía de verdad que Ruby era sobrina de Mubarak. Sigue siendo un poco fuerte, porque desde que apareció por su casa de Arcore -que se sepa fue el 14 de febrero de 2010-, tuvo tres meses para enterarse de si era verdad. Se supone que ser primer ministro tiene sus ventajas -y obligaciones- y puedes verificar en un momento lo que te dice un invitado desconocido. Más aún sabiendo los personajes que entran en esa casa y más aún si puede tener relación con un jefe de Estado extranjero. Conclusión: si se encuentran con Berlusconi no se corten, díganle con todo el morro que son cuñados de Topolanek, el ex-primer ministro checo, y pídanle entradas para el fútbol. Les atenderá encantado. Es el clásico ingenuo bonachón.
De todos modos es que ni siquiera está aún claro de dónde salió la trola de Mubarak, un matiz nada secundario de esta historia. Los abogados de Berlusconi aseguran que Ruby lo andaba diciendo desde que pisó la casa del magnate, y ella así lo mantuvo en la declaración jurada de defensa que le hizo firmar el jefe del equipo, el sagacísimo Niccolò Ghedini. Por cierto, no hay ni una de las 28 personas que testimonian en la memoria defensiva de nuestro hombre que no esté pagada por él de alguna manera. El que no es empleado suyo, le debe el puesto o le pasa las facturas de la luz y el dentista. Pero es que luego la propia Ruby afirmó en una entrevista en la tele que nunca dijo ser la sobrina de nadie y que se enteró por la prensa de la trola de Berlusconi. Se ve que no se había preparado bien la entrevista y se hizo un lío.
A propósito, con la que está cayendo en Egipto ¿habrá huido también Ruby a Londres con el resto de la familia? Para Berlusconi sería la salida ideal.
Qué cansancio ¿verdad?, entre putas y políticos aquí no se sabe quién miente, nada es lo que parece y todo está lleno de doble moral. Como en esta escena de ‘Dramma della gelosia’ (Ettore Scola, 1970), película pasional y divertida, que quizá nos dé alguna clave para comprender estos enrevesado asuntos:
Sinopsis: Silvana, la hermana de Adelaide (volcánica Monica Vitti), se presenta hablando a la cámara. Es uno de esos recursos narrativos con los que jugaba en los setenta Ettore Scola. Relata el sermón que le echó a su hermana, sobre cómo estaba arruinando su vida, un día mientras la llevaba al trabajo: «Un hombre casado no, sinceramente no. El matrimonio es un sacramento infrangible, y quien lo estropea o lo turba comete un pecado, y no puede acabar bien». Responde ella: «¡Y qué me importa! ¡Querrá decir que ha sido una gran llamarada con un cartel debajo: ¡Esta sí que es vida!». Su hermana se santigua. Luego cambia el registro de voz y le dice que acelera, que llega tarde al trabajo.
Luego le dice que don Ricardo, el cura, siempre pregunta por ella, y que con el hijo de la sastra le bastaría decir una palabra y lo tendría a sus pies. «Y yo tengo la palabra: ¡nones!». Y añade: «¡Yo soy la árabe feliz !». No, no se llama ‘Ruby’, es una casualidad, se refiere al ave fénix, por deformación. Su hermana le pide que por favor lo piense, y que piense en la mujer de su hombre. «Pobrecita, no se arruina así una familia, sé cristiana», concluye. «¡Que si la mujer se entera acabaremos todos en los periódicos!», le advierte. Es lo que le ha pasado a Berlusconi. Monica Vitti se despide con el clásico «¡E chi se ne frega!» (Y a quién le importa), uno de los más arraigados lemas de vida italianos. Y de su actual primer ministro. Luego Silvana se va al trabajo… aunque allí su nombre es Débora.