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Íñigo Domínguez

Íñigo Domínguez

“Humillante y desastroso”

 

 

“¿Alguna vez viste un desastre más espléndido?”, con esa frase termina la película ‘Zorba el griego’. Luego los dos protagonistas, un griego golfo y el extranjero al que le roba el dinero con falsas promesas, se mueren de risa completamente arruinados. Hace una semana la música de Zorba, el célebre ‘sirtaki’ de Theodorakis, se oía y se bailaba en la plaza Syntagma de Atenas. En la fiesta por el resultado del referéndum, que rechazó un plan de ajuste de la UE. Pero ayer el Gobierno griego tragó con uno muchísimo peor. “Es humillante y desastroso”, musitaron fuentes de la delegación griega en la amarga noche de Bruselas. Igual podían haber dicho cautivos y desarmados. Al final consiguieron limarlo un poco, pero fue un avasallamiento en todos los frentes. Los griegos se fueron a dormir sin saber si se despertarían en Europa o abandonados a su suerte en el Egeo. Ayer por la mañana, minutos antes de la apertura de los mercados, conocieron su sentencia.

En la calle había normalidad porque los cajeros, que en teoría se quedaban ayer sin dinero, resulta que ahora tienen suficiente hasta el jueves. Aunque el corralito sigue ‘sine die’, los bancos continuarán cerrados. Con el país pendiente como en un parto, por fin salió Alexis Tsipras de la cumbre más larga de la historia comunitaria, 17 horas. Bastante aseado y entero para lo que llevaba encima -al menos dos de tres noches sin dormir-, hizo una serena evaluación de los daños: “El acuerdo es difícil pero evitamos el proyecto de transferir activos públicos al extranjero. Hemos evitado el estrangulamiento financiero y el colapso del sistema bancario. Logramos la reestructuración de la deuda y financiación segura a medio plazo”. Son los últimos consuelos, muy ciertos, de Grecia para ver el vaso medio lleno. El compromiso de revisar la deuda, en realidad, ya existe desde 2012, para cuando Grecia aplicara sus reformas, pero la UE lo incumplió el año pasado. Se dice poco.

El punto más conflictivo fue la creación de ese fondo de 50.000 millones, como casa de empeños de las joyas de la familia, que en un principio se situó en Luxemburgo. Parecía broma, siendo el paraíso fiscal del escándalo de cientos de empresas que evadían impuestos con el beneplácito del Gobierno, dirigido durante casi veinte años por el actual presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker. Pero iba en serio. Al final han conseguido que al menos el fondo esté en Grecia. El primer ministro italiano, Matteo Renzi, confesó ayer que también se opuso “porque hubiera sido una humillación”. El presidente francés, Francois Hollande, consideró que “la soberanía griega se ha preservado” y dijo que Tsipras había sido “valiente”.

De todos modos hay serias dudas sobre la utilidad de este fondo, pues debe alimentarse de privatizaciones y el propio Fondo Monetario Internacional (FMI) admitió el mes pasado que hasta ahora han sido un fracaso. Desde 2011 sólo se han obtenido 7.700 millones, aunque han cobrado menos de la mitad. Pero ahora aspiran a recabar 50.000. Según los cálculos del FMI, a este ritmo harían falta cien años.

La lista de condiciones que se deben aprobar en tres días cuando no se han hecho en cinco años -“Un catálogo de la crueldad”, para el propio semanario alemán ‘Der Spiegel’- empieza así en los chistes que ya corren por Atenas: “Primera, acabar con el sida en el mundo. Segunda, resolver el conflicto israelí-palestino…”. Y en este plan. Es decir, muchos griegos piensan que les quieren echar y les han planteado exigencias irrealizables. Cuentan que en la reunión de anoche, en un momento de tensión, Tsipras se hartó, se quitó la chaqueta y la ofreció a Merkel y compañía: “¿Queréis quedaros también con esta?”. No salió en pelotas pero casi. La viñeta de un diario heleno le retrataba bajando del avión vestido con un barril pero orgulloso de haberse resistido hasta el final a ponerse una corbata.

Tsipras usó ayer un lenguaje bélico al describir “una dura batalla” y “un combate difícil” contra “algunos círculos ultraconservadores europeos”. Pero para guerra la que tiene ahora en casa. Debe hacer tragar el plan a su partido, la coalición de extrema izquierda Syriza, y aprobarlo en el Parlamento. Se esperan muchas deserciones y, como ocurrió el sábado al votarse el inicio de la negociación en Bruselas, será la oposición la que le salve los muebles. Nueva Democracia (ND) y los socialisats del PASOK, los dos partidos tradicionales y responsables de la crisis por crear un país ineficaz, corrupto y clientelar durante décadas, anunciaron ayer que le apoyarán. También To Potami (El Río), la nueva formación de centro. Las tres siglas saludaron con alivio el acuerdo.

En Syriza es otra cosa. Tsipras reconoció que las medidas aceptadas “son recesivas”, pero promete que “ahora el peso de las medidas se repartirá mejor en la sociedad”, hará pagar “a la oligarquía que llevó el país a esto” y se atraerán nuevas inversiones. Pero sus críticos no lo ven así. “El acuerdo es humillante para Grecia y su pueblo, es más duro, restablece la Troika y convierte el país en una colonia”, declaró la plataforma del núcleo duro del partido. Tiene 40 diputados de 149, en un Parlamento de 300. Los 13 de Griegos Independientes, los ultranacionalistas socios de Tsipras, también votarán en contra. Para rematarlo, por la tarde apareció en las redes sociales el exministro de Finanzas, Yanis Varoufakis, como Pepito Grillo, y dijo: “Cuando el Banco Central Europeo cerró los bancos yo quería una moneda paralela y parar el pago de la deuda”. No es probable que guarde silencio a partir de ahora y animará la fiesta.

El guión previsto es: votación trágica en el Parlamento, hoy o mañana, fractura y escisiones en Syriza, crisis de Gobierno con remodelación de carteras, que quizá incluyan a miembros de la oposición, y elecciones anticipadas en breve. En los sondeos Tsipras sigue siendo el vencedor, con un 38% de los votos. En la calle la gente más o menos le defiende. Hay quien le odia, pero la mayoría cree que ha hecho lo que ha podido. En cuanto al referéndum, ninguneado en Bruselas, en general se aprecia que preguntaran a la gente.

Anoche era el momento de comprobar hasta dónde llega la ira del sector social más levantisco. Había una manifestación contra el plan que, a última hora, trascurría sin incidentes, con poca gente y hasta meláncolica. No se presentaron los ‘black block’. El país está agotado y quiere pasar página. Con otro Gobierno, de los partidos tradicionales, Atenas estaría ardiendo desde hace días, pero Tsipras ha contado, hasta ahora, con la confianza colectiva de que no es un vendido. Como único líder visible, y el único creíble, es un factor de estabilidad. Sería tranquilizador suponer que en la UE son conscientes de ello.

Las impresiones de ayer en la prensa y en la calle eran las que circulan por Europa, pero más pesimistas. Que es un acuerdo agónico que no puede ocultar profundas laceraciones y problemas en la UE que dejarán huella. Francia, que ayudó a Grecia a elaborar su propuesta, desautorizada. Alemania sobrada y malvada, a hacer daño, como si creyera en su superioridad moral. Schauble, el más malo, claro está. Pero lo peor es la conciencia fatalista de que la deuda, como advierten muchos expertos, es imposible de pagar y Grecia con estas recetas miopes seguirá ahogándose sin remedio y necesitando rescates periódicos. Que dentro de unos meses, un año, estaremos igual. Y que en medio del caos y el orgullo nacional herido, el partido neonazi Amanecer Dorado, tercer partido de Grecia, sigue esperando su momento.

 

La escena final de ‘Zorba el griego’ (1964), de Michael Cacoyannis, con Atnthony Quinn y Alan Bates:

 

(Publicado en El Correo)

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