Grecia abrió ayer una brecha, quizá la primera de un próximo periodo convulso, en el mapa político dominante en Europa en las últimas décadas. Una amplia mayoría de griegos dieron una victoria histórica en las elecciones a Alexis Tsipras, líder de la coalición de izquierda radical Syriza, y aunque anoche debía confirmarse si tenía o no la mayoría absoluta, mandaron un claro mensaje de ruptura a la UE a muchos niveles. En la línea política, con el primer Gobierno claramente de izquierda de la historia comunitaria, y en el guión económico dominante, que prevé programas de austeridad y sin estímulo del crecimiento. Es un desafío al liderazgo ideológico de Alemania tras cinco años de asfixiantes recortes del bienestar en el país helono, con un paro del 27%, pérdida del poder adquisitivo de hasta el 40% y tres millones de ciudadanos sin sanidad pública. Los griegos han dicho basta.
“Grecia ha pasado página, dejando atrás cinco años de dolor y humillación. La Troika ya es una cosa del pasado”, fueron las primeras palabras de Tsipras ante la multitud. En las calles de Atenas ayer se alternaban lágrimas de emoción y euforia desatada. Para Grecia es un cambio generacional y de esquemas políticos en la democracia nacida en 1974, abonada hasta ahora al bipartidismo clásico entre conservadores y socialistas. Pero ha llegado la hora de la verdad. Primero, para Tsipras y su partido, que deben demostrar madurez y altura de miras, y no defraudar las enormes expectativas de sus votantes de una vida mejor. Según los expertos, el 45% de los parados ha votado por Syriza. Segundo, para la UE, llamada a interpretar con inteligencia la señal de un deseo de cambio.
Los colegios cerraron a las seis, hora española, pero el escrutinoo fue muy lento y a última hora de ayer no estaba claro si Syriza había obtenido la mayoría absoluta. Con el 70% de los votos contabilizados, había alcanzado el 36% de los sufragios y rozaba la barrera crucial de los 151 escaños con un resultado provisional de 149. Un dato increíble, anunciado por los sondeos, para una formación que hasta 2009 era menor y en 2012 obtuvo el 26,8%. Tsipras podrá gobernar con un Ejecutivo fuerte, aunque probablemente busque apoyos y consenso en otras fuerzas políticas, entre algunos de los pequeños grupos que entraron en el Parlamento.
La verdad es que tampoco tiene muchas opciones, pero le bastan: descartando rivales y enemigos irreconciliables, le quedan los liberales de To Potami (El Río) y Griegos Independientes, que pese a ser de derechas comparten la oposición a la Troika y ya han dicho en la campaña que están abiertos a colaborar. To Potami rondaba ayer los 16 escaños y Griegos Independientes andaba en torno a 13. Con o sin mayoría absoluta, Syriza tendría las espaldas cubiertas, pero es que además lo necesitaría en cualquier caso. En el Parlamento griego gobernar con una ventaja justita es muy complicado y aún logrando superar por poco los 151 escaños Tsipras no viviría tranquilo. En tiempos difíciles, y estos lo son, está demostrado que la belicosidad política, la inflación de egos y las guerras fratricidas están al orden de día. Será una prueba, en primer lugar, para la propia Syriza. Es fruto de una heterogénea coalición de siglas de extrema izquierda que puede estallar en divisiones internas si Tsipras comienza a traicionar el programa. La obsesión de la pureza puede causar estragos en el ala crítica.
To Potami, tal como indicaban los sondeos, ha sido una de las sorpresas de la jornada y ayer se colocaba como cuarto partido, tras los neonazis de Alba Dorada. Nuevos en el Parlamento y con solo once meses de vida, esta formación liberal es otro fruto de la crisis y representa, en otro espectro de la población, una corriente de cambio. Nació en marzo y dos meses después obtuvo por sorpresa dos diputados en los comicios europeos. Se basa en el tirón mediático de Stavros Theodorakis, un popular y carismático presentador televisivo, periodista de programas de denuncia, que ha aglutinado un centro reformista aún en proceso de definición. Pero lo que sí tienen realmente claro es que querían estar donde han llegado a estar, a ser la fuerza decisiva que apuntala el nuevo Gobierno. Comparten parte de las ideas de Syriza pero son europeístas y a favor de mantener la agenda con la Troika. Es decir, pueden moderar las exigencias de Tsipras, tranquilizar a la otra mitad de la sociedad griega y ayudarle a asustar menos en Europa.
Nueva Democracia (ND), el partido conservador del hasta ahora primer ministro, Antonis Samaras, aguantó en el segundo puesto pero a gran distancia, sin opciones. Como se preveía, ha pagado la aplicación de los planes de austeridad desde 2012 y, para su pesar, no se le ha reconocido su difícil gestión de la crisis y que no tenía más remedio que capear el temporal. “Dejo un país sin déficit y miembro de la UE. Tengo la conciencia tranquila”, declaró ayer al admitir la derrota.
Se confirma por tanto la tendencia que ya se podía esperar, sin ser un genio, en los comicios de hace dos años y medio: ND sale quemada del poder, aunque se mantiene como principal fuerza de centroderecha, y deja paso a Syriza, que sustituye como alternancia de izquierda al PASOK. El partido socialista, guiado por el exministro de Finanzas Evangelos Venizelos, confirma su hundimiento en torno al 5%, menos de la mitad de 2012. Fue con diferencia la formación que más bajó, con una sangría de votantes hacia la fuerza en ascenso de Tsipras. Tiene escasas posibilidades de estrechar alianzas con Syriza, aunque a ellos les gustaría, pero representa la vieja política que ahora se quiere desterrar. Georgios Papandreu, el exprimer ministro del PASOK que afrontó en primer lugar el estallido de la crisis, conccurría por su cuenta con un nuevo partido y, en principio, anoche no había superado el umbral mínimo del 3% y no entraba en el Parlamento.
En el tercer puesto, como apuntaban las encuestas, se confirmaba anoche la formación neonazi Alba Dorada. Es, de nuevo, una luz de alarma que no se apaga. El descontento social ha mantenido más o menos intacta la base electoral de la extrema derecha, que ya en las pasadas europeas llegó a ser tercera fuerza y queda definitivamente consolidada. Confirma una señal muy seria de los efectos incontrolados del desmantelamiento social.
Grecia pide a gritos un cambio de esquemas y perspectiva, que el nuevo Gobierno espera contagiar al resto de Europa. “La esperanza ha vencido”, fue la primera declaración de Syriza al conocerse los primeros resultados. Tsipras, como la inmensa mayoría de los griegos, quiere seguir en Europa pero quiere replantear las reglas de juego. En la situación de “emergencia humanitaria” que, en sus palabras, vive el país heleno, no se trata sólo de filosofía. Quiere traducirlo en hechos de inmediato y el choque, que se prevé violento, con las exigencias europeas será instantáneo. El debate se abrirá hoy mismo, y no se sabe cuánto se habrá ya discutido bajo la mesa en los últimos meses, antes de salir a escena. Hasta ayer ambas partes han mantenido cara de perro. Desde hoy, con nuevas cartas sobre la mesa, se verá cómo cambia el juego.
Anoche mismo el responsable del programa económico de Syriza, Yannis Milios, advirtió que el programa pactado por el Gobierno anterior de Smaras con la UE “está muerto”. Lo dijo porque en el Eurogrupo se reúnen hoy los ministros de finanzas de la moneda única y el representante griego queda ya desautorizado. Lo primero que quiere hacer el nuevo Ejecutivo griego, en teoría, es un abanico de medidas que, de entrada, suponen unos 12.000 millones de euros que no tiene. Es lo siguiente: luz gratis a unas 300.000 familias; restablecer la sanidad gratuita a tres millones de personas; ampliar el subsidio de paro; subir el salario mínimo de 580 a 751 euros; la renta mínima para declarar, a 12.000; añadir una paga más a las pensiones inferiores a 700 euros; prohibir el desahucio en la primera vivienda. Todo esto deshace de un plumazo el tortuoso camino recorrido en los últimos cuatro años, marcado severamente a cambio de 240.000 millones de rescate por la Troika. Se esperan concesiones, pero desde luego no tanto. Desde hoy, Europa está pendiente de cómo se resuelve este dilema.
(Publicado en El Correo)