Que dice el prefecto de Roma que hay alerta roja, que cierra los colegios y que nadie salga de casa. Y aquí estamos, acojonados, con el parchís y los víveres. ¿Se teme un ataque nuclear? ¿Plaga de langostas? No, qué va, es que va a llover. Sí, llover, sin más. Dicen que va a llegar una “bomba de agua” pero lo cierto es que Roma es tal desastre de mantenimiento que las autoridades ya no se atreven a poner la mano en el fuego de que si caen cuatro gotas no se inunde la ciudad o se desplome medio centenar de árboles. Así que se curan en salud y, hala, alerta roja. Para que luego digan que no habían avisado. Cuando Roma se colapsa aquí se suele decir “Roma in tilt”, una expresión graciosa a la que se coge cariño.
Es el efecto de las rutinarias catástrofes de las últimas semanas. Porque es verdad, pasa que no avisan, aunque el peligro sea real. El mes pasado en Parma Protección Civil advirtió al ayuntamiento, pero fue con un fax un sábado por la tarde, y claro, hasta el lunes, y el lunes por la tarde, no lo vieron y no lo compulsaron reglamentariamente. Solo entonces partió la alerta, cuando la ciudad ya lo sabía porque el río Baganza ya se había desbordado. En Italia aún siguen con el fax y luego el subsecretario responsable siempre suele estar reunido. Esto del fax en el fin de semana ya pasó en Cerdeña en las últimas inundaciones y dijeron que a partir de ahora usarían el móvil, pero se ve que el encargado se quedó sin batería.
De todos modos aunque no avisen no es que te pille de sorpresa. Cada año es igual. Pasa lo de siempre en otoño -que llueve, a veces mucho- y en algunas ciudades ocurre lo de siempre -que se inundan asombrosamente y hay muertos porque tenían que haber hecho algunas obras hace cosa de medio siglo y todavía están en ello-. Es un fenómeno tan cíclico como las propias estaciones. Y todo es culpa humana, de estos humanos tan particulares. Primero, por construir donde no deben, segundo por no arreglarlo.
Miren lo de Génova. El 10 de octubre volvió a desbordarse el río Bisagno y hubo un muerto. Digo que volvió porque el 4 de noviembre de 2011 ocurrió algo parecido y murieron cuatro adultos y dos niños. Y la lista viene de lejos: 1953, 10 muertos; 1970, 44 muertos; 1992, dos muertos, 1993, tres; 2010, uno… Pero lo contamos en su día en este blog: las obras para solucionarlo fueron declaradas “urgentes” en 1970 y en 2014 aún no tenían director. En Italia las urgencias no terminan nunca, porque nunca se hace nada.
Cosas del destino: el 10 de octubre, el día de la inundación, fue justo el día en que terminaba el plazo para la adjudicación de la obras que debían evitarlo. Dirán ustedes que es mala suerte, pero es que se han tirado tres años sólo para escribir el anuncio del proyecto. Y cuando se pongan el plazo calculado de los trabajos es de cinco años, que luego suelen ser el doble. Total, que el dinero para evitar nuevas tragedias está listo desde el 11 de octubre de 2010, cuatro años exactos, pero aún no lo han usado. La selva burocrática y de recursos judiciales en Italia haría parecer el Amazonas un campo de golf. Por ejemplo: el ayuntamiento de Salerno, en la otra punta de Italia, ha impugnado la concesión de 25 millones del Estado para el proyecto, porque quería ese dinero para otra cosa y el propio bando de anuncio del proyecto advierte que si al final les dan la razón todo se quedará en nada.
En Carrara, donde el mármol, es lo mismo. El torrente Carrione, un riachuelo, se desborda en cuanto llueve más de lo normal. A saber: en 1936, en 1952, en 1982, en 1985, en 1992, en 1996, en 2003, en 2009, en 2010 (dos veces), en 2012 (tres veces), en 2013 y, oh sorpresa, este año, ayer miércoles.
En 2003 se dijo que nunca más volvería a pasar. Bien, ha vuelto a pasar. Las obras para arreglarlo empezaron, con muchas chapuzas, en 2007 y estamos en 2014 y todo sigue igual.
En 2003 murió una pobre abuela de 76 años. El proceso correspondiente, que imputaba a alcaldes, técnicos e industriales empezó por fin en 2011, veinte días antes de que prescribieran los delitos.
Así que ahora nos hemos hecho fuertes en Roma esperando el diluvio universal, que de momento se ha traducido en cuatro gotas. Pero sí, ya hay fotos delante del Coliseo con las aceras inundadas. El metro ha cerrado. Hay carreteras de pasos subterráneos convertidas en piscinas. Puede parecer que se trata de un evento atmosférico excepcional, pero les aseguro que es equivalente a un martes tonto en las Rías Bajas. Por la tarde ya veremos a ver si llega la famosa bomba.
Pero no hay mal que por bien no venga. Toda la red de autobuses municipales, la desastrosa compañía Atac, estaba a punto de pararse porque no pagan la gasolina y ya no les fían. Sí, han leído bien: Roma puede quedarse sin autobuses porque no tienen para gasolina. Con lo que han robado es normal. Pero con la alerta roja estarán ahorrando combustible.
Tampoco deja de venir bien al metro, así se nota menos que sigue sin abrirse la mítica Línea C. ¡Ah, la Línea C! (léase Linea Chi). Cuando llegué a Roma en 2001 la daban por hecha y entretanto en Madrid se marcaron una línea nueva en 36 meses con algo así como cuarenta estaciones. Aquí tienen dos líneas, A y B, en forma de cruz y con una sola correspondencia, en Termini. Para hacer los 25,6 kilómetros y las 30 paradas de la Linea C el presupuesto se ha ido disparando hasta los 6.000 millones: 234 millones el kilómetro. ¿La media europea? 120-150 millones. Si algún día la acaban será la obra pública más cara de la historia de Italia. Ya lo sé, Roma no es Madrid, pero este desmadre no es por los yacimientos arqueológicos y todo eso. Ni siquiera han llegado al centro, que es el tramo más problemático. No, son chapuzas, improvisaciones, corruptelas y litigios judiciales. Fíjense: por fin ha fijado la fecha del juicio en el último conflicto por la pasta entre instituciones y empresas, pero les han dado hora para… el 10 de octubre de 2017.
Las ventajas no se acaban aquí si consideramos que un diluvio se llevaría toda la porquería de Roma, porque otra desastrosa compañía municipal, la de basuras, Ama, tiene la ciudad hecha una mierda.
Y no me extrañaría que en los colegios aprovecharan ahora para hacer huelga el viernes y sale un puente de lo más hermoso. Una de las primeras palabras que ha aprendido a escribir mi hijo es “sciopero”, huelga, porque tiene que escribirla en el cuaderno de avisos a los padres cada vez que se convoca una.
Desde luego es uno de esos días perfectos para pasear por Roma, no hay nadie.
Ahora me dicen que la alerta ya no es roja, sino violeta, que por lo visto es peor. Me voy a buscar las aletas al armario de los trastos.
El histórico ‘alluvione’ de Florencia en ‘Amici miei – Atto II’ (1982), de Mario Monicelli:
Sinopsis: La inundación le pilla a Melandri (el gran Gastone Moschin) a punto de acostarse con una mojigata puritana a la que por fin ha camelado, pero la mujer toma el diluvio por una señal divina para salvarla del pecado. Frase famosa de Melandri: “Pero imbécil, ¿te crees que Dios para salvarte a ti inunda toda Florencia?”. El conde Mascetti (Ugo Tognazzi) entretanto dice que en su calle no corren peligro, antes de ser arrollado pro la tromba de agua. En trance similar a Melandri le pilla a Perozzi (Philippe Noiret), en la cama con la mujer del panadero, que siempre pasa la noche fuera de casa. Cuando llega el marido dice que está allí para hacer un reportaje “en caliente” (Perozzi es periodista de La Nazione) y le pregunta cuáles son sus impresiones, pero el hombre ya a estas alturas no es tonto. Además de que Perozzi lleva su abrigo y su sombrero.