El pueblo griego dijo ayer ‘no’ al último plan de ayuda de sus acreedores, un ‘no’ contundente, con un 60% de los votos, pero temerario o suicida según se mire, una definición que deberá concretar ahora la Unión Europea, a quien en realidad pasa la última palabra. Al resto de la UE o, más bien en este imperfecto entramado político, a Alemania y Francia -Angela Merkel y Francois Hollande se reúnen esta tarde- corresponde ahora la responsabilidad de hundir o no a Grecia. Si no exclusivamente a Alemania. Todo depende de una llave, la que abre el canal de emergencia de dinero desde el Banco Central Europeo (BCE), cuyo consejo se reúne hoy. Sin esa liquidez el país heleno, que ya ha tenido los bancos cerrados la semana pasada, se quedará sin fondos hoy o mañana y entrará en el caos.
Los mercados hablarán hoy rápido de lo que opinan de esta entrada tan abrupta en un terreno desconocido. El peor escenario posible ya ha llegado, y está al alcance de la mano. Si realmente la UE quiere echar a Grecia lo tiene que decidir ahora, es el momento de la verdad después de tanto tacticismo y cinco meses de pésima negociación, por ambas partes, con el Gobierno de extrema izquierda de Alexis Tsipras. Si no, deberá cambiarse el registro y llegar a un acuerdo, algo que también supone un dilema muy complejo. Ni siquiera la propuesta que votaron ayer los griegos estaba ya sobre la mesa, habría que inventarse otra.
Es el momento de la imaginación, o la altura de miras, para salir de un callejón sin salida que se veía venir desde hace cinco años, cuando estalló la crisis griega. Ya ha pasado un lustro de recetas brutales de austeridad, que se han cumplido, que no han funcionado, que han supuesto la mayor destrucción de riqueza de un país occidental en tiempos de paz. Los griegos ayer votaron casi por instinto animal de supervivencia, han dejado de usar la lógica. Se supone que Europa también debería hacer caso ahora a los sentimientos.
No cabe duda de que este referéndum agónico es una victoria política de Tsipras, agotado e inflado físicamente estos días, pero sí hay muchas sobre para qué le puede servir. El Gobierno griego aseguraba ayer que enviaba una delegación anoche mismo a Bruselas a negociar y a cerrar un acuerdo en 48 horas, porque desde el punto de vista heleno su voto significa que quieren el euro y seguir en la UE, pero en condiciones que permitan una vida digna. Sin embargo este desenlace ideal es pura ilusión. Se mueve en el mismo plano que el referéndum, un voto con un sentido más emocional y simbólico que literal traducido como “una fiesta de la democracia”. Fueron las palabras de Tsipras tras votar: “Desde mañana abrimos un camino para todos los pueblos de Europa, hoy la democracia derrota el miedo”. Ayer en la plaza de Syntagma, en Atenas, había ambiente de verbena, con música ‘sirtaki’ y vendedores de salchichas. Tsipras podía ya haber dicho ‘no’, él personalmente, lo mismo que el referéndum, pero ha querido que lo digan los griegos, porque será difícil que todo un pueblo quede como el malo o el tonto de la película. Tsipras quiere que Europa asuma ese papel, si se atreve, y ese es el filme que comienza hoy. Es como si el referéndum pasara a la UE, que ahora se debe preguntar: ¿hundimos o no a Grecia?
El primer clímax dramático de esta nueva fase será la reunión de hoy del consejo del BCE. No obstante, su presidente, Mario Draghi, ya ha dejado claro que no piensa asumir una decisión tan política con la que deberían apechugar otros. El consejo está muy dividido entre duros y menos duros, porque aplicar las reglas querría decir cortar definitivamente la financiación y decretar la quiebra de Grecia. Eso mientras el Eurogrupo ha decidido no reunirse hoy, a la espera de que Merkel y Hollande cenen juntos esat noche en París. Ya empieza a ganarse tiempo, o perderse, porque en teoría no lo hay. Draghi, a su pesar, se ve de nuevo obligado a ser un protagonista central europeo. Según la prensa griega, anoche mantuvo una conversación telefónica con el primer ministro griego, Alexis Tsipras, para encontrar una fórmula que permita abrir los bancos griegos, al menos una vía de transición. El portavoz del Ejecutivo confirmó que han pedido a Draghi mantener la vía de liquidez del BCE. “Nuestra prioridad es abrir lo bancos”, dijo Tsipras en mensaje a la nación tras conocer el resultado del referéndum.
“Nuestros acreedores se tienen que dar cuenta de que la realidad ha cambiado”, dijo ayer uno de los jefes del equipo de negociación griegos, Euclid Tsakalotos. Debe recordarse que cuando se rompió la baraja, el acuerdo en realidad estaba muy cerca, las diferencias no eran para tanto. Verdaderamente, han aumentado, y mucho, con la ruptura y, es más, Alemania ha dicho que ahora sería peor. Esto era hasta ayer, queda saber si el juego ha cambiado realmente en algo. Grecia pretende ahora imponer finalmente que es imposible pagar su monumental deuda pública, un 176%, y debe ser reestructurada como primer paso para sanear el país, como opina también, por otra parte, el Fondo Monetario Internacional (FMI). De hecho, fue uno de los puntos más importantes del mensaje de ayer de Tsipras: quieren que entre en la negociación.
Luego haría falta pactar un tercer plan de rescate, unos 50.000 millones de euros según el FMI. Evidentemente mucho tienen que cambiar las cosas para que sus interlocutores -Comisión, BCE y FMI, acepten este nuevo plan. Y esa es la clave: deberían levantarse esta mañana de otra manera. Por mucho que les fastidie que los griegos se salgan con la suya, porque el deterioro de relaciones entre las partes ha llegado al plano personal, y ahora deban hacer lo que muchos han jurado que no iban a hacer, volver a negociar y a ceder.
El rostro más visible de la negociación griega, el ministro de Finanzas Yanis Varoufakis, que ha acusado de “terrorismo” a sus interlocutores, habló así tras depositar su voto: “Durante cinco años los errores increíbles del Eurogrupo han conducido a ultimátum insensatos, sobre los que el pueblo no podía pronunciarse. Hoy el pueblo se ha pronunciado”. Por la noche fue el primero del Gobierno en salir ante los micrófonos, en camiseta: “El ‘no’ es una gran ‘sí’ a una Europa democrática. El corazón de la UE bate hoy aquí, en Grecia”. Pese a toda la épica escénica de que es capaz Varoufakis, que es mucha, es innegable que ha sido un pulso que puede marcar el rumbo y las inercias de la UE.
Al margen de números y reglas, para que algo cambie tendría que entrar en juego la política con mayúsculas. Mirar, por ejemplo, el mapa y preguntarse si realmente a Europa le interesa crear un agujero negro en Grecia, un país de los Balcanes, que tiene frontera con Turquía, próximo a la guerra de Siria y, como nación ortodoxa, a la órbita rusa. Estados Unidos, desde luego, está muy interesado en que Grecia no se quede fuera de control.
Por otro lado los votantes más aterrorizados del ‘sí’ temían ayer efectos apocalípticos: abandono de la UE, emisión de moneda propia, nacionalización de banca y grandes empresas… Es decir, una especie de estado bolivariano en el Mediterráneo. Es para preguntarse si a la UE le atrae una hipótesis de trabajo de este tipo. Considerando, además, que en Bruselas y muchos otros países, empezando por España, preocupa mucho la lectura que se hace de la crisis griega en cada país, con partidos similares a Syriza. Podemos, en el caso español. El Gobierno griego aseguró ayer que no tiene planes “B” para emitir una moneda paralela.
Ya antes del fin de la consulta se oyeron ayer voces que abrían a una nuevo clima, de mayor amplitud de miras. El ministro de Economía francés, Emmanuel Macron, invitó a los 27 a no castigar y humillar a Grecia como se hizo con Alemania tras la Primera Guerra Mundial. “Con cualquier resultado tenemos que retomar las negociaciones políticas. No podemos repetir el Tratado de Versalles”. El miembro francés del BCE, Benoir Courè, también se mostró por abrir la mano: “El BCE ha dicho bien claro que si es necesario hacer más, hará más”. Francia está haciendo ya el papel de poli bueno y le tocará convencer a Alemania. La cena de hoy de Hollade y Merkel, dos personas que deciden el futuro de Europa en los postres, será la escena crucial de este trágico culebrón.
El ministro de Economía alemán, Sigmar Gabriel, el primero en hablar ayer de su equipo, seguía en sus trece: “Los puentes están rotos, es difícilmente imaginable una nueva negociación”. Angela Merkel tiene ante sí la dura decisión de afrontar la impopularidad interna o asumir en persona la responsabilidad de la quiebra de Grecia. Sin embargo anoche el Bundesbank se pronunció de forma trascendental. Su presidente, Jens Weidmann, advirtió que la salida de Grecia del euro, idea con la que se ha jugado seriamente hasta anteayer, abriría un boquete superior a sus 14.400 millones de reserva. Son argumentos convincentes que hasta ahora se había reservado.
Hoy arranca una semana decisiva para Grecia y Europa, la más malditamente interesante en décadas. Ayer se barajaban de nuevo todas las cartas de una partida interminable. La explosión de sincera alegría ayer en Syntagma hacía pensar que era imposible que fuera, en realidad, el inicio de su peor pesadilla. Pero algunas pesadillas empiezan así.
(Publicado en El Correo)