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Verano loco (8)

15. Un atleta de fondo


En Italia están muy contentos con la devolución de 40 piezas clásicas que habían llegado a museos de EE UU de forma ilegal. Es un modo suave de evocar el choriceo salvaje de restos arqueológicos en este bendito país. Para hacerse una idea, merece relatarse la historia del famoso Atleta de Lisipo, hoy en el Getty de Malibú y aún bajo disputa. Este bronce griego fue hallado por unos pescadores en el Adriático en 1964. Por supuesto no se lo dijeron a nadie, lo desembarcaron en un carro y lo ocultaron bajo una escalera. Luego lo enterraron en un campo de coliflores. Un anticuario toscano compró la escultura por cuatro perras y la escondió en casa de un cura. Un chivatazo llevó allí a los Carabinieri, pero era tarde. Fue vendida o, según otra versión, salió hacia Brasil en una caja de medicinas para una institución religiosa, donde trabajaba un amigo. Ahí se pierde la pista hasta que aparece en Los Ángeles. Indiana Jones en Italia acabaría derrotado en una ‘trattoria’, comiéndose el látigo de desesperación. Un juicio dirime si la obra fue hallada en aguas internacionales, como alega el Getty, y hay quien quiere aclararlo buscando los pies de la estatua, que quedaron pegados al fondo marino. Gracias a este amor por el arte el Atleta corrió más mundo sin pies que durante siglos enterito, pero solo, en pose olímpica ante las merluzas.

16. La mafia troyana

La vida de Heinrich Schliemann, el descubridor de Troya, es conocida, o al menos lo era. Antes de más completos modelos infantiles, como Paris Hilton, se citaba como ejemplo del hombre que persigue su sueño. Su biografía es novelesca, así como la historia de su tesoro, robado a los turcos, escondido por Hitler, saqueado por tropas soviéticas. Pero poco se sabe de su muerte. Fue en el Gran Hotel de Nápoles el 26 de diciembre de 1890. Muerte natural, se dijo. Ya, ya… En Italia nadie se muere así como así. No, Schliemann fue envenenado por la Mafia con un café.

Esto sostiene un curioso libro del año pasado que no aporta pruebas, pero da igual. Como tesis es fascinante: Schliemann trataba con la Mafia para vender piezas de sus excavaciones, pero se lo cargaron por alguna trampilla. Es verdad que iba mucho a Italia y que el café al cianuro es un clásico mafioso. Además alguien recetó a Schliemann un estricto régimen de caldo y café para un dolor de oídos. Naturalmente aparece por ahí la masonería, donde conoció a los personajes de la unidad de Italia. Fue Garibaldi quien le dio el soplo del islote de Mozia, en Sicilia, donde en sus andanzas había visto pedruscos interesantes. Schliemann fue como loco a buscar tesoros fenicios, pero no encontró nada. Es que una cosa es buscar Troya y otra hacer negocios con italianos.

(Publicados en El Correo en agosto de 2007)

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