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El Gobierno griego se tambalea y se temen elecciones

El Gobierno de Alexis Tsipras puede tener los días contados. Aunque haya acuerdo con la UE, y con un futuro complicado en cualquier caso, Grecia ya tiene otro problema añadido: es muy posible que no cuente con la estabilidad política deseable para gestionarlo en los próximos meses. Incluso puede haber elecciones anticipadas en otoño, cuando no han pasado ni seis meses de las últimas.

El sector más radical del partido de Tsipras, la coalición de extrema izquierda Syriza, dejó ayer patente su descontento con el plan de ajuste de 12.000 millones que el Ejecutivo empezó a negociar ayer en Bruselas. Lo hizo de madrugada en el Parlamento de Atenas, donde se votaba el apoyo al primer ministro y su propuesta en estas cruciales conversaciones. Fue una de esas inverosímiles sesiones griegas de discursos interminables y por fin se votó a las 3.30 de la mañana. La cámara respaldó a Tsipras por amplia mayoría, 251 votos de 300, pero dentro de Syriza las cuentas no salieron: dos diputados votaron en contra, ocho se abstuvieron y siete estaban ausentes.

Hay más, porque otros 15 parlamentarios del partido aclararon que no estaban de acuerdo con las concesiones realizadas y que habían votado a favor a regañadientes sólo para salvar al Gobierno. Total, 32 diputados revueltos que amenazan con recortar el apoyo del grupo de Syriza de los actuales 149 escaños a 117. Entre los que se abstuvieron hay dos ministros y la propia portavoz del grupo, Zoe Konstantopoulou.

El ala dura de Syriza aún es más amplia, cuenta con 40 diputados, incluido el propio ministro de Finanzas, Euclides Tsakalotos, y tiene capacidad de boicotear la línea política de Tsipras. De hecho la ha condicionado mucho estos meses. La votación de ayer sólo ha sido un preámbulo, con salvas de aviso, de la batalla que se abriría luego. El Parlamento sólo ha aprobado dar mandato al líder griego para negociar un pacto, con la base de la propuesta presentada. Después, si por fin hay acuerdo en Bruselas, habrá que votarlo y es entonces donde todo puede saltar por los aires.

El partido de Tsipras obtuvo 149 escaños en las elecciones del pasado mes de enero, a dos de la mayoría absoluta, y tuvo que pactar con la formación ultraconservadora Griegos Independientes. Cedió la cartera de Defensa a su líder, el lenguaraz Panos Kammennos. Sus 13 diputados ayer se portaron bien y respaldaron a Tsipras, pero su cabecilla tronó en el Parlamento: “¡Si votáramos con nuestra conciencia diríamos ‘no’ a los chantajes a nuestra patria!”. También por ahí late malestar, y Kammenos es un oportunista redomado que puede cambiar de bando si le conviene.

En realidad, con los números en la mano, tres partidos de la oposición salvaron ayer los muebles y proporcionaron a Tsipras una apariencia de solidez institucional para negociar en Bruselas. Lo cierto es que las dos formaciones del Ejecutivo se quedaron en 145 escaños y el resto los pusieron el partido conservador Nueva Democracia (ND), el socialista PASOK y la nueva fuerza de centro To Potami (El Río). Tsipras ya había firmado con ellos el lunes una declaración de unidad nacional para asegurarse la tranquilidad en el Parlamento, consciente de los problemas internos de su partido.

Naturalmente, esto sólo puede ser una solución provisional en una situación de emergencia. La prioridad es salvar a Grecia hoy y evitar la ruina, pues mañana los bancos se quedarán sin dinero y esperan una inyección in extremis de liquidez del Banco Central Europeo (BCE). Si Tsipras logra cerrar un acuerdo en Bruselas tampoco podrá descansar demasiado, porque tendrá que arreglar el lío que tiene en casa. Por supuesto, si al final se rompe el diálogo con la UE, el apocalipsis que se prevé en Grecia cambiará todas las previones y problemas.

Los analistas griegos llevan dos días maquinando todo tipo de hipótesis sobre qué ocurrirá en el Gobierno si Grecia cierra hoy un acuerdo. La clave es cuál va a ser ahora la estrategia de Tsipras con el núcleo crítico de su partido. Las disensiones son familiares en Syriza, una coalición de trece siglas que van de socialdemócratas a marxistas puros. El poder les ha cohesionado y quitan hierro a las discusiones asegurando que es sana democracia interna. Quizá hasta ahora. Tsipras puede dialogar con los disidentes, domesticarlos o incluso eliminarlos, lo que degeneraría en una escisión y un desplazamiento de Syriza hacia el centro, como gran partido de consenso. Desde luego Tsipras es el único líder visible en Grecia en este momento, con la oposición devastada, y si es hábil puede instalarse en el poder muchos años.

En este escenario, y si hoy todo acaba bien, se da casi por hecho que se aproxima una crisis de Gobierno esta semana o la que viene con el cambio de algunos ministros. Quizá salgan los dos del ala radical que se abstuvieron ayer y Tsipras podría optar por ceder alguna cartera a la oposición. Otra alternativa es un nuevo Ejecutivo de unidad nacional, con todos los partidos favorables a seguir en el euro, pero Tsipras ya adelantó el viernes, en la discusión con los parlamentarios de Syriza, que no estaba dispuesto a seguir a cualquier precio como jefe de un Gobierno técnico. Por eso en el horizonte se vislumbran elecciones anticipadas. Grecia necesita estabilidad para aplicar reformas decisivas y, si llega a un acuerdo con la UE, aplicar las medidas pactadas. Los sondeos, en todo, caso apuntan que en unos comicios ganaría Tsipras, lo que podría reforzarle. Mucho más aún si se sacude de encima el sector crítico de su partido.

(Publicado en El Correo)

 

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