Las juergas eróticas de Silvio Berlusconi le siguen saliendo por una pasta, aunque ya sólo sean un recuerdo. Aquellas famosas fiestas de 2010 dieron origen al ‘caso Ruby’, alias de la marroquí Karima el Mahroug, entonces de 17 años, con quien mantuvo relaciones y que le costó ser procesado por prostitución de menores y abuso de poder. Fue condenado, absuelto en segunda instancia y el fallo definitivo del Supremo se espera en marzo. Sin embargo en enero de 2014 se abrió una nueva causa por la sospecha de que el exprimer ministro había comprado el silencio de decenas de testigos en el juicio. Esa investigación, con 45 imputados y que se cerrará en breve, desembocó el martes en una oleada de registros porque, según los fiscales, el magnate sigue manteniendo a todo tren, con sueldo y piso, a 21 de sus joviales invitadas. Y también a la propia ‘Ruby’.
La célebre protagonista del caso recibe ingresos periódicos en contante de hasta 15.000 euros, algunos de ellos en fechas recientes y, apuntan los fiscales, mantiene un nivel de vida incompatible con su renta. Porque, que se sepa, el último oficio conocido de esta chica, después del de prostituta que le dio la fama, era de camarera. Por ejemplo, se gastó 7.000 euros en el cumpleaños de su hija y entre 60.000 y 90.000 euros en un viaje a las Maldivas de nueve días para dos personas. También compra ropa de marcas lujosas y regala bolsos caros a sus amigas. Le compró una moto a su novio de 14.000 euros. Y cuando va cada semana a Milán desde Génova, donde vive, se coge un taxi. Y son casi dos horas de coche. Se le atribuyen negocios en México y Dubai. Los investigadores sospechan que el dinero le llega a través de intermediarios del líder de la derecha italiana.
Berlusconi ya reconoció en 2011 que daba una especie de paga mensual de 2.500 euros a las muchachas involucradas en el escándalo, y que en muchos casos sufragaba sus viviendas. Explicó que habían pasado por putas ante el mundo entero y no iban a encontrar novio. Se sentía en el deber de compensarlas. En principio esta labor humanitaria, calculada en 1,8 millones de euros, terminó en 2013, con una especie de liquidación de 25.000 euros para cada una. Pero ahora se ha descubierto que no es así. Siguen en nómina al menos 21 de ellas, que fueron testigos de su defensa en el juicio y negaron que en las fiestas hubiera nada de sexo. Tienen como telefonista de atención al cliente al ‘ragionere’ Giuseppe Spinelli (chico de la foto), contable de confianza de Berlusconi, que el martes fue interrogado siete horas. Contó que les suelta dinero cada vez que llaman, sin hacer preguntas, siempre que no se pasen “de 15.000 o 20.000 euros”, y ya la horquilla es de una generosidad proverbial. Hasta ahí tiene autonomía, si se pasan tiene que llamar al magnate para que le dé el visto bueno.
Dos de las chicas, Alessandra Sorcinelli y Barbara Guerra, tienen un estatus especial, porque viven en mansiones con jardín de 400 metros cuadrados. La de Guerra, además, está diseñada por el prestigioso arquitecto Mario Botta. El martes, cuando fueron a registrarla, sólo abrió cuando llamaron a los bomberos para que tiraran la puerta. Se da la circunstancia de que estas dos elementas se habían personado como parte civil en el segundo proceso del ‘caso Ruby’, a los cómplices de Berlusconi. Pero meses después, por alguna razón, cambiaron de idea y se retiraron del juicio.