“Primero tomaremos Manhattan, luego tomaremos Berlín”, cantaba ayer la voz de Leonard Cohen mientras se abrazaban Alexis Tsipras y Pablo Iglesias en el mitin de cierre de campaña de Syriza, el partido de izquierda griego favorito en las elecciones del domingo. “¡Hasta la victoria, Syriza y Podemos, venceremos!”, clamó Iglesias tras leer un par de frases en griego y repetir el estribillo de Cohen. Luego sonó el ‘Bella ciao’ la canción de los partisanos italianos en la Segunda Guerra Mundial. España mira a las elecciones del domingo en Grecia con mucha atención y la imagen de ayer explica muy bien por qué. Una gran multitud se agolpaba en las calles que confluyen en la plaza de Omonia, enclave tradicional de Syriza en sus campañas, y les saludaba prácticamente como los futuros salvadores de Europa, empezando por Grecia. Aunque a Tsipras, la verdad, se le veía un poco cansado.
“¿Podemos en España como va? ¿Son primeros? Tienen que ganar, hay que cambiar esto desde el sur, no podemos seguir dominados por la señora Merkel”, preguntaba muy interesado Dimitris, un dirigente de Syriza que ha sido alcalde de su pueblo, cerca de Salónica. Sigue existiendo una extraña comunicación a distancia entre Grecia y España. Arrancó en 2010 con la emulación de los Indignados en la plaza Syntagma, como reacción a un cartel en la Puerta del Sol que decía “cuidado, no despertéis a los griegos”. Continuó durante los planes de ajuste cuando la gente advertía a los españoles que serían los próximos. Culmina ahora con un proyecto político paralelo, respuesta a los planes de austeridad. Si bien Iglesias se preocupó de matizar ayer que las situaciones en ambos países “son muy distintas tanto desde el punto de vista económico como el político”.
Iglesias tuvo ayer el protagonismo en el escenario, pero no era el único. Ayer había cola para arrimarse a Tsipras. También han viajado hasta Atenas el coordinador de Izquierda Unida (IU), Cayo Lara, que decidió quedarse un día más para asistir al mitin; los portavoces de Guanyem Barcelona, Ada Colau y Gerardo Pisarello; y también el europarlamentario de EH Bildu Josu Juaristi. En las primeras filas del público hasta se veía una bandera republicana española. Lo mismo ha ocurrido con otros partidos europeos, desde formaciones italianas a Sinn Fein. Incluso Marine Le Pen ha lanzado en los últimos días mensajes de apoyo, que han entrado venenosamente en la campaña y han sido rechazados por Syriza. Es más, señalan que ellos son el freno a partidos populistas de derecha que, en su opinión, son consecuencia de las medidas de austeridad.
Syriza, en resumen, aglutina las esperanzas de cambio del rumbo europeo de siglas de todo tipo, conscientes de que el domingo en Grecia puede romperse un esquema y abrirse otro. Tsipras parece un buen chico, siempre con chaqueta y camisas bien planchadas, y tiene un tono de voz nasal muy tranquilizador. Pero, naturalmente, en Grecia y en toda Europa la incertidumbre y la confusión sobre lo que puede pasar si gana Syriza son enormes. Los sondeos de ayer le daban de nuevo ventajas de hasta cinco puntos sobre el conservador Nueva Democracia (ND), que en alianza con los socialistas del PASOK ha gobernado desde 2012 aplicando las recetas de austeridad. No obstante, hablando con la gente en Atenas, no se ve el miedo de 2012, se lo ha llevado un agotamiento absoluto. Ya les da igual.
ND y PASOK, en todo caso, siguen centrando su campaña en el alarmismo y no se ahorran metáforas. El primer ministro Antonis Samaras, de ND, asegura que si gana Tsipras el país acabará “como Corea del Norte”. “Se harán un ejército, matarán la economía y meterán las manos en las cuentas corrientes”, advirtió. Entretanto ‘Eleftieri Ora’ (La hora de la libertad), el diario del patriarcado de Constantinopla, lleva días avisando a sus lectores de que preparen víveres e incluso armas para hacerse fuertes en sus casas. Aunque a Samaras le llaman directamente payaso.
Evangelos Venizelos, líder del PASOK, prefirió comparar el escenario con Venezuela. La verdad es que en el mitin que dio el miércoles por la noche en Atenas había cuatro gatos y, con una media de edad altísima, muy nostálgicos. PASOK, el gran partido dinástico y clientelar que ha dominado con ND el bipolarismo griego durante décadas es ahora una ruina que se agarra a una previsión del 5% de votos. Es otro espejo muy temible para España, en este caso para el PSOE, de qué ocurre cuando te pasan por la izquierda con un nuevo modelo.
En todo caso Venizelos se ofreció, si es necesario, a pactar con Syriza si no logra la mayoría absoluta. El gran objetivo de Tsipras es, precisamente, una gran victoria que le permita gobernar en solitario. Ayer lo volvió a repetir: “Necesitamos un mandato fuerte para negociar con la ‘troika’, no queremos ser rehenes de un socio que podría pretender descafeinar nuestro programa”, proclamó. En las encuestas está cerca del 36-37% que da la mayoría absoluta en el Parlamento, aunque hay que cogerlas con pinzas. En 2012 inflaron el resultado de Syriza y además la crisis ha hecho al elector griego muy imprevisible. Hay un 15-20% de indecisos.
El tercer puesto, por tanto, está muy disputado y es probable que sea la clave de los comicios. A él aspiran varias formaciones. La menos mala para Tsipras sería To Potami (El Río), otro partido nuevo fruto de la crisis surgido en marzo y que irrumpió en las europeas. Son liberales, europeístas y obligarían a Syriza a moderar su línea. La otra posibilidad es el partido neonazi Alba Dorada, que en las elecciones europeas llegó al 9%. Su mitin del miércoles en Atenas tenía un lleno total, aunque en el escenario no estaban sus líderes, la mayor parte en prisión dentro de la investigación del asesinato de un rapero en 2013 a manos de un militante. Pero enviaron vídeos grabados en la cárcel con arengas de mucho éxito, y no se sabe qué es peor.
Pague si quiere que le demos a su bebé
En un hospital de Atenas tomaron prácticamente de rehén a un recién nacido hasta que su madre no pagara la factura del parto. No le daban al niño hasta que abonara una cuenta de mil euros. Christina Samartzi, coordinadora de proyectos de Médicos del Mundo, contaba ayer este episodio en su despacho. Ocurrió en 2012 y tuvieron que intervenir para solucionarlo con una mediación. Para tres millones de griegos entrar en un hospital, si no es en una urgencia, significa pagar, en principio, cinco euros, y luego depende del tratamiento. Son los tres millones de griegos sin asistencia médica gratuita, gente que después de un año de paro se queda sin sanidad pública, el punto más bajo del desmantelamiento social que se ha visto obligada a emprender Grecia por imposición de sus prestamistas internacionales, la ‘troika’ formada por Comisión europea, Banco Central Europeo (BCE) y Fondo Monetario Internacional (FMI).
Tres millones son más de un cuarto de la población y el 35% vive bajo el umbral de pobreza. Eso explica las colas que había ayer en la pequeña clínica de Médicos del Mundo en el centro de Atenas, que abrió en 1997 para los inmigrantes y a partir de 2010 empezó a recibir ciudadanos griegos, la clase media que comenzaba a desmontarse. Ahora son el 30% de sus pacientes, de los 1.500 que atienden al día, pero tienen otros cuatro centros en el país y, por ejemplo, en Perama, en El Pireo, los griegos son el 90%. “No vemos ninguna mejora, viene cada vez más gente en busca de atención y medicinas, y muchas familias a vacunar a los niños”, relata Samartzi. Ancianos y niños son los más frágiles, con numerosos casos de malnutrición, y en algunas zonas rurales incluso no hay pediatras, ni siquiera para quienes sí están cubiertos por la seguridad social. Médicos del Mundo envía unidades móviles. Hay otras organizaciones que hacen lo mismo, como Praxis o Solidarity for All. Suplen al Estado cuando el Estado se derrumba. En su caso, seis médicos pagados y cincuenta voluntarios. Lo curioso es que la UE, que exige los recortes, es al mismo tiempo el principal financiador de esta ONG, junto a donaciones privadas. “Política”, resume lacónica esta voluntaria. ¿Qué pasará el domingo? “Estamos desesperados, algo tiene que cambiar”.
Si se va a mirar el otro pilar de una teórica sociedad de bienestar, la educación, se ve otra trinchera de resistencia. Incluso si por ampliar la visión se indaga en un colegio público de un barrio pudiente y de clase media alta como Kolonakis. “En estos dos últimos años he sido pisoteado y escupido por el Gobierno, escríbelo”, dice un profesor de educación especial para niños con problemas, Panaiotis Cassianos, que además es el director del centro, con 500 alumnos. Por eso él cobra 1.000 euros, de los 1.600 que cobraba, y es afortunado. El sueldo de un maestro que lleve muchos años ronda los 800 euros, pero uno que empieza recibe 600. El colegio ha perdido en torno a un 40% de su presupuesto. “Muchos niños vienen con hambre, no tienen ropa suficiente, se ven agujeros en los zapato. Una vez al mes hacemos un bazar para que todos traigan lo que no les sirve o cosas de segunda mano y las intercambien”, explica. Lo único bueno de la crisis es que ha sacado la solidaridad a la calle. “Lo peor es que los chicos que van a ir a la universidad no tienen esperanza”, dice Cassianos. Otro profesor de lengua, Thanos Natsis, no ve tanto impacto de la crisis en este colegio, comparado con barrios más pobres. “Pero es verdad que han ido llegando muchos que antes estudiaban en centros privados y ya no se los pueden permitir”, señala. Aún así apunta que en su clase han organizado un viaje a París, por 550 euros, a ver qué pasaba. Y todos han pagado.
Está claro que en Grecia, como en España e Italia, de la crisis se entera quien le toca, pero si no se puede vivir más o menos ajeno. Por otro lado, igual que este desastre es consecuencia de décadas de derroche de los Gobiernos, también ha habido chapuzas en los recortes, efectuados a veces de forma arbitraria o absurda. Por ejemplo, la semana pasada había una manifestación de señoras de la limpieza de los ministerios contra despidos y rebajas de sueldo. Pero es que, con la que está cayendo, ¡seguían cobrando 2.500 euros! Mientras en algunos sectores se toca fondo, aún persisten bolsas ocultas de privilegios. Y, naturalmente, una enorme evasión fiscal. De ahí, precisamente, Syriza quiere extraer gran parte de los fondos para atajar esta “crisis humanitaria”, una primera inversión de choque de 11.500 millones. El problema es encontrarlos. Desde 2010 todos los Gobiernos han confiado en hacerlo, sin mucho éxito. Según Syriza, es cuestión de voluntad y no la tenían. Aseguran que ellos los van a encontrar.
(Publicado en El Correo)