Lui (13): Divorcio a la italiana | Íñigo Domínguez - Blog elcorreo.com >

Blogs

Íñigo Domínguez

Íñigo Domínguez

Lui (13): Divorcio a la italiana

Con gran dolor de mi corazón, dejaré durante unos días la actualidad italiana con motivo del viaje del Papa a los Santos Lugares. Sin duda graves asuntos quedarán desatendidos. Sin embargo, hasta el regreso, sólo unas palabras sobre el gran asunto que quedaba pendiente. Más que hablar yo, dejemos que hable el cine. El buen cine, ‘Divorcio all’italiana’ (1961), obra maestra del gran Pietro Germi, que lo dice ya todo.



Antecedentes: El barón Fefé (Marcello Mastroianni) no soporta a su mujer y está enamorado de la prima de ésta, Angela, (Stefania Sandrelli), jovencita bastante menor que él. Pero como en Italia no había divorcio –llegó en 1970- su única salida es el crimen pasional, tolerado por la Justicia con penas leves. De modo que intenta encontrarle un amante a su mujer para poder sorprenderles ‘in fraganti’. Sin embargo, al final ésta huye con él, un pintor patoso, y le fastidia el plan, además de dejarle humillado ante el pueblo. La colectividad está totalmente al corriente de los asuntos familiares de la alta nobleza decadente, que se hacen públicos, y los juzga severamente, aunque se resuelvan con hipocresía. Después, el padre de Angela descubre su lío y se muere del susto.

Sinopsis: Lo que vemos es el funeral del padre de Angela. El capo mafioso local se acerca a Mastroianni, le da el pésame y luego le espeta: “Pero ahora os tenéis que mover, vuestra familia era una familia de honor, todo el pueblo espera. En 24 horas sabremos dónde están”. Empiezan los besos y aparece la mujer abandonada del amante de su esposa: “He venido expresamente desde Catania para saber qué pensáis hacer”. Mastroianni pone su cara de panoli y ella le escupe. ¡Grave ofensa en público! “Eh, sí, ahora hay provocación”, se dice Mastroianni, pensando en el consejo de su abogado: necesita una excusa, como la humillación pública, para obtener luego atenuantes en el juicio, una vez que mate a su mujer. Es la farsa de las apariencias.

El barón Fefé, informado por el capo mafioso del paradero de los adúlteros, parte en su busca. Sin embargo, la mujer del otro se le adelanta:
-¿Pero qué habéis hecho?
-He vengado mi honor.
-Pero, pero ¿y el mío? (dice el barón oyendo gritar a su mujer y viendo que a ella no se la ha cargado).
Entonces va y la mata. Gran seguimiento de los acontecimientos en la prensa y en las tertulias del pueblo. Vamos, que no se habla de otra cosa. Es la farsa del espectáculo social.


“En este sugestivo rincón de Sicilia no son pocos los muertos por delitos de honor…” Ante la tumba de su mujer, la voz conmovida del barón recuerda que era buena, pero tenía demasiada sed de amor, demasiada. Esto alude a que en las célebres escenas de cama, se le lanzaba y él no sabía cómo quitársela de encima.

Empieza otra farsa: el proceso judicial. “Todo discurrió más o menos como yo había previsto…”, cuenta el barón, que como hombre cuenta con todo el apoyo moral y social. Mastroianni describe el juicio como un armónica sinfonía: “El abogado fue muy brillante, apasionado y sarcástico, conmovedor y conmovido, recorrió con hábil seguridad todas las teclas de los afectos y sentimientos. No llegó a mencionar las cruzadas, pero sí Otelo y compadre Turiddo (de la ópera Cavallería Rusticana). Estaba mamá, que lloraba. Sí, estaba conmovido hasta yo. Luego habló de mi padre: alcoholizado, corruptor de jovencitas, seguramente afectado por una enfermedad innombrable, sembrador de deudas e hijos ilegítimos,… Estaba claro que la atenuante de grave tara hereditaria podía añadirse a los motivos de honor. Y al final llevó al aula a la viuda Patané (la del pintor): no pudo llevar a sus hijos por su tierna edad, pero enseñó sus fotos, y la imagen de aquellos pobres huérfanos me conmovió, no sé por qué, quizá porque en Italia los hijos son siempre los hijos…”. Bajo el lema “La ley es igual para todos” y enunciando la fórmula “En nombre del pueblo italiano…”, sentencia: tres años. “El mínimo, en realidad un poco menos, porque gocé de una cierta amnistía, no digo que estuviera previsto, pero de media hay una cada tres años, así que me tocaba. No fue un periodo agradable, pero pasó…” La farsa de la justicia.

Al llegar a casa, el barón se angustia, porque no ha recibido cartas de su querida Angela. “Quizá por la natural reserva de la mujer del Sur”, piensa, “o porque… no, no sería justo”, concluye despejando sus temores. Ella le espera en el andén. Hasta entonces era ‘la otra’, pero ya puede haber boda… y luna de miel. “Sí, es verdad que la vida comienza a los cuarenta”, se dice extasiado el barón. La farsa del matrimonio.

Ya ven que Germi no deja títere con cabeza.

Y así dejamos a Papi, a la joven Noemi, a las otras jóvenes y a Verónica hasta otro día, con la ofensa, el escarnio público y el honor en juego. De todos modos, creo recordar que Berlusconi no puede presentarse en un juicio, porque se hizo una ley de inmunidad con el famoso ‘lodo Alfano’. Y hoy ha dicho que ha llevado todo este asunto con una gran clase.

Otro sitio más de Comunidad de Blogs de elcorreo.com

Sobre el autor


mayo 2009
MTWTFSS
    123
45678910
11121314151617
18192021222324
25262728293031